El día de la jura del segundo mandato de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela se desarrolla solo en las cercanías del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en el centro de Caracas, donde se lleva a cabo el acto, mientras el resto de la capital mantiene su ritmo diario; ralentizada y sin festividad.
“Vamos en unidad, vamos creando poder popular, pueblo a la calle”, uno de los cantos más populares del chavismo, se repetía a diferentes tiempos en las tarimas dispuestas a las afueras del Alto Tribunal, aturdiendo a las cientos de personas presentes.
De decenas de autobuses ubicados al final de una de las principales arterias viales del centro de Caracas -donde está el TSJ y que permanece cerrada en casi toda su extensión- bajaban las personas movilizadas desde diferentes puntos de la ciudad y el interior del país, para sumarse a la algarabía a las puertas del Supremo.
Mientras tanto el resto de la ciudadanía que hace vida en esa zona tuvo que caminar largos trayectos para asistir a sus actividades diarias.
La oficinista de 23 años Daniela Moreno manifestó a Efe su descontento con la situación pues, argumentó, “siempre que hacen esas cosas el pueblo que tiene que trabajar para comer llega tarde a su trabajo porque a ellos no les importa y cierran todo”.
Como ella decenas de personas caminaban para tratar de llegar a otros sectores en los que no estuviera interrumpido el paso peatonal o de vehículos.
Efe pudo constatar en un recorrido del este al centro y oeste de la ciudad poco tráfico de vehículos particulares y aún más escasas unidades de transporte público.
Venezuela bajo el mando de Maduro se ha visto sumida en la peor crisis económica de su historia que se traduce en escasez de alimentos básicos y medicinas, hiperinflación y una pésima prestación de los servicios públicos.
El transporte subterráneo, que en los últimos años no se da abasto para la cantidad de usuarios, lucía un panorama despejado en el que los pasajeros podían incluso ir sentados cómodamente en los trenes, normalmente colapsados.
A pocos metros de la sede del Ejecutivo, en un edificio del programa de viviendas subsidiadas por el Gobierno, una larga fila de personas esperaba mientras repartían “las bolsas” del también subsidiado plan de entrega de alimentos.
A lo largo de las calles y avenidas del centro y oeste de la ciudad fueron colgados carteles con la consigna “Yo soy Presidente”, lo que para Marieta Oliveros, una ama de casa de 56 años que esperaba por transporte, “pareciera que son para convencerse él mismo (Maduro) de que lo es”.
La legalidad del segundo mandato de Maduro ha sido cuestionada por la oposición venezolana y numerosos Gobiernos extranjeros que no reconocen los resultados de las elecciones de mayo pasado en las que el jefe de Estado fue reelegido con cerca del 70 % de los votos.
En otros sectores de la cuidad, caracterizados por ser importantes centros de comercio, muchos establecimientos permanecen cerrados y circulan pocas personas.
“La ciudad todavía anda a media máquina y viene Maduro a paralizarla más”, dijo a Efe Jhonfred Rojas, un motorizado que esperaba por algún pasajero en una zona tradicionalmente comercial pero que ha visto mermada su actividad en medio de la crisis.
Según la estatal Agencia Venezolana de Noticias, jóvenes y adultos, trabajadores y estudiantes salieron a las calles “para manifestar su respaldo al jefe de Estado y a la Revolución Bolivariana”, pero lo cierto es que estas personas solo se observan a las afueras de los entes públicos esperando ser trasladados a las afueras del Supremo.
Con todo, desde las 14.00 comenzaron a llegar al TSJ las delegaciones internacionales y autoridades venezolanas para ver jurar a Maduro en medio del cuestionamiento de su legalidad por parte de Gobiernos de América y Europa que han mostrado su preocupación por las condiciones en las que se encuentra Venezuela.
EFE