Éramos una de las democracias más antiguas y estables de la región, que rechazamos firmemente las dictaduras y regímenes militares que afectaron a los países latinoamericanos. Teníamos un sistema político abierto, de partidos políticos que competían en elecciones y que pacíficamente se alteraban en el poder. Tuvimos un importante sistema de seguridad social, atención médica y red pública hospitalaria. La educación era gratuita desde la primaria hasta la universidad; gracias a la cual, nuestros jóvenes estudiosos se insertaban en un camino seguro de progreso, movilidad y ascenso económico y social. Fuimos una República Civil que en el siglo XX proporcionó al país de presidentes civiles, de civilidad, de legalidad, de estabilidad política y de desarrollo pleno, en el más largo periodo democrático y en el mejor período de toda nuestra historia. Nuestro sistema político, diseñado por Rómulo Betancourt, líder democrático de talla continental y programado desde el Plan de Barranquilla, se convirtió en una democracia contemporánea cuando Rómulo Betancourt (AD), Rafael Caldera (COPEI) y Jóvito Villalba (URD), en 1957 suscribieron el “Pacto de Puntofijo”.
Éramos un país emergente en vías de desarrollo, con una economía en transición, gracias al petróleo, a la aplicación de acertadas políticas públicas y a la gerencia de PDVSA por expertos venezolanos. Una empresa que fue catalogada mundialmente como la tercera empresa petrolera y clasificada por la revista internacional Fortune como la empresa número 35 entre las 500 más grandes del mundo. Tenía 24 refinerías: 18 en el exterior y 6 en el país, entre ellas la refinería más grande del mundo: el Complejo Refinador Paraguaná en el estado Falcón; así como las refinerías de Puerto La Cruz y El Palito. Entre sus activos internacionales estaban Citgo (con 8 refinerías en Estados Unidos, en Corpus Christi, Houston, Illinois, Nueva Jersey, Sweeny, Lousiana, y Savannah en Georgia); la Ruhr Oil en Alemania; la empresa Nynäs Petroleum en Suecia (con las refinerías de Nynasshamn en Suecia y Antwerp en Bélgica, así como de las ubicadas en el Reino Unido) y las situadas en el Caribe; 20% de acciones en la empresa canadiense, Enbridge; y 49% de la refinería de República Dominicana, conocida como Refidomsa.
Hoy somos víctimas del comunismo, del socialismo del siglo XXI y de Chávez, que intencionalmente, con premeditación, alevosía, ventaja y traición destruyeron a Venezuela. Todo empezó cuando muchos venezolanos se dejaron engañar por ese demagogo, felón y resentido que despertó odios y que violó la Constitución, porque no se juramentó como manda la Ley. En ese momento calificó de moribunda a nuestra Constitución y no dijo si juraba respetarla o terminarla de matar. Pero por miedo, apatía, conformismo o cobardía, nadie en el Congreso se lo reclamó, ni dijo nada; y desde un principio, solo muy pocos se atrevieron a predecir este desastre (Jorge Olavarría, Allan Brewer Carías, Rafael Díaz Blanco).
Estamos sufriendo una grandísima crisis en materia de seguridad alimentaria y nutricional, y hoy muchos venezolanos comen de la basura. La violación al derecho de propiedad, las confiscaciones y las expropiaciones destruyeron el aparato productivo, reduciendo a cero la producción de alimentos y medicinas. Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) Venezuela tiene la tasa de hambre más alta de Latinoamérica, con más de 4 millones de personas subalimentadas. El control de cambio y la hiperinflación destruyen la moneda y el salario de los venezolanos: El Fondo Monetario Internacional (FMI) señala, que en el año 2018, la inflación en Venezuela cerrará en 1.370.000%; y prevé que en 2019 tendrá una inflación de 10.000.000%, una reducción del producto interno bruto de un 5% y que la economía caerá en un 18%. La corrupción moral y administrativa ya es estructural, porque ha permeado todas las instituciones y somos el país más corrupto de Latinoamérica: El índice mundial de corrupción de Transparencia Internacional nos coloca en el puesto 170 de 180. Tenemos un gobierno saqueando al país. Un hampa organizada en el poder, apoyado por mafias y grupos irregulares como la FARC y el ELN. Un gobierno mafioso donde traficantes de droga y lavadores de dinero operan en el país en complicidad con el régimen de Maduro.
Hay más de 4 millones de venezolanos huyendo del país, buscando una mejor calidad de vida, escapando de la delincuencia y por la inseguridad personal; buscando oportunidades de estudio y trabajo; por la falta de oportunidades y por la incertidumbre política, económica y social.
Hoy Venezuela es un país arruinado.
*Abogado
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@JMColmenares