Reunión inicial en el palacio.
-El sitio escogido son los próceres. En fecha importante; además, lo ideal es planificar un atentado. Dijo el psiquiatra asesino.
– ¿Cómo sería?, preguntó el dictador.
Muy fácil, traemos unos drones. Montamos la trama. Los cubanos prepararán el escenario.
– ¿Cómo?. Vuelve a preguntar el dictador.
– Nos cargamos a Primero Justicia. Comenzamos con Borges. Lo acusamos de ser el jefe del atentado; después Requesens y luego un tal Albán, que se mueve mucho en Caracas. Es concejal.
– Padrino, apadrinará todo. Insistió el dictador.
Listos los cadetes en perfecta formación. En la tribuna los personajes esperaban que algo pasara, como en obra de teatro, se miraban de reojo en lo más destacado de la escenografía; nerviosos revisaban sus relojes; posaban inquietantes, mientras Madame CIliaski esperaba como apaciguada.
Comienza la función circense. Los drones parecían murciélagos enfermos; Cadetes, Tenientes y Generales corren despavoridos; van contracorriente como suplicando un escondite; Después del gran susto, sospechan que se trataba de una farsa. Pero callaron; los encargados de proteger al dictador, no sabían si taparlo o encaramarle los biombos en la cabeza; el discurso posterior redactado por el siquiatra asesino fue repasado para la función final.
Concluida La jornada, los personajes reunidos nuevamente en palacio sacan cuentas:
– Salimos de Borges, para todos el jefe de la insurrección ficticia; de Requesens, de cuyo testimonio se encargaran los de la isla; más 50 militares que no son incondicionales.
Todos sonríen, puros cubanos, aspiran.
Pasados los días, faltaba Albán.
El recuento es exitoso:
– El Sebin arregla ese problema. Pero bueno, suicidio es suicidio.
-Tiempo después, dijo el psiquiatra asesino en nueva reunión tenebrosa:
– Ahora el ablandamiento de la tal María Corina.
– Y ¿cómo sería?, pregunta siempre el dictador preguntón.
– A coñazos.
– Después vamos completo, también a por ella.