Muchas de las noticias que nos llegan de nuestros connacionales en el exterior no siempre son positivas. Historias de prostitución, mendicidad, delincuencia y muerte llenan algunos periódicos de la región. En los más sensacionalistas hay una particularidad común, las victimas o los victimarios no llevan nombres y apellidos, sino el gentilicio de “venezolanos”, como si se tratará de una marca para separar aún más entre el “ellos” y el “nosotros”.
No con esto queremos decir que todo el que emigra es honrado, honesto y trabajador. No nos caigamos a mentiras, el chavismo destruyó institucionalmente al país, pero también moralmente. A lo que nos referimos son a las intenciones de ciertos medios en convertir el gentilicio venezolano en sinónimo de estigma. Es muy fácil cruzar la frontera de la generalización, sobre todo en los países donde la llegada masiva de venezolanos es un fenómeno sin precedentes.
Lo que me reconforta es que la oscuridad siempre permite ver con mayor claridad las estrellas y si de estrellas se trata son cientos de miles de Pedros, Anas, Marias que se destacan con su esfuerzo en el exterior, demostrando no se trata de ser mejores o peores porque somos venezolanos, sino porque en los países donde el trabajo y el mérito se premian, es posible destacarse por encima del promedio, es posible marcar la diferencia y para estos países que nos reciben es posible marchar hacia el verdadero desarrollo, el que se apoya en el talento de su gente.
Como venezolano se me llena el pecho de orgullo ver el nombre de un nacional en el equipo de científicos que ha sido reconocido con el Nobel de medicina. Con nombre y apellido: Luis Miguel Vence. Su dedicación y constancia rindieron frutos y eso es reconocido, es motivo de orgullo y nos invita a soñar con una reconstrucción de un país que tiene tanto por dar y que ha sido secuestrado por la envidia y la mediocridad.
El mundo en el que vivimos hoy en día es muy diferente al de hace 100 años. Los avances científicos, tecnológicos, sociales han transformado radicalmente nuestro estilo de vida. Todo eso es posible gracias a los importantes progresos en el que han contribuido personas como Luis Miguel a lo largo de la historia. Los pueblos avanzan por su gente, no porque alguien un día decrete que seremos potencia. Israel es un ejemplo de eso, con apenas seis millones de habitantes, ya suma a la lista de inventos nacionales, por ejemplo, la memoria USB. En los Estados Unidos las grandes ideas cambian paradigmas y mueven la economía.
En Venezuela aunque ahora se repriman las ideas y el éxito se castigue, no siempre será así. Podemos convertirnos en una verdadera potencia pero no porque aquí hayan las mayores reservas de petróleo del mundo o porque alguien lo diga, sino el día que formemos y valoremos a nuestros profesionales como se merecen, con dignidad y respeto.
Brian Fincheltub
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