-Tantas veces que se lo dijimos: “Miguel, déjate de nostalgias, ya tu papá está como un fantasma en sus Casas Muertas, lo que cuenta ahora es el futuro Miguel, anda, vende, esa oferta es muy seductora, son 170 palos verdes, eso te permitirá comprar o montar el periódico que se te antoje en el futuro…..—
Pero Miguel seguía atado a las frases que escuchó varias veces de labios de su progenitor, que retumbaban en su cabeza con la fuerza de una tromba ensordecedora. Y esa era la verdad. Para el escritor que fundó el matutino el 3 de agosto de 1943, su criatura había nacido para vivir eternamente. Su primera edición se imprimió en su casa natal ubicada entre marcos Parra y La Pedrera, para luego instalarse en Puerto Escondido, en donde nunca se escondió la veracidad de las noticias. Y esa manera de hacer periodismo le ha costado muy caro, tanto a fundadores como a quienes como Miguel, han tenido el encargo de proseguir con la empresa, siempre desafiando las dificultades.
El Nacional es culpable de presentar la falsedad de la revolución prometida por Chávez. Su impostura fue develada en las páginas del diario de Puerto Escondido. Su doble rasero, sus arrestos demagógicos y populistas, fueron detallados en cada cuartilla escrita, a todo riesgo, en un medio de comunicación que nació para informar veraz y oportunamente.
El Nacional es culpable de dar rienda suelta a las investigaciones que daban cuenta de los actos de corrupción que afloraron de las entrañas del Plan Bolivar 2000. Apenas se estrenaban los bolivarianos en el poder y ya estaban manchando sus banderas con acciones indecorosas.
El Nacional es culpable de autorizar que se desplegara en el diario todo lo relacionado con el paquete de leyes infames que Chávez se empeñó en imponer, entre ellas aquella “Ley de Tierras”, que dieron pie a los paros cívicos que desembocaron en las protestas protagonizadas por millares de venezolanos.
El Nacional es culpable de abrir las páginas del periódico a los venezolanos que le decíamos a Chávez “con mis hijos no te metas”. Es culpable por colocar a ocho columnas los titulares que daban cuenta de las protestas de los trabajadores de Petróleos de Venezuela. Es culpable por hacer posible que nos enteráramos, pormenorizadamente, de las instrucciones de Chávez para que se activara el Plan Avila-en la tarde del 11 de abril de 2002-, que de no haber sido por la negativa de los oficiales de nuestra Fuerza Armada, no hubiesen sido solo 19 las víctimas de Puente Llaguno, sino miles de cadaveres regados por las calles, avenidas y autopistas de Caracas.
El Nacional es culpable, por hacer posible que nos enteraramos de las entregas de miles de millones de petrodólares a Cuba, a Nicaragua, a Ecuador, a Bolivia y la lista de regalos revolucionarios en los más apartados lugares del planeta. Culpable por imprimir las revelaciones sobre los entendimientos de Chávez y Maduro con la narcoguerrilla colombiana. Culpable por permitirnos a los venezolanos enterarnos de las alianzas de Chávez y Maduro con los grupos fundamentalistas del Medio Oriente. Culpable por presentar aquella conmovedora fotografía de la Morgue de Bello Monte, confirmando la verdad que se quería ocultar: decenas de cadaveres amontonados en esas instalaciones.
Culpable por publicar las imágenes de los contenedores repletos de comida podrida en los puertos del país, culpable por dar a conocer como en un país donde la gente muere por falta de medicamentos, se encontraron cementerios de bultos con medicamentos vencidos, que fueron comprados con dólares preferenciales. Culpables por no esconder la tragedia de las carceles controladas por los pranes. Por sacar todos “los trapítos rojos” de los colectivos armados, de los parasindicatos, de las milicias, de los aberrantes controles sociales con el carnet de la patria, de las manipulaciones con las misiones, con las cajas del Clap y con los humillados empleados públicos.
El Nacional es culpable por plasmar en las páginas centrales todos los fraudes electorales, por dar a conocer las sentencias inconstitucionales del Tribunal Supremo de Justicia y por abochornar a los funcionarios alcahuetes de la Contraloría General de la Republica, que pretendían mantener ocultas las irregularidades administrativas. Por hacer seguimiento a las torturas, a los crímenes y a los múltiples crímenes de lesa humanidad perpetrados por Chávez, Maduro y su camarilla. Por advertir los trucos de Zapatero en la parodia de diálogo en Dominicana.
En definitiva, El Nacional y su editor Miguel Henrique Otero, sus periodistas, fotógrafos 6 trabajadores en general, son culpables por resistir, por no doblegarse ante las propuestas indecooisas de la satrapia, cuyos operadores llegaron a pensar que todo tiene un precio, incluso, los principios. Pero El Nacional es culpable de seguir contando con una creciente legion de lectores orgullosos del comportamiento de sus administradores. No se dieron por vencidos y nosotros estaremos a su lado, como accionistas afectivos de El Nacional, en cada página o red social.