A los que suelen “tirar la piedra y esconder las manos”, se les llama así, motolitos. Son esos personajes que actúan sinuosamente, cometen sus fechorías y luego buscan culpables en cabezas ajenas. Así fue, por ejemplo, con el secuestro del presidente Juan Guaidó. Lo secuestraron y salieron los parlanchines de Maduro a vociferar en contra de “la ultraderecha”. “Fueron ellos”, gritaba desaforado Jorge Rodríguez, tratando de quitarle la soga del cuello a Nicolás Maduro. Así son estos personajes impostores. Capaces de todo, de lo peor. Por eso no se les arruga un músculo de la cara al momento de mentir, de simular o de fingir.
Vimos a Maduro asegurar que “eso del secuestro de Guaidó, fue un show mediático”. ¡Que caradura! Nadie con dos dedos de frente se traga ese cuento. Esos policías acatan órdenes sólo de ellos, digo de la camarilla. Recuerdo que Antonio me relataba el trato hostil que les dieron a él y a Leopoldo, la segunda vez que los encerraron en los calabozos de Ramo Verde. Fue tan inclemente y vejatorio la forma como procedían los custodios, que cuando pedían, aunque fuera agua, la respuesta era “para darles agua debemos pedir autorización al comando central”. ¿Leyeron? Está claro entonces que esos funcionarios no mueven un pie, sin que les den la señal sus jefes políticos.
Igual ocurrió con el cruel asesinato del concejal Fernando Albán. De los calabozos, que como se sabe están bajo tierra, por eso el remoquete de Tumba, a esa cárcel que montó el régimen para confinar a los presos políticos. Después que lanzaron al concejal del piso 10 de ese edificio, argumentaron que “lo habían llevado al baño y Fernando Albán se les soltó y decidió suicidarse”. Que mentira tan asquerosa. ¿está en los sótanos y de allí lo suben al piso 10 para que use un sanitario? Son incapaces hasta para mentir, o más bien, son tan cínicos, que se burlan hasta de los muertos.
Tampoco olvidamos como masacraron a Oscar Pérez y a sus compañeros en El Junquito. Esos motolitos se atrevieron a decir que las víctimas opusieron resistencia, cuando todos veíamos por las redes sociales que se habían rendido. Pero no, nada de clemencia, “al enemigo, ni agua”, mascullaba Maduro apoltronado en Miraflores, desde donde dio órdenes de atacar y matar. Así se les van los días. Hostigando a periodistas a los que acusan de “crear percepciones falsas sobre la escasez”. Persiguen a operadores de portales que dan cuenta de cómo marcha el dólar paralelo, a los que responsabilizan de la devaluación.
Y siguen mintiendo. Le quitan ceros al bolívar y nada, la hiperinflación sube como un cohete, pero Maduro se defiende atacando al imperio, a ese mismo al que le continúa vendiendo la ñinguita de petróleo que sobra después de los barriles que está obligado a enviar a Rusia y a China por concepto de pago de lo que ya esos enclaves cancelaron, y de los tanqueros que salen cargados de regalos para Cuba y otros socios del Foro de São Paulo. En definitiva, así son los populistas, farsantes a todo trance.