Ni el dinero, ni las comodidades, ni el lujo son suficientes para evitar que un individuo acabe yendo por el ‘mal camino’. A pesar de los esfuerzos de su madre, el venezolano Ilich Ramírez, más conocido como Chacal , sucumbió a las ideas revolucionarias de su progenitor, y se convirtió en uno de los terroristas más buscados del mundo durante las décadas de los años setenta y ochenta, publica La Vanguardia.
Por MÓNICA G. ÁLVAREZ/La Vanguardia
Mientras países como Francia, Israel y Estados Unidos ven a este guerrillero como un terrorista, otros como Venezuela, Argelia, Palestina o Libia le admiran hasta el punto de considerarle un “héroe de la causa árabe”.
Cuenta con tres condenas de cadena perpetua: la primera, por asesinar a tres hombres en 1975, dos de ellos policías de la Dirección de la Vigilancia del Territorio (DST) de París; la segunda, por cuatro atentados cometidos en Francia en los que murieron once personas y ciento cincuenta resultaron gravemente heridas; y la tercera, por un ataque con granada contra un centro comercial parisino donde fallecieron dos personas y hubo treinta y cuatro heridos.
Sin embargo, como él mismo admitió años después, participó en más de cien atentados que costaron la vida a unas dos mil personas. Ahora, pese a seguir en prisión tiene como objetivo recuperar su libertad, “tomar el poder” y eliminar la “escoria” de su país.
De nacionalidad venezolana, Ilich Ramírez Sánchez nació el 12 de octubre de 1949 en la localidad de Michelena, en el seno de una familia adinerada y un tanto conservadora. Tuvo tres hermanos y desde su infancia las disputas por la educación se hicieron palpables.
Su madre, María, de profundas convicciones religiosas, siempre intentó que sus hijos abrazasen la fe católica. No quería que las ideas violentas de su esposo hicieran mella en sus vástagos. Pero el padre, José Altagracia, abogado y dirigente del partido Comunista de Venezuela, defendía la lucha armada y el marxismo. Como dato anecdótico, cabe decir que le pusieron el nombre de Ilich en honor al dirigente ruso Lenin.
Vivió en Londres, donde acudió a los mejores colegios. Allí quedó fascinado por la vida de la alta sociedad británica, hasta el punto de convertirse en todo un playboy. Como Ilich jamás destacó por ser buen estudiante, su progenitor decidió enviarlo a Moscú, donde abrazó las ideas revolucionarias palestinas. A principios de 1970 lo expulsaron de la reconocida Universidad Patricio Lumumba por llevar “mala vida”. Su única diversión eran las mujeres y las sonoras fiestas que organizaba.
Aquella circunstancia supuso un punto de inflexión en su vida y el inicio de su carrera como terrorista. Ingresó en el Frente Popular de Liberación de Palestina y aprendió las técnicas de guerrilla con el ejército del rey Husein de Jordania.
En los siguientes tres años, Ilich trabajó duro para convertirse en agente operativo de la red antisionista. Estamos ante un verdadero estratega. Su capacidad de liderazgo y su aclamada verborrea le hicieron valedor de una primera misión en París.
Llegó a la ciudad de la luz en julio de 1973 como jefe del Boudia, organización que servía de enlace con otros grupos revolucionarios como el Ejército Rojo Japonés o las Células Revolucionarias alemanas. A finales de ese mismo año cometió la primera ola de crímenes. Atentó contra Joseph Edward Sieff, dueño de las tiendas de Marks & Spencer y presidente de la Federación Sionista de Inglaterra. Un año más tarde volvió a la carga. El 3 de agosto de 1974, su comando colocó tres coches bomba en la sede de varios diarios parisinos. Y un mes después, en colaboración con militares japoneses, asaltó la embajada francesa en La Haya, donde tomó varios rehenes.
Origen de la leyenda
Aquella acción le convirtió en el objetivo número uno de la justicia. Pero su personalidad camaleónica y su facilidad para los idiomas -habla seis- le permitieron escabullirse por medio mundo y pasar inadvertido. Sin embargo, hubo un acto sangriento que marcó su trayectoria terrorista.
El 27 de junio de 1975, Ilich se encontraba en un apartamento alquilado de la rue Toullier de París. Se había registrado bajo el nombre falso de Carlos Martínez. Aquella noche, un grupo de policías franceses de la Dirección General de Seguridad Exterior (DST) que seguía la pista de una red criminal árabe, dio con el paradero del terrorista gracias a un informador. Le tendieron una emboscada y éste respondió con una ráfaga de balazos que acabó con tres personas muertas. Dos eran policías y el tercero el informante. Aquí nació su leyenda y también su nombre falso, Carlos.
Huyó del país y se escondió en Yemen del Sur para reaparecer el 21 de diciembre de 1975. Su siguiente misión consistió en asaltar la sede oficial de la Organización de Países Exportadores de Petróleo(OPEP) en Viena. Sus gritos de lucha siempre fueron proferidos en favor de la causa Palestina. Aquella acción se saldó con cuarenta y dos rehenes y tres muertos.Volvió a escapar de la justicia y durante años estuvo desaparecido. Las agencias de inteligencia de medio mundo le buscaban y el nombre de Carlos había adquirido fama mundial.
A este respecto, el apodo Chacal por el que se conoce al terrorista surgió de forma casual y gracias a un libro. Durante uno de los registros llevados a cabo por la policía en varios de los inmuebles utilizados por Ilich, encontraron una novela de Frederick Forsyth, El día del Chacal . El periódico The Guardian recogió dicha información bautizando al criminal con el mismo nombre que el protagonista de la obra.
Enjaulando al Chacal
Durante varios años no hubo rastro del Chacal. Algunos investigadores aseguran que se escondió en Hungría; otros, que permaneció en Rumanía. Lo que sí es cierto es que esos años los aprovechó para reorganizarse y obtener fondos para financiar su nueva red terrorista. Aún conservaba sus contactos con Células Revolucionarias de Alemania, lo que le permitió vincularse con Irak o Siria.
Cuando, en 1982, las autoridades francesas atraparon a varios de sus colaboradores y a su novia, Magdalena Knopp, Carlos exigió su liberación a cambio de no emprender ninguna acción violenta. Ante la negativa de las autoridades, hizo estallar una bomba en el tren en el que supuestamente tenía que viajar Jacques Chirac. Murieron cinco personas y treinta resultaron heridas.
Éste no fue el único atentado en suelo francés. El siguiente, aún más atroz que el anterior, ocurrió el 31 de diciembre de 1983, cuando explotaron dos bombas, una en la línea ferroviaria de alta velocidad París-Marsella y otra en la estación de Saint-Charles de Marsella. Finalmente, las autoridades francesas cedieron al chantaje y acabaron liberando a su compañera sentimental.
De nuevo emprendió la huida y se escondió, parece ser, en Siria. Pero el empuje del Chacal iba perdiendo fuelle y los países que le apoyaban fueron negándole el respaldo que necesitaba. Sudán -donde abrazó el islamismo- fue el país que lo entregó en agosto de 1994 a Francia, donde pasó a disposición judicial.
El 24 de diciembre de 1997, Ilich Ramírez fue condenado a la primera cadena perpetua por el homicidio de dos policías franceses y un ciudadano civil árabe (el informante) perpetrado en 1975.
El 7 de noviembre de 2011 se celebró el segundo juicio contra el Chacal por los atentados cometidos entre 1982 y 1983, en los que perdieron la vida once personas y ciento cincuenta resultaron heridas. El 15 de diciembre le sentenciaron a su segunda pena de cadena perpetua con la imposibilidad de cualquier beneficio procesal hasta pasados dieciocho años. Sin embargo, Ilich Ramírez apeló y en mayo de 2013 se inició un nuevo proceso judicial.
Elogiado por Hugo Chávez
Aunque durante su declaración admitió ser el responsable de cerca de dos mil muertes -ochenta perpetradas con sus propias manos-, negó su vinculación en los atentados de 1982 y 1983. “No soy un terrorista, no somos terroristas. Somos luchadores por la libertad”, explicó ante la corte. Un mes después, el tribunal ratificó su sentencia sin posibilidad de revisión hasta trascurridos casi dos décadas en la cárcel. La tercera condena llegaría en 2017. Mató a dos personas e hirió a treinta y cuatro tras un ataque con granada contra un centro comercial de París.
Uno de sus mayores defensores fue Hugo Chávez que no dudaba en aclamar la figura del Chacal. “Lo acusan de terrorista, pero Carlos fue un verdadero revolucionario. Yo lo reivindico, no me importa lo que digan en Europa”, afirmaba en la televisión venezolana.
En octubre de 2018, Chacal habló desde la cárcel sobre su futuro y su posible puesta en libertad. “No cree que va a terminar su vida en prisión”, explica la periodista francesa Sophie Bonnet tras entrevistarse con el terrorista y publicar el libro Salutations révolutionnaires.
Este revolucionario de 68 años lo tiene claro: “Voy a volver a Venezuela y limpiar el país. Hay que eliminar la escoria”.