Los barrios acomodados del oeste de París vivieron el sábado una vez más la acción de los vándalos, que vinieron, aprovechando la manifestación de los “chalecos amarillos”, a reventar y saquear las tiendas bajo la mirada inquieta de los vecinos.
Delante del parque Monceau, compuesto de reproducciones de antiguas ruinas y donde normalmente pasean las familias de este barrio distinguido de la capital, un coche está en llamas, y algo más lejos un supermercado es saqueado. En otra parte, una tienda de golf, un restaurante y una tienda de informática son víctimas de pequeños grupos de jóvenes.
Estos vándalos, sin ninguna reivindicación social y venidos por la tarde después del comienzo de las manifestaciones de los “chalecos amarillos”, se sumaron poco a poco al movimiento.
Tienen todos una veintena de años, suelen ir vestidos de negro, enmascarados y siempre con una capucha.
Las escenas de saqueo, rápidas y violentas, afectaron esta vez principalmente a las calles más alejadas de la avenida de los Campos Elíseos, donde había un gran número de efectivos policiales desplegados y donde los comercios se atrincheraron.
En una calle cercana al parque Monceau, a pesar de las protecciones de madera, una tienda ha sido forzada. La alarma suena sin parar y algunos jóvenes han entrado. “¡Agarra un Oasis!”, una bebida azucarada, grita uno de ellos.
Gregor, vecino del barrio, trabaja en la construcción. “Tengo mis herramientas en mi camión, estoy vigilando, es la tercera vez que bajo a verlo”, comenta. “Es una vergüenza ver a la gente que saquea”, añade.
Entre dos salvas de gas lacrimógeno, los vándalos atacan los pocos escaparates que no tienen protección, lanzando algunos adoquines, o dando golpes con palos o barras de hierro. Solo dura unos segundos, constata una periodista de la AFP.
– Los vándalo “disfrutaron” –
Un hombre vestido de negro, con el rostro cubierto, dice haber “disfrutado” cerca de la estación de Saint-Lazare “saqueando cosas”. “Tenía camisas de unos 300-400 euros pero luego perdí mi bolsa, estoy asqueado”, cuenta a una periodista de la AFP.
En el cercano bulevar de Malesherbes, al final de la tarde, un grupo de unas decenas de jóvenes ataca a pedradas un supermercado, después de haber desvalijado una tienda de alcohol.
La puerta acristalada cede rápidamente bajo los golpes. Los jóvenes se precipitan a gritos dentro de la tienda para vaciar las estanterías.
Una descarga de gases lacrimógenos -lanzados por la policía desde más abajo- se cierne sobre los ladrones, que se dispersan rápidamente, destrozando a su paso las ventanillas de los coches allí aparcados.
Cerca, una óptica ha sido literalmente desvalijada. “Se lo llevaron todo, todo, todo”, se lamenta el propietario.
Al caer la noche, la familia de Anne se atreve finalmente a salir a tomar el aire, con su marido y sus tres hijos cerca del parque Monceau, después de haberse quedado “encerrados” todo el día.
“No estamos muy tranquilos pero como no atacan a la gente, todo va bien”, explica después de haber cruzado a un grupo de tres hombres con pasamontañas.
“Si su majestad se dignase a hablar, evitaría todos esos daños. Es una pena llegar a este punto, nunca es tarde para hacerlo bien”, afirma otra habitante del barrio, refiriéndose sin nombrarlo al presidente Emmanuel Macron.
“Esperemos que esto pare para que podamos pasar unas buenas fiestas”, añade. AFP