El tarén de la vida, por Juan Guerrero  

El tarén de la vida, por Juan Guerrero  

Márika no correspondió a su amado y éste bogó río abajo, triste y solo. Implorando su llanto y amor no correspondido se alejó más allá del horizonte, hasta donde nace el oriente. El amado nunca supo ni conoció el tarén del amor ni de la vida.

En estos tiempos oscuros, fríos y sombríos se hace indispensable recurrir a la palabra que sane, que fortalezca y renueve la vida. Nuestros ancestros han resistido porque encontraron en su lenguaje, y en sus palabras rituales, la misteriosa fuerza de mantener el secreto de sus palabras sagradas.





Es en el lenguaje donde el ser humano encuentra la fortaleza primigenia que le impulsa a erguirse y comportarse como humano. Porque la palabra que bendice, humaniza y permite el acto de creación es portadora de sanidad espiritual.

Las culturas ancestrales que aún permanecen en el territorio venezolano conservan en sus tradiciones, prácticas de ritos mistéricos necesarios para vivir y convivir en comunidad. Los tarén son invocaciones de la cultura pemón, de lengua taurepán o arecuna, mayormente ubicados al sur de la guayana venezolana, y en la amazonía brasileña.

Solo los iniciados: curanderos, guerreros, cazadores y poetas, tienen acceso a este conocimiento de las palabras que, de forma misteriosa y en secuencia de repetición del sonido, pueden invocarse y surtir efecto en quien las pronuncia.

En los ritos previos, los cazadores como los guerreros, danzan alrededor del fuego pronunciando en silencio, bien el nombre del enemigo a vencer o del animal a cazar. Luego de un tiempo, ya en silencio, ellos solo se dedican a la contemplación mientras esperan el momento para el encuentro.

Los curanderos o sacerdotes de la comunidad, siempre indagan sobre el poder de ciertas palabras y determinados nombres que se deben usar en los ritos y ceremonias grupales.

Pero es en el acto amoroso y poético donde se oficia el acto más trascendente del tarén. Los hay de variados tipos para atraer a la amada o amado. Las palabras del tarén del amor son lo más sagrado y secreto en la vida comunitaria. Toda palabra invocada por quien practica el tarén del amor, debe ser reflexionada, pronunciada una y mil veces en la mente e interiorizada en la intimidad mientras se realizan las labores cotidianas.

La palabra amorosa se decanta, se va ensayando en la intimidad de la persona y finalmente se convierte en talismán, amuleto que precede al saludo o despedida. La palabra entonces se encarna, se disuelve en la sangre del invocante y transita por todo su cuerpo. Se va en el aire mientras suavemente, imperceptiblemente se pronuncia frente al invocado.

Ella o él, queda entrelazado en esa corriente inmaterial de silencioso aliento mientras es “hadado” (-de hada) por la fuerza de la palabra que lo envuelve y que ya no podrá rehuir. Todo queda adherido a esa fragilidad amorosa que cubre y protege.

Hace muchos años conocí a Cristóbal. Capitán indígena pemón, en el pueblo de san Gabriel de Liboribó, a orillas del Aponwao. Con él supe de ciertas palabras, que, aun y sin tener un significado concreto, bien en lengua española o taurepán, en su pronunciación, en su composición fonética, adquirían una misteriosa fuerza capaz de generar cambios y transformaciones.

Los tiempos del ahora, de este infinito presente, nos llaman a renovar nuestro lenguaje. Encontrar ese tarén amoroso que sane nuestro lenguaje. Esa palabra benefactora tan urgida por nuestro Otro semejante o Diferente.

Si nuestros bienes son ahora escasos, aún nos queda la palabra para ofrecerla como alimento espiritual. Ofrezcamos en nuestro saludo y despedida, la grácil palabra que cubra y proteja al semejante. Esa que ampare y dé compañía.

Tal vez el antiguo amante de Márika aún siga transitando el río lamentando la pérdida de la bella amada. Solo quedan los versos en anónimo poema.

La mayor riqueza del hombre es su palabra. Ella trae consigo la íntima potencialidad de ser transformadora, renovadora, benefactora y constructora de realidades.

Es tiempo del regreso a la palabra que bendice. Que porta luz de amaneceres claros. Esa palabra que es tarén para invocar el bien, la dicha y la fraternidad de almas amorosas, sanas y benefactoras.

(*)  [email protected]   TW @camilodeasis   IG @camilodeasis1