“La fuerza de los que gobiernan no es, realmente, más que la fuerza de los que se dejan gobernar”. Guillaume T. Raynal
Cada día que pasa vemos cómo nuestro país se sume en un caos total que parece no tener vuelta atrás.
Ya han pasado veinte años de un proyecto político que no podremos saber, al menos por ahora, si estaba fundamentado “per se” en la destrucción total de la nación o si se fundamentó solo en la eternización en el poder de una élite que ya no es nueva, a pesar de lo que sea, y sin importar el costo que estamos pagando los venezolanos, en detrimento de la vida de muchos en favor de la buena vida de unos pocos.
Lo único cierto es que en Venezuela ya no cabe hacerse la pregunta de si se vive mejor hoy que hace veinte años, o hace cuatro, o dos; porque lo cierto es que hoy vivimos peor que ayer y seguro que mañana viviremos peor que hoy.
Es difícil entender la coherencia de un proyecto que destruyó y sigue acabando con el país, sin explicación lógica.
Se acabó el aparato productivo, no se produce nada, la tan cacareada soberanía alimentaria, fue solo una soberana mentira no hay comida suficiente, ni la necesaria tampoco, las torrefactoras de café las tomo el gobierno y este desapareció y ahora es un artículo de lujo, igual pasó con las centrales azucareras y con todo lo que tocan.
Murieron las industrias básicas de Guayana. PDVSA se convirtió en una corporación fallida, manejada por gente que de petróleo no sabía nada.
Todo lo que cayó en manos del gobierno se convirtió en “elefantes rojos”. Cantv no comunica a nadie y Corpoelec perdió la luz que una vez tuvieron Cadafe, Enelven, Eleoriente, La Electricidad de Caracas, etc dejándonos a todos a oscuras.
El agua potable dejo de llegar por las tuberías, para dejar paso a un líquido pestilente, sucio y turbio que trastocaria sin duda, el nombre de las compañía que se encarga de suministrar el vital líquido de Hidrocapital a “Barrocapital” merecidamente, claro eso cuando llega.
El sistema de salud es un capítulo especial. Hospitales colapsados, clínicas abarrotadas, sin insumos ni medicinas, sin médicos y con enfermeras que mueren de mengua porque sus salarios pobremente no les da ni para comprar un kilo de queso duro al mes.
Enfermedades erradicadas hace más de 30 años reaparecen con fuerza inusitada, pero se deja de publicar el boletín epidemiológico como si en ocultar los datos inmunizara a la población contra esas vetustas patologías.
Infraestructuras destruidas, obras inconclusas, inseguridad personal y jurídica, hipermegainflacion, un metro que dejó de ser “la solución para Caracas”, miles de industrias cerradas, otras cerrando y cada día más gente a la calle.
Millones de venezolanos han abandonado el suelo patrio huyendo a este desproposito y muchos miles más están pensando cómo hacerlo, mientras estos señores con total desparpajo tratan de negar el éxodo y la crisis humanitaria que padece nuestra nación.
¿El proyecto era ese, llevarnos a la línea de no retorno para que los ciudadanos entreguen las llaves del país?
Carajo que difícil es sentarse a escribir y conseguir algo positivo que plasmar en estas líneas semanales. Sin embargo sigo creyendo en la buena voluntad del venezolano, en su capacidad de trabajo, en su resistencia y además, estoy convencido de que los buenos somos más que los malos. Llegaremos cerca de la línea de no retorno, pero no la vamos a traspasar, eso anotenlo.
José Manuel Rodríguez
Análista / asesor político
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