Después de esperar una camioneta una hora que nunca llegó, me enteró que una sola de estas unidades que va hacia Santa Mónica esta en funcionamiento. Decido cancelar el compromiso y tomar una que va al hospital clínico.
El metrobus también ha disminuido el número de unidades incorporadas al servicio, con lluvia matutina esta vez un viernes, durante la espera en una parada de El Marqués alguien me comenta que una sola unidad de ese sistema cubre la ruta.
Con frecuencia tengo que ir a El Paraíso, para tomar la camioneta en la avenida Baralt, existen dos colas “una para los sentados” y otra “para los parados”, por supuesto que la segunda avanza más rápido; pero claro supone que además de ir sumamente apretujado, si a uno le corresponde ir en “la cocina” y no llega al final del trayecto, el bajarse antes, supone una dificultad adicional.
Los choferes han seccionado las rutas, quienes antes cubrían la de Silencio-Petare ahora llegan solo hasta Chacaito, igual las que iban a Montalban ahora llegan hasta La India, lo que implica una nueva complicación para los pasajeros que tenían como destino los los lugares mencionados.
El caminar se ha convertido en una rutina obligatoria, muchos trabajadores se trasladan a pie para poder cumplir con la jornada laboral. A propósito, en la mayoría de organismos de la administración pública se trabaja mediodía y se turnan los otros dos dias, esa medida se ha adoptado por la grave situación del transporte, que afecta de manera particular a quienes habitan en las denominadas “ciudades satélites” y trabajan en Caracas.
Cuando se tiene el carro donde el mecánico, se vive la dificultad para conseguir y cubrir los altos costos de los repuestos, se comprende las razones de la crisis del transporte público superficial. Lo que ha agravado la situación del sistema subterráneo. El deterioro del Metro, por el descuido su falta de mantenimiento es más que evidente, hay que correr con suerte para conseguir un vagón con aire acondicionado, la mayoría de las escaleras eléctricas no funcionan y la aglomeración en los andenes de las principales estaciones es verdaderamente gigantesca; hasta el punto que prácticamente resulta imposible, montarse en la de Plaza Venezuela entre 5 y 7pm.
Se ha convertido en una frase trillada la de ” uno no entra o sale del metro…lo entran o lo sacan”.
La inseguridad es verdaderamente alarmante, he presenciado dos robos en una semana, el peligro mayor está al entrar o salir del vagón, los empujones constituyen una forma que aprovechan para robar los celulares. La pericia que emplean los ladrones es sorprendente, su habilidad pareciera superar a los antiguos carteristas. Es notorio el clima de agresividad, los conflictos, discusiones y peleas que se vive tanto en el metro como en las camionetas, la situación actual quizás pueda explicar la existencia de ese ambiente.
Con razón en un informe de: Habla Caracas junto al costo de la vida, la escasez de alimentos figura entre los primeros lugares el transporte como uno de “los problemas que generan mayor angustia al caraqueño”. No puede ser de otra manera porque constituye una verdadera odisea para la mayoría transportarse en esta ciudad.