Una secuela del huracán Florence en Carolina del Norte, y para la cual las autoridades de la Florida están preparándose luego del paso del devastador Michael por el norte del estado, ha sido la proliferación de mosquitos agresivos que tienen hasta cuatro veces el tamaño de un mosquito normal.
Por Infobae
Su nombre científico es Psorophora ciliata, pero suelen llamarlos gallinippers. Las larvas son también grandes y muy agresivas, al punto de que devoran las de mosquitos pequeños, de renacuajos y hasta unas a otras.
Los huevos de esta especie, que la hembra pone por millones, pueden permanecer latentes durante meses y hasta años en espera de una inundación. Cuando las hembras se aparean, salen en busca de sangre, sobre todo de animales como reses, pero también de seres humanos.
Son tan grandes que pueden picar a través de la ropa, y la picada es dolorosa. “Mosquito grande, probóscide grande”, le dijo a CNN refiriéndose a la “trompa” del insecto Michael H. Reiskind, profesor asistente del Departamento de Entomología de la Universidad Estatal de Carolina del Norte.
Son propios de la mitad este de Estados Unidos. Aunque abundan en épocas de inundaciones en la Florida y en los estados del sur, pueden verse desde Dakota del Sur hasta Texas, y en casi toda la franja este del país.
“En general son raros, pero cuando pasa un huracán, aparecen en grandes cantidades”, explica Reiskind. Prefieren desovar en áreas inundadas con mucha hierba, que lo mismo pueden ser a campo abierto o en zonas de cultivo.
De las larvas salen los mosquitos en menos de una semana, a veces apenas cuatro días. Por eso es común que proliferen poco después del paso de los huracanes, cuando las inundaciones crean las condiciones ideales para su desarrollo.
Los científicos han pensado más de una vez usar la agresividad de sus larvas para controlar otras especies que son transmisoras activas de enfermedades humanas, pero el temor de que los “cultivos” de Psorophora ciliata desaten consecuencias insospechadas parece haberlos detenido.
Las buenas noticias son que, a pesar de su tamaño, pueden ser controlados con los mismos métodos que se usan para acabar con los mosquitos normales, y que no suelen transmitir enfermedades humanas, aunque sí a las mascotas.