Una vez más el régimen le arrebató la vida a una persona que se atrevió a pensar diferente, desterró a quien defendió los derechos humanos y, entre hordas de malandros, golpearon y robaron a quienes se atreven a luchar por la libertad.
El año pasado más de 100 jóvenes fueron asesinados por protestar en contra del régimen. Sin embargo me atrevo a decir que fue simplemente por disentir, sentir y soñar con una Venezuela próspera y libre.
Es injusto e inhumano vivir en un país donde, en pleno siglo XXI, nuestros niños mueren por no tener medicamentos o por desnutrición, los ancianos mueren en colas esperando productos o cobrando la pensión y en donde la delincuencia va acabando con la vida de los venezolanos.
Esta violación sistemática de los derechos humanos no cesa. El régimen pretende acabar con todo para luego dar la estocada final y apagar la esperanza de los ciudadanos que no se rinden.
Sin duda, cuando caminamos las calles de nuestro país, nos invade una serie de sentimientos y emociones que van desde el temor y la indiferencia hasta llegar a la frustración.
Al pasar el tiempo, los planes y el futuro se desvanecen en la cotidianidad. Los días se van entre las largas colas para conseguir alimento, medicinas, efectivo, cualquier cosa porque en Venezuela nada se obtiene con facilidad.
Vivir en Venezuela es algo confuso. Dormir parece ser un placer exquisito que pocos pueden hacer y es en este punto, en el día a día, en el que quiero detenerme y sacar el mayor provecho.
En el despertar hacemos el ejercicio de pensar que hacemos para alimentar a nuestros hijos, en cómo lograr la estabilidad de llevar comida a la casa y no el caos en que el que vivimos. Pensamos en su formación diaria, en el trabajo que me obliga a mantenerme, que me ha permitido desarrollarme y en el que además me pone a disposición de otros mi habilidades, destrezas y conocimientos.
Además este trabajo me permite tener reconocimiento y,, no menos importante, me permite recordar que estoy dispuesto a cambiar mi entorno y el de mis seres queridos, todo esto mediante el ejemplo y la acción diaria.
Es curioso que desde mis acciones y el ejemplo diario, sin percatarme, estoy aplicando un concepto viejo por origen, pero nuevo para muchos como lo es la resiliencia. Es decir, la capacidad de adaptarnos a situaciones adversas y una que vez que hemos interpretado y aprendido cómo solucionarlo, esto me permite tener dia a dia nuevas habilidades, destrezas y conocimientos, para avanzar a la nueva aventura de “Vivir en Venezuela”
Sí, los venezolanos somos ciudadanos resilentes. Los que han partido a tierras extranjeras tienen que adaptarse a nuevas culturas, modelos de producción, idiomas, empleos y, tal vez lo peor, el estigma de ser señalados por las acciones de un régimen que es distinto a sus ideales, valores y acciones.
Nosotros que somos los que nos quedamos aquí, en esta tierra de gracia, también somos resilentes, pero con una tarea distinta: modificar la estructura política, social, económica y ética de este país golpeado y abandonado.
Seguro estoy que cuando leas estas líneas, te sentirás identificado con los que han partido o con los que nos hemos quedado. Si eres de los que se mantienen en nuestra Venezuela detente y piensa: Eres valioso, valiente y aventurero.
Sigues en Venezuela y estoy seguro que con tú talento, esfuerzo y ejemplo puedes cambiar tú entorno. Para eso cuentas conmigo. ¿Y yo cuento contigo para reconstruir a Venezuela?