Siete minutos duró la agonía del periodista Jamal Khashoggi en el consulado de Arabia Saudita en Estambul, según una fuente turca que habló con Middle East Eye. De acuerdo a este testimonio, al poco tiempo de ingresar a la sede diplomática, el 2 de octubre pasado, lo desmembraron vivo.
Infobae
Salah Muhammad al-Tubaigy, jefe de pruebas forenses en el Departamento de Seguridad saudita, está entre las 15 personas acusadas por Ankara de haber arribado ese mismo día a Turquía para ejecutar el operativo. Muchos de ellos están estrechamente vinculados a Mohamed bin Salman (MBS), príncipe heredero y hombre fuerte de Arabia desde el año pasado.
Presionado por la comunidad internacional, especialmente por Estados Unidos, de quien es el principal aliado en Medio Oriente, el régimen saudita hizo una admisión parcial. Este viernes, 17 días después de la desaparición, reconoció que Khashoggi murió en el consulado. “Las conversaciones que mantuvo con las personas con las que se entrevistó degeneraron en una pelea que provocó su muerte”, fue la insólita versión oficial. Nada dijeron sobre el paradero del cuerpo.
El escándalo es un duro golpe para las aspiraciones de MBS, que está embarcado en un ambicioso plan (Visión 2030) de reformas para modernizar el Estado y la estructura económica, flexibilizar ciertas restricciones sociales y, sobre todo, concentrar el poder. La punta de lanza de su programa es una avanzada anticorrupción que, en la práctica, funciona como un sistema de purgas por el que arrestó a cientos de miembros de la familia real y de ex funcionarios de gobierno.
El capital político que le habían dado algunas de sus políticas en un principio terminó de licuarse con esta crisis, que amenaza incluso con dejarlo afuera de la línea de sucesión. Su padre, el rey Salman bin Abdulaziz, ordenó en las últimas horas el retorno a Riad de Khaled bin Salman, otro de sus hijos. La decisión desató todo tipo de especulaciones sobre el futuro de la corona.
El atroz crimen deja al descubierto la peor cara de una de las últimas monarquías absolutas que quedan en el planeta. Khashoggi no era cualquier periodista. Era alguien que hasta hace poco estaba cerca de los círculos oficiales sauditas, pero que en el último año se había ido del país y era cada vez más crítico desde su columna en The Washington Post.
“Los árabes (con la excepción de Túnez) o no reciben información o están mal informados. No pueden abordar adecuadamente, y mucho menos hablar en público, de las cuestiones que afectan a la región y a su vida diaria”, escribió en un artículo póstumo que fue publicado por el Post la semana pasada.
“Aparentemente, la familia Saúd se dio cuenta de que Khashoggi se había vuelto demasiado vociferante en su crítica al gobierno. No tanto contra el plan Visión 2030, sino ante aspectos como la ausencia de libertad política y la violación de los derechos humanos. En resumen, contra las tendencias crecientemente autoritarias de las políticas ejecutadas por MBS”, dijo a Infobae Paul Aarts, profesor del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Amsterdam.
Uno de los regímenes más autoritarios del mundo
Arabia Saudita es el resultado de una combinación asfixiante. Además de ser una monarquía hereditaria en la que el poder político está totalmente concentrado en un reducido grupo de personas, y el acceso a los círculos de gobierno depende de lazos familiares, la vida social está regida por una estricta aplicación de la ley islámica. La moral dominante sigue los preceptos del wahhabismo, un movimiento religioso particularmente extremo dentro del islam suní.
Una buena medida de las restricciones que enfrenta la población es el índice de libertad que elabora Freedom House. Tiene un puntaje de sólo 7 sobre 100, apenas por encima de los 3 puntos que tiene el país menos libre del mundo, Corea del Norte.
“Hay un muy limitado espacio público para hacer cualquier tipo de crítica hacia la realeza y, específicamente, contra el príncipe heredero, el rey o cualquiera de sus iniciativas políticas, económicas o sociales. Khashoggi estaba criticando algunas de esas medidas y había expresado dudas acerca del rumbo seguido por el Reino. Su voz estaba creando confusión y dañando la narrativa que el Gobierno estaba tratando de construir, así que entiendo que se decidió tomar una acción fuerte en su contra”, explicó Umer Karim, investigador especializado en política exterior saudita de la Universidad de Birmingham, consultado por Infobae.
Arabia Saudita terminó de consolidarse como estado moderno en 1932, cuando la Casa de Saúd completó la campaña de unificación territorial. El vuelco fundamental en su historia se produjo seis años más tarde, cuando se descubrieron enormes reservas de petróleo. Desde entonces se convirtió en uno de los mayores productores y exportadores de la Tierra.
El crudo le permite ser una nación rica, con un PIB per cápita de 55 mil dólares (PPA). Gracias a ese recurso es una potencia decisiva en Medio Oriente y es el único país de la región que forma parte del G20. Pero, como suele ocurrir, tiene una economía poco desarrollada, que depende casi exclusivamente de ese bien.
Salman bin Abdulaziz heredó el trono en 2015, tras la muerte de su hermano, Abdalá bin Abdulaziz. Como tiene 82 años y está enfermo, delegó el poder real en MBS, de 33 años, a quien designó como sucesor el 21 de junio de 2017.
“El actual régimen saudita tiene una estructura de poder mucho más consolidada en las manos del rey y del príncipe heredero —continuó Karim—. Antes el sistema de poder era más horizontal. Había varios príncipes que controlaban distintos ministerios, en algunos casos, durante más de 30 años. Eso les daba mucho poder, principalmente, en Defensa con el príncipe Sultan y en Interior con el príncipe Naif. Con las muertes de ambos se terminó ese orden político”.
MBS, que podría llegar a ser uno de los monarcas más jóvenes en la historia saudita, se propuso lograr una concentración de recursos políticos y administrativos sin precedentes. Para eso se presentó como un gran reformador.
Una muestra del grado de represión existente es que fue visto como un gesto de apertura importante el permiso que le concedió a las mujeres para que pudieran manejar, algo que tenían vedado. Sin embargo, el mensaje más fuerte que dio fue encarcelar a las líderes del movimiento que había reclamado por ese derecho. Algo similar ocurrió con su política anticorrupción. Lo que al comienzo parecía ser un intento de sanear la vida pública se reveló rápidamente como una estrategia para correr de escena a potenciales competidores.
“El actual régimen saudita se está pareciendo cada vez más a las dictaduras republicanas del mundo árabe. Son más liberales en términos de libertades sociales y civiles, pero más duras en lo que respecta a la seguridad y al control político. Arabia solía tener un sistema en el cual la crítica estaba limitada, pero se manejaba comprando a la gente, exiliándola o encarcelándola brevemente. Ahora parece que cualquier cuestionamiento lleva a la prisión”, dijo a Infobae Joas Wagemakers, profesor de estudios islámicos y árabes en la Universidad de Utrecht.
Una potencia en Medio Oriente
“Arabia Saudita es muy importante en la región de tres maneras diferentes. Primero, por su riqueza, que le permite desplegar dinero alrededor de los países de la zona. Segundo, por su relativo peso militar. Tercero, porque controla los dos lugares más sagrados para el islam, la Meca y Medina, lo cual le da prestigio a lo largo del mundo musulmán”, sostuvo Gerd Nonneman, profesor de relaciones internacionales y estudios del Golfo de la Universidad de Georgetown, en diálogo con Infobae.
Arabia Saudita disputa desde hace décadas la primacía en Medio Oriente con la otra gran potencia de la región, Irán. Ambos son países petroleros que aplican la Sharia. Pero están profundamente enfrentados por dos razones.
Una es que son los máximos exponentes de las dos ramas de la religión de Mahoma, que están históricamente enfrentadas: los sauditas son suníes y los iraníes son chiíes. La segunda es que, desde la revolución de 1979, Teherán empezó a considerar a Estados Unidos la encarnación del mal y se alineó con el eje antioccidental.
Riad, en cambio, es el principal aliado de Washington en la región. “El vínculo ha sido crucial para ambos desde mediados de los 40 —continuó Nonneman—. Para Arabia, Estados Unidos se transformó en su principal ancla de seguridad. A la inversa, Arabia garantiza a los estadounidenses un flujo libre de petróleo y precios relativamente estables. Además, fue un pilar clave para contener la influencia soviética y de los estados o movimientos árabes radicales”.
La tensión con Irán escaló en los últimos años. En enero de 2016 rompieron relaciones diplomáticas, luego de que Arabia ejecutara al clérigo chií Nimr Baqr al-Nimr. El enfrentamiento se desarrolla en varios frentes. Uno de ellos es Líbano, donde el poder está dividido entre Hezbollah, una organización armada que responde de manera más o menos directa a Teherán, y el gobierno central, muy cercano a la Casa de Saúd.
MBS protagonizó a fines del año pasado su primer gran escándalo internacional, cuando invitó a Saad Hariri, primer ministro libanés, lo hizo presentar su renuncia desde allí, a través de un video, y lo mantuvo varios días retenido. La repercusión fue tan grande que el régimen tuvo que permitirle regresar a su país. Semanas más tarde, desde Beirut, Hariri dio marcha atrás con la dimisión y anunció que continuaría en el cargo.
El otro gran frente de batalla es Yemen. En 2015 estalló una guerra civil entre el gobierno de Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, apoyado por Riad, y las fuerzas hutíes, que son predominante chiíes y que cuentan con el respaldo de Irán. Arabia se metió de lleno en el conflicto a través de una campaña de ataques aéreos que ha sido muy criticada por la gran cantidad de víctimas civiles que causó.
“Arabia tomó el liderazgo del mundo árabe que antes tenía Egipto, usando sus recursos financieros y diplomáticos para ganar influencia —dijo Wagemakers—. Parte de la importancia que tiene se deriva de su relación con Estados Unidos, que es muy fuerte, aunque está constantemente bajo fuego, porque las políticas sauditas son vistas como retrógradas, extremas e hipócritas. Pero por razones económicas y de seguridad lo más probable es que el vínculo continúe siendo sólido en el futuro”.
Las secuelas del caso Khashoggi
“Las consecuencias son enormes, porque dañó la imagen del príncipe heredero. Está siendo muy condenado, y personalidades claves de los negocios y gobernantes occidentales rechazaron asistir a la conferencia de inversiones que se realizará a fin de mes (conocida como el ‘Davos del Desierto’)”, afirmó Karim.
El brutal asesinato del periodista abrió una crisis de alcances imprevisibles en el país. Si bien está fuera de cualquier análisis la posibilidad de un cambio de régimen, hasta hace poco era impensable que el liderazgo interno de MBS pudiera estar en duda, pero ahora no se sabe qué puede pasar.
“Lo sucedido —dijo Nonneman— demuestra que Arabia Saudita, bajo el mando de MBS, se volvió una dictadura en la que un hombre y un grupo reducido de cortesanos, todos inexperimentados e impetuosos, están cometiendo un error detrás de otro. La intención era silenciar a un crítico que era muy seguido tanto dentro como fuera del país, aunque no era un revolucionario e incluso elogiaba algunos aspectos de las reformas de MBS”.
Tras la curiosa confesión de Riad sobre la muerte de Khashoggi, Washington ratificó su apoyo. Donald Trump afirmó que “seguirá de cerca las investigaciones internacionales sobre este trágico incidente”, pero dijo que las explicaciones del gobierno “son creíbles”. No obstante, el Senado y los gobiernos europeos se expresaron en términos mucho más duros.
“Las consecuencias para las relaciones con Estados Unidos, tanto a nivel oficial como comercial, ya son mucho más serias que las del 11 de Septiembre. MBS se convirtió en una marca tóxica, lo cual daña seriamente las chances de éxito del plan Visión 2030 de transformación de la economía saudita. Esto puede tener un impacto sobre la estabilidad del Reino a mediano y largo plazo. Es inevitable que muchos, entre las partes de la familia real y del establishment que fueron suprimidas, empiecen a considerar si no es un precio demasiado alto por mantener a MBS en su posición actual, dejándolo que sea rey”, concluyó Nonneman.