José Alberto Olivar: A ver quién tira la pajita

José Alberto Olivar: A ver quién tira la pajita

José Alberto Olivar

 

Una vez más vuelve a tensarse la cuerda, el hipotético escenario de choque de trenes aflora en la imaginación de algunos. Se inicia el 2019 marcado por la expectativa creada desde fines del año viejo, en torno a la fecha de investidura presidencial pautada para el 10 de enero. La siembra de rumores y pronósticos definitorios toma vuelo. Las cartas parecen echadas, los frentes irreconciliables resuenan sus tambores de guerra. Por un lado, la nueva directiva, para ser más específicos, la Presidencia de la Asamblea Nacional a cargo del joven e impetuoso diputado Juan Guaidó y en la otra esquina, los guapetones de la dictadura que se jactan de su ensangrentado poder factico.

No es la primera vez que el tablado para la inminente confrontación se pone de manifiesto. Cada cual mide sus fuerzas, se amenazan, despotrican a más no poder, el desafió se centra en ver quién quita primero la pajita del hombro al otro. Y al final del día, tal como nos tienen acostumbrados tras veinte años del libreto reiterado, ¡no pasa nada!

El diputado Guaidó ha advertido en nombre de su bancada política que está dispuesto a poner en marcha todos los mecanismos que la Constitución, abolida por la Constituyente-Psuvista, le ofrece para superar la inminente usurpación del poder. Sin embargo, no queda claro el procedimiento para hacer respetar la legitimidad del Poder Legislativo, sobre todo después de tres años de ultraje. Guaidó cuenta con el reconocimiento internacional y un inobjetable aval constitucional. Solo falta hacer buena la denominación de su partido, “voluntad”, y además, coraje para asumir los riesgos que implica enfrentar al oprobio, incluso el sacrificio físico si fuese necesario, dados los mecanismos abominables de la dictadura.

Es de tener en cuenta que estos no son tiempos en el que los mecanismos de la normalidad institucional tienen vigor. El Estado Cuartel que nos tiraniza hace rato que echó al saco roto cualquier vestigio de racionalidad política, lo que impera es la anomia, la ruindad de la tiranía. Son tiempos en los cuales la audacia tiene vara alta para cualquiera que esté dispuesto a jugarse el premio mayor. Cuando Guaidó aceptó el reto de presidir la Asamblea Nacional, debió estar consciente de la trampa o tal vez oportunidad que el destino le puso en frente. Ahora no le queda otra salida que pisar el acelerador y dar el todo por el todo. Si no lo hace quedará como otros en el basurero de la remembranza.

El régimen no hace otra cosa que cumplir al pie de la letra su manido guión, es lo que le corresponde, vociferar una y otra vez. Falta ver si en verdad está dispuesto a cruzar la barrera del no retorno que tanto anuncia pero no termina de materializar. Disolver la Asamblea Nacional y neutralizar a todos sus integrantes de una vez por todas, es su depravado deseo. No consuma el golpe porque en el fondo se sabe anémico, está al tanto que no cuenta con las condiciones favorables que otrora usufructuó en 1999. Hoy las costuras son notorias y la traición de los que le juran lealtad ronda en el ambiente.

Veremos cómo termina este nuevo episodio.

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