Con un sofisticado método de tortura, Luis Gregorio Ramírez Maestre, conocido como el ‘Asesino de la soga’, asesinó al menos a 60 mototaxistas en cinco departamentos del país. El celular de su última víctima, que robó, fue la pieza clave para dar con su captura.
Por Infobae
“Es uno de los asesinos más prolijos que se han identificado en Colombia. Generó mucho esfuerzo de búsqueda y análisis por parte de los organismos judiciales del país”, dijo a El Tiempo Belisario Valbuena Trujillo, sicólogo forense.
Ramírez Maestre es oriundo de Valledupar, estaba casado y tenía tres hijos. Pero también una oscura fantasía que lo hizo volverse nómada y frecuentar los departamentos de Cesar, Santander, La Guajira, Norte de Santander y Magdalena en busca de sus víctimas.
Siempre eran hombres de entre 18 y 25 años, de contextura delgada y fáciles de someter, según explicó a El Tiempo Abel Morales, director (e) de la seccional de fiscalías en Santander. Eran conductores de motos que prestaban servicio público, pues podían llevarlo a zonas alejadas y vendía sus vehículos para financiar sus viajes en busca de otras víctimas.
Lo que más disfrutaba era la tortura, dicen los expertos que se relaciona con los maltratos que sufrió en la infancia de parte de su padre. Por eso, diseñó un sofisticado mecanismo con una soga para hacer que fueran las mismas víctimas las que causaran su muerte.
Ramírez Maestre ataba a los hombres a un árbol, de manera que su postura fuera incómoda. Los amarraba en las piernas, brazos y cuello con un nudo especial. Las víctimas debían sostenerse sin estirar sus extremidades, porque sino se apretaban el cuello.
El cansancio de horas hacía que los hombres no resistieran y bajaran sus piernas y brazos, apretando el nudo del cuello y ocasionando una muerte por asfixia mecánica. “Los nudos se cerraban así mismos cuando la víctima, estando de cuclillas, trataba de recuperarse, pero al elevar sus piernas terminaban por ahorcarse”, explicó Valbuena al medio nacional.
Cuando era niño su padre lo obligada a hacer sombreros, manillas y mochilas, con las que aprendió a hacer diferentes nudos, una técnica que perfeccionó con sus fantasías homicidas; detalla El Tiempo.
A veces, Ramírez presenciaba todo el proceso, otras veces se iba y regresaba a la escena para verlos agonizar. Asimismo, robaba las pertenencias de las víctimas y se quedaba con sus documentos de identidad como trofeo.
Pero su última víctima, Jhon Jairo Amador de 18 años, fue la clave para su captura. Los investigadores usaron registros de llamadas de su celular y lo rastrearon, pues Ramírez había cambiado la tarjeta SIM pero lo seguía usando.
El ‘Asesino de la soga’ paga 34 años de condena en la cárcel de máxima seguridad de Valledupar, conocida como ‘La Tramacúa’. Ahí está en un pabellón de tratamiento especial en compañía de otros asesinos y violadores seriales, con fuertes medidas y donde recibe ayuda psicológica.