Exactamente 623 atentados que dejaron alrededor de 402 muertos y 1.710 heridos son adjudicados al Cartel de Medellín que lideró Pablo Escobar, en la época de mayor violencia narco en la historia de Colombia. La sangre y el dolor se apoderaron del país entre 1984 y 1993 -cuando el capo fue abatido a tiros- con asesinatos selectivos, bombas en espacios públicos, en instituciones y en medios de comunicación, y hasta hubo una explosión en un avión comercial. Así lo reseña infobae.com
Según Jhon Jairo Velásquez, alias ‘Popeye’, uno de los principales sicarios de Escobar, unas 6.000 personas murieron como resultado de los atentados perpetrados en nombre del Cartel de Medellín. Cifras de la revista Semana hablan de 100 bombas solo entre septiembre y diciembre de 1989, en supermercados, entidades bancarias, colegios; 85 más entre enero y mayo de 1990, y 10 en diciembre de 1992.
Estos son algunos de los atentados más recordados -y dolorosos- para los colombianos:
Asesinatos selectivos
Todo el que se interpusiera en los intereses de Pablo Escobar se convertía inmediatamente en su objetivo militar. Por tanto, muchos dirigentes políticos y personalidades públicas que denunciaban los estragos del narcotráfico en el país ingresaron a su lista. Entre ellos -y dejando varios por fuera- se resaltan tres: el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla; el director del diario El Espectador, Guillermo Cano; y el entonces candidato presidencial por el Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán.
Cuando Escobar tuvo la osadía de incursionar en política y, tras una dudosa campaña, consiguió un escaño en el Congreso de la República, el primero en delatar sus nexos con el narcotráfico fue el entonces ministro de Defensa, Rodrigo Lara Bonilla. La noche del 30 de abril de 1984, cuando viajaba en su Mercedes Benz por el norte de Bogotá, dos hombres en una motocicleta se le atravesaron en el camino y lo acribillaron a tiros.
Sus escoltas iniciaron una persecución para atrapar a los sicarios, cuyo conductor terminó perdiendo el equilibrio de su Yamaha y se estrelló contra el pavimento, muriendo al instante. Más tarde fue identificado como Iván Darío Guisado, integrante de ‘Los Priscos’, una red de sicarios al servicio del Cartel de Medellín. Su acompañante, y quien perpetró el asesinato, fue Byron de Jesús Velázquez, alias ‘Quesito’, quien resultó mal herido pero vivió para pagar 11 años de cárcel.
Lara Bonilla tenía apenas ocho meses en la cartera. En represalia por su muerte, el presidente de la época, Belisario Betancur, aprobó de inmediato la Ley de Extradición, abriendo la puerta a la guerra contra el narcotráfico. Las denuncias continuaron entonces desde la prensa, y las editoriales del diario El Espectador empezaron a incomodar más de la cuenta los mafiosos que se autollamaron ‘Los extraditables’.
El 17 de diciembre de 1986, ‘Los Priscos’ volvieron al panorama. Entrada la noche, el director del diario, Guillermo Cano, salía con su auto de las instalaciones de este en Bogotá cuando un sicario se asomó en su ventanilla y le disparó en ocho ocasiones con una ametralladora. Periodistas que seguían trabajando fueron a su auxilio, pero al poco tiempo falleció. Tenía 61 años, 44 de los cuales había dedicado al periodismo.
La Fiscalía General de la Nación declaró en 2010 su crimen como delito de lesa humanidad, al ser parte de “un plan sistemático y generalizado” de los narcotraficantes contra periodistas, líderes y dirigentes políticos que defendían la extradición. Esto significa que las investigaciones judiciales al respecto no prescriben, aún siguen en curso.
Dos años después, el 18 de agosto de 1989, otro asesinato selectivo enlutaría al país entero. Luego de recibir muchas amenazas y salvarse de un atentado, el entonces candidato presidencial del Nuevo Liberalismo, Luis Carlos Galán -el mejor posicionado en las encuestas-, daba un discurso en un evento electoral en Soacha, cuando lo alcanzaron unas balas que provenían de la multitud.
Fue trasladado con vida al hospital de Kennedy en Bogotá, ubicado a media hora del municipio donde estaba, pero murió a las horas pese a los esfuerzos médicos. Su muerte impactó al país entero, así que el presidente Virgilio Barco promulgó el decreto 1830 del 19 de agosto de 1989 que autorizaba la extradición por vía administrativa, o sea que ya no era necesario solicitar permiso de la Corte Suprema de Justicia.
En ese momento también se creó el famoso Bloque de Búsqueda, un equipo que reunió fuerza policial y militar de Colombia y Estados Unidos con cerca de 500 miembros, con el único fin de dar con el paradero de Pablo Escobar, y todo su séquito del Cartel de Medellín. Mientras tanto, el capo siguió matando gente y poniendo bombas.
Otros de sus asesinatos fueron el presidente del partido de izquierda Unión Patriótica, Jaime Pardo; el procurador general, Carlos Mauro Hoyos; el gobernador del departamento de Antioquia, Antonio Roldán; el ex ministro de justicia, Enrique Low Murtra; los periodistas Diana Turbay y Jorge Enrique Pulido; entre otros.
Bombas
Cuando se aprobó la Ley de Extradición, comenzó la sangrienta represalia de la mafia contra el Estado colombiano, incluyendo a la población civil. Carros bombas explotaban cada mes en distintas ciudades del país. Nada más en 1993, año en el que Escobar termina asesinado por la Fuerza Pública el 2 de diciembre, detonó varios carros con explosivos: el 30 de enero, en el centro de Bogotá, dejando 25 muertos; el 15 de febrero, dos más en el mismo sector, dejando 4 muertos; y el 15 de abril, en un barrio exclusivo de la capital, dejando 11 muertos.
Hubo otros atentados a la prensa. En 1988, un coche bomba explotó a las afueras del diario El Colombiano, de la ciudad de Medellín. Y en 1989, otro fue detonado en el diario El Espectador, en Bogotá, solo tres años después de haber asesinado a su director. No hubo muertos en ninguno de los dos casos, varios heridos y sí mucho daño material. El medio capitalino, al día siguiente del accionar terrorista, publicó con una portada que tenía por titular: “¡Seguimos adelante!”.
Pero hubo dos bombas que causaron especial impacto. En 1989 -catalogado como el peor año de acoso terrorista del Cartel de Medellín-, siete toneladas de dinamita cargadas en un bus explotaron frente a la entrada principal del extinto Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), eran las siete de la mañana del seis de diciembre. Cayeron 72 muertos y más de 600 heridos tras el estallido que se escuchó en parte de la ciudad. Al parecer, Escobar tenía como objetivo el general Miguel Maza Márquez, entonces director del DAS.
Luego, en 1991, otro carro bomba con 150 kilos de dinamita y metralla explotó bajo el puente de la Avenida San Juan de Medellín, a las afueras de la plaza de toros La Macarena, a unos 50 metros de distancia. Esto ocurrió minutos después de que terminara la octava corrida dela Feria Taurina de la ciudad, muchos no habían alcanzado a evacuar, y otros departían en las casetas ubicadas a los alrededores.
Los testigos de la época cuentan el estruendo que se sintió y la onda explosiva que los sacó volando, y la sangre y partes de cuerpos regados. Esa vez hubo 26 muertos y 134 heridos, aunque estaba dirigido a un carro oficial de agentes del F-2 de la Policía Metropolitana y algunos de los uniformados fallecieron.
Avión de Avianca
Quizás el atentado más brutal -por su especial daño- se realizó el 27 de noviembre de 1989, sin que Pablo Escobar asumiera nunca la responsabilidad sobre este. Un avión comercial de la aerolínea nacional Avianca despegó del aeropuerto El Dorado, de Bogotá, con destino al Aeropuerto Internacional Alfonso Bonilla Aragón de Palmira, que presta servicio a Cali. Cinco minutos después, a 10.000 pies de altura, explotó.
La bomba, detonada por un hombre reclutado por el Cartel que no tenía idea del paquete que llevaba, desató un incendio en la parte central, por las alas, llegando hasta la parte trasera de la aeronave a uno de los tanques del avión, lo que provocó otra explosión que desintegró por completo el avión. No solo no hubo sobrevivientes (107 entre pasajeros y tripulación), sino que murieron tres personas en tierra.
El atentado iba dirigido, según investigación de las autoridades, al entonces candidato presidencial César Gaviria, quien ganó las elecciones en 1990. El político tenía previsto tomar el vuelo, pero por razones de seguridad desistió a última hora. Entre los muertos estaban tres estadounidenses, por lo que el gobierno americano estuvo detrás de los culpables. El único que paga condena por ello es Dandeny Muñoz Mosquera, alias ‘La Quica0, sentenciado a cadena perpetua en los Estados Unidos.