De tan triste, la historia es poco conocida. La Reina Victoria nunca supo qué fue lo que pasó porque sus herederos lo hicieron cuando ella ya había muerto. Las cartas que una de las más avanzadas monarcas del Reino Unido le había enviado a su fiel ayudante indio Abdul Karim, al que cariñosamente llamaba Munshi. Así lo reseña infobae.com
Junto a él mantenía largas charlas. La reina estaba encantada de conocer más sobre él, sobre su cultura, sobre India, aquella colonia británica tan lejana de la que ella era Emperatriz. Munshi también disfrutaba del honor de enseñarle a “su alteza”. Incluso era su maestro de urdu, uno de los lenguajes más extendidos en aquel país y Pakistán.
Estaba con él cada vez que podía: en sus casas de Escocia, de la Isla de Wight o en Frogmore Cottage, Windsor, la vivienda que eligieron el Príncipe Harry y Meghan Markle para formar su familia y estar un poco alejados de Londres donde la relación de la nueva integrante de la realeza británica con Kate Middleton no es la mejor. Fue allí donde vivía Karim.
Era tal la admiración y el cariño que la Reina Victoria tenía a Munshi que reiteradas veces invitaba a sus pares europeos para que tomaran el té con ella y él y su esposa, Khadija. Las charlas se tornaban fascinantes. Y lo que debía ser un té se prolongaba por horas.
Sin embargo, pese a que Victoria era una adelantada en materia de derechos civiles y lejos estaba de ser racista, en el resto del seno real británico se despertaron celos hacia Karim y su entorno. Racismo y otros sentimientos lo pusieron al maestro de urdu en la mira del entorno de la reina.
Fue por eso que cuando la reina murió en 1901, de inmediato los herederos fueron contra el instructor indio. Horas después del entierro de la monarca miembros de la familia y consejeros de la corte arribaron a Frogmore Cotton y obligaron a Karim a entregar la correspondencia que había cruzado con Victoria.
Sin tener margen para negarse, Munshi accedió. Los enviados de la Princesa Beatrice tenían una orden clara: quemar las cartas de inmediato. Que ninguna quedara en poder de aquel indio. Así lo hicieron ante la desazón de Karim, quien no pudo impedir que la letra de su reina quedara plasmada en las hojas que había leído una y otra vez.
“Era temprano en la mañana y apenas unas horas después de su funeral. Alexandra y la princesa Beatrice estaban allí de pie y muchos guardias, y ordenaron una redada en su casa y todas sus cartas fueron tomadas y quemadas”, explica Shrabani Basu, autor del libro de 2010 Victoria & Abdul: The True Story of The Queen’s Closest Confidant. “Fue un momento desgarrador en la vida de Abdul”.
Luego de la muerte de su reina, Karim fue regresado a Agra, India. Había vivido en Frogmore Cottage durante diez años con el permiso real para decorar la mansión con el gusto que él dictara. Tal era la confianza que le tenía Victoria a su ayudante.