El presidente Maduro acaba de anunciar un nuevo aumento de los salarios y otras dádivas que calificó como “un regalo del presidente”.
¿Regalo del presidente? Yo te aviso chirulí. Lo estamos pagando todos los venezolanos con hiperinflación.
Tratemos de analizar algunos de sus más recientes anuncios. El primero fue el aumento del salario nominal a BsS 4.500,oo. No es el monto lo que llama la atención. Refleja la brusca caída del poder adquisitivo de los salarios en el país.
Ricardo Hausmann ha dicho que a dólar libre el salario de Bs S. 1.800,oo que se decretó a partir de 1 de setiembre equivalía a $ 30 de aquel momento en el mercado libre y que en poco tiempo la pérdida del valor adquisitivo de la moneda lo había reducido a $ 4,50. Plantea ahora Hausmann que el nuevo salario decretado de Bs 4.500,oo representa apenas 11 dólares en el mismo mercado. Estamos peor que antes.
Cada vez que se decreta un aumento del salario, sin que haya como pagarlo, se desatan mecanismos que erosionan el valor de la moneda y el aumento se disuelve rápidamente como sal y agua entre las manos. No se trata de ninguna guerra económica. Yo lo calificaría más bien de ignorancia económica de quienes decretan el aumento.
El secreto es procurar un aumento del salario real y no del nominal. Eso se logra con aumentos de la oferta, de la productividad e impidiendo tanto el déficit fiscal como que el Banco Central financie el gasto público. Se trata de generar confianza y seguridad jurídica, de respetar la propiedad privada y las instituciones. Hay que pasar de una economía de controles a una de estímulos. Hay que liberar el cambio, desatar las fuerzas productivas de la sociedad y atraer inversiones.
El salario real es aquel que representa la cantidad de bienes que el trabajador puede adquirir con el volumen de dinero que percibe y por tanto representa su poder de compra; es decir, la cantidad de bienes y servicios que puede lograr a partir de su salario.
Por no entender como funciona la economía , cada una de las medidas anunciadas por el presidente conspiran precisamente contra el poder adquisitivo del salario.
Cuando el beneficio que produce un aumento de salario decretado es menor que el perjuicio inflacionario que acarrea, en lugar de favorecer a los trabajadores los perjudica.
La razón es clara: el presidente no tiene con qué pagar sus regalos, ni el régimen cómo atender los aumentos de sueldo que decreta. Para poder cubrirlos recurren al Banco Central de Venezuela para que este emita más bolívares inorgánicos. Según el BCV a partir del 1 de setiembre la Liquidez Monetaria creció en un 432% y en los últimos 12 meses en 43.000%.
Ese crecimiento desproporcionado en la cantidad de bolívares, que me atrevería a calificar de falsos, se incorporan a la liquidez monetaria y demandan bienes. El primer impacto es el siguiente: muchos bolívares tratando de comprar pocos bienes inevitablemente conducen a un aumento en el precio de los bienes. Eso es lo que se llama inflación. Al agudizarse, llega a transformarse en hiperinflación, como en nuestro caso.
Pero hay un segundo impacto. Los excedentes monetarios creados artificialmente por el BCV para satisfacer los decretos del presidente, al no encontrar qué comprar en un país que padece una severa escasez de bienes de todo tipo, se desvían hacia la adquisición de dólares en el mercado paralelo. El resultado es que el valor de los dólares en ese mercado se dispara vertiginosamente.
He ahí los resultados de esta novísima Teoría Económica que está inventando el presidente de su propio cacumen y que, en sus propias palabras, no figura en ningún manual ni se ha aplicado en ninguna otra parte del mundo. Hoy se puede vanagloriar de haber sido el padre de la mayor hiperinflación que existe en el planeta y de haber destruido el aparato productivo. William Nordhaus, Premio Nobel de Economía, expresó: “Jamás vi algo tan feroz … Destroza toda teoría económica existente”.
Esas son dos de las consecuencias inmediatas de los regalos de San Nicolás: hiperinflación e hiperdevaluación. Ambas variables se retroalimentan y conspiran en un mecanismo perverso, una suerte de guerra económica auténtica, para robarle el poder adquisitivo al salario
de los trabajadores venezolanos, que de paso se están quedando sin trabajo.
@josetorohardy