El régimen invirtió tiempo y recursos para hacer de la pobreza su mejor herramienta de dominación y control. No en vano llevamos dos décadas bajo este sistema “exitoso” que reinventaron los neocomunistas que nos desgobiernan. El deterioro y la destrucción han sido los signos más evidentes de sus nefastos años en el poder. ¡Veinte años, señores! Cuatro lustros gobernados por unos mediocres que nos han dejado tras su paso, escenas dolorosas de miseria, destrucción, éxodo de compatriotas y muerte; mientras, ellos siguen con sus andanzas y escándalos de corrupción que dejan boquiabiertos a la sociedad decente que aún cree en la ética, honradez y honestidad.
El alto nivel de sumisión que los chavistas/maduristas han impuesto en la población más vulnerable, la que vive en precarias condiciones –y a la que a diario se suman más venezolanos- es uno de sus logros más “meritorios”. El hambre siempre ha sido el mejor mecanismo de sometimiento. Chávez lo supo desde el principio, desde que ganó sus primeras elecciones el 6 de diciembre de 1998. Fue, además, una de las recomendaciones que le hizo Fidel. Nicolás, junto con su mafia, por supuesto, perfeccionó la técnica. E hizo de la pobreza su cómplice y su mejor aliado. El hambre es en estos momentos, proporcional a la ilusión de recibir una caja Clap con un pernil; ese que ofreció Maduro antes de las elecciones de este domingo, quizá como un último recurso para atraer votantes.
Nunca antes, como con este régimen, hemos visto al hambre derrotar con tanta facilidad a la dignidad. Bajar la cabeza, ponerse de rodillas y extender la mano para recibir la dádiva, es lo que ha favorecido la consolidación de estos delincuentes en el poder. Con una mezcla de rabia y dolor, leí los resultados preliminares de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2018 en las áreas de pobreza, misiones sociales, educación, emigración y trabajo, sondeo que realizan conjuntamente la UCAB, la USB y la UCV. La ENCOVI reveló que la cantidad de hogares pobres en Venezuela subió dos puntos porcentuales, ubicándose este año en 48%.
En el estudio se incluyeron como indicadores el estándar de vida según las condiciones de la vivienda, el funcionamiento de los servicios básicos, acceso a la educación, empleo y protección social. Para nadie es un secreto que los venezolanos estamos enfrentando –y sufriendo en carne propia- el descalabro de nuestra calidad de vida. Quizá en distintas proporciones, con mayor o menor capacidad para resolver el problema por nuestros propios medios; pero, los venezolanos sabemos lo que es vivir en un país donde el común denominador es la falla permanente de los servicios de electricidad, agua y comunicaciones. Donde la escasez es la norma y la hiperinflación su secuaz. Y, si eso es un factor para determinar nuestro nivel de pobreza; entonces, todos de alguna manera, al día de hoy, somos gracias a este régimen mucho más pobres que hace unos años.
La encuesta también reveló que hubo un aumento en el número de venezolanos que, durante 2018, se beneficiaron de las misiones sociales que inventó el régimen; pero esto, lejos de ser favorable, redunda en beneficio de este esquema de sumisión a través del cual Nicolás y sus cómplices pretenden perpetuarse. El hecho de que más venezolanos se sumen a las filas de quienes reciben las “dávidas”, solo propicia el fortalecimiento del chavismo/madurismo. Más allá del acondicionamiento de la población, la limosna del régimen transforma a los ciudadanos en esclavos sin más aspiraciones que recibir un pernil y una bolsita Clap; más uno que otro bono de la Patria que celebra la miseria, reitera la mediocridad, favorece la falta de aspiraciones y afianza la sumisión.
Los resultados completos de la encuesta los tendremos en 2019. Esto fue tan sólo un abrebocas que nos deja un sinsabor y le suma un punto a nuestra desesperanza. Veo a este régimen campante y gozoso. Escucho a Delcy “amenazando” –perdón, asegurando- que los venezolanos tendremos este año, las mejores navidades que hayamos conocido. Como si sentir el regocijo por las fiestas decembrinas se obligara y decretara vía Gaceta Oficial. Como que si la realidad del país, no nos golpeara de frente en la cara cada vez que caminamos por nuestras calles. Como si diciembre no acentuara un poco más la pobreza galopante que se distribuye, equitativamente, en todas las regiones de Venezuela. Como si en estas navidades, la soledad no será la principal invitada de nuestros hogares porque, durante 2018, despedimos a más miembros de nuestras familias que se fueron a otros países buscando mejores oportunidades. No, Delcy, la Navidad no se decreta ni se impone. Mucho menos viene en forma de pernil o juguete dentro de una caja Clap.
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