Hay pocas actividades humanas que despierten tantas pasiones como la religión y el deporte. El catolicismo es una de las religiones con más creyentes y el fútbol es el deporte con el mayor número de aficionados. El Vaticano lidera el catolicismo y la FIFA -la Federación Internacional de Fútbol Asociado- regenta este deporte. Estas dos organizaciones administran cantidades ingentes de recursos.
Los orígenes, historias y razón de ser de estas dos instituciones no podrían ser más distintas. Sin embargo, a pesar de sus profundas diferencias, también tienen interesantes semejanzas. Ambas, por ejemplo, comparten la paradoja de que, siendo instituciones esencialmente europeas, la mayoría de sus seguidores están en los países menos desarrollados. También se parecen en que en ninguna de las dos hay mujeres en posiciones de poder. Actualmente, las figuras más representativas del catolicismo y del fútbol a nivel mundial son dos hombres argentinos: el papa Francisco y Lionel Messi.
Lo que sí fue una sorpresa es que quienes enfrentaron la corrupción en la FIFA fueron los fiscales, jueces y policías estadounidenses, un país donde el fútbol aún no tiene la importancia que tiene en otras partes
Estas dos organizaciones administran cantidades ingentes de recursos. Aunque la Santa Sede cuenta con un inmenso patrimonio artístico e inmobiliario, sus principales fuentes de ingresos provienen de sus inversiones, de los alquileres de sus propiedades y de donaciones. Sus finanzas son muy opacas, pero una investigación de The Economist estimó que en 2013 el presupuesto de la Iglesia Católica en EEUU fue de 170.000 millones de dólares, casi todo dedicado a obras de beneficencia.
Por su parte, la FIFA se financia a través de la venta de los derechos a transmitir sus eventos, la comercialización de productos y de inversiones. Entre 2015 y 2018 estos ingresos sumaron más de 5.500 millones de dólares.
Como es bien sabido, en los últimos años tanto el Vaticano como la FIFA han tenido problemas legales. En mayo de 2015, más de una docena de policías de civil irrumpieron en el Baur au Lac, un lujoso hotel de Zúrich, donde estaban reunidos los directivos de la FIFA, y arrestaron a siete de ellos. Meses más tarde, se repitió la escena. A las seis de la mañana del 3 diciembre de 2015, la policía suiza llegó al Baur au Lac y arrestó a dirigentes de la organización que estaban hospedándose allí. Si bien los policías que practicaron las detenciones eran suizos, estaban actuando a petición de las autoridades estadounidenses. El FBI venía investigando la corrupción en la FIFA desde hace años. El Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó a la FIFA de “corrupción desenfrenada, sistémica y arraigada”. Sus directivos recibían pagos ilegales a cambio de votar a favor de un determinado país que aspiraba a ser la sede del campeonato mundial, o por otorgar derechos de televisión.
A raíz de las iniciativas de la oficina de un Fiscal de Distrito en Nueva York, del FBI y de otras agencias del Gobierno estadounidense, varios de los dirigentes de la FIFA y sus asociaciones regionales fueron extraditados a EEUU, juzgados y condenados a prisión. La cúpula de la organización fue reemplazada. El escándalo llevó a varios otros gobiernos a investigar casos similares en sus países. Interesa destacar que las revelaciones de corrupción en la FIFA no fueron una gran sorpresa. Era un secreto a voces que muchas de sus decisiones estaban a la venta.
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