El domingo pasado Rosario cumplió años. Casi a medianoche, en la segunda calle del sector II de La Isabelica, al sur de Valencia, se escuchaban las trompetas de unos mariachis que cantaban las mañanitas. Había más de un motivo para celebrar la vida. Allí estaba su hijo mayor, Fernando. Se mostraba tranquilo, aunque quizás, planificando su macabro plan: asesinar a su madre y robarla. Su cometido lo ejecutó la mañana de este miércoles en la misma casa donde se reunieron familiares y amigos para festejar la vuelta al sol de una mujer que no merecía morir en esas circunstancias y menos en manos de su hijo, comenta una vecina que aun no sale del asombro.
Heberlizeth González / Cactus24
Fernando siempre amenazaba de muerte a su mamá y hermana. A veces, también a su prima, que vivía con ellos, y a quien Rosario crió como una hija. Tenía problemas de bipolaridad y lo medicaban. Siempre la mujer trataba de imponerse, ya que el hombre, de unos 38 años, se salía de sus carriles. Aún así, lo describen “tranquilo”. “Ese fue su error”, opina la vecina, al referirse a cómo Rosario “manipulaba” a su hijo.
“Mi mamá, mi mamá”, gritaba una joven, que llegó a mediodía a almorzar con Rosario. Se trataba de su hija de crianza. “Alguien vio quién entró a la casa”, preguntaba a los vecinos, quienes no llegaron a escuchar ni una queja de aquella mujer abogado, cuyo bufete recibía a personas de bajos recursos donde les prestaban servicios jurídicos a precios solidarios. Es que así era Rosario, siempre buena gente.
Sobre la cama estaba una de las peores escenas que los funcionarios del Eje de Investigaciones de Homicidios del Cuerpo de Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), subdelegación Valencia, se encontraron en los últimos meses: Rosario tenía múltiples heridas por arma blanca en varias partes del cuerpo. Todo parecía indicar que también había sido torturada y de la peor manera.
Su vecina y amiga de años todavía no lo cree. Sabía de las amenazas, pero creyó que Fernando nunca las cumpliría. Rosario siempre lo llevaba con ella a todos lados. Le pedía que manejara su Fiat Uno, porque ella ya casi no podía conducir. También era una manera para mantener el control del hombre, del que algunos conocidos no tienen buenas referencias. Unos dicen que era esquizofrénico, otros que era drogadicto.
El ataque hacia Rosario no les hace creer algo distinto. Definitivamente, Fernando debía estar bajo los efectos de alguna sustancia ilícita. Además, se la pasaba con un grupo de hombres que viven en el Boulevard de la avenida principal de esa populosa urbanización en Valencia, y de los que nadie refiere buenos antecedentes.
Presumen que todo comenzó a eso de las 6:00 am de este miércoles. La Isabelica despierta temprano, pero ese día nadie escuchó nada. Ni siquiera los posibles gritos de Rosario cuando su hijo le arrancaba los dientes, uno a uno. Tampoco cuando le desmembró una mano ni cuando le asestaba el puñal.
Frente al bufete de rejas blancas, estaba el Fiat Uno de la abogado. Al lado estaba su habitación, donde fue localizada muerta. El vehículo no fue visto a media mañana, ya Fernando había huido en el y varias cámaras de seguridad registraron el momento. También se llevó el celular de su madre.
Las huellas de los cauchos del carro dan cuenta que justo frente a la casa donde celebraban la vida días antes, hubo una arrancada a la fuerza, como quien huye tras cometer un crimen.
Fernando, ahora es activamente buscado. Mientras, su hermana llora desde otro continente por no poder dar el último adiós a su madre, pues hace un tiempo partió de Venezuela en busca de un mejor porvenir. La sobrina, a quien adoptó como hija, se encarga de las gestiones fúnebres y de buscar justicia bajo la investidura de autoridad.