Los problemas se van acumulando en Cuba y ahora se plantea un nuevo escenario de conflicto con Colombia. Cobijar terroristas está en la naturaleza del castrismo, opina Yoani Sánchez, editora del portal 14Ymedio en un artículo publicado en ese medio
Cuba, santuario de prófugos de la justicia
Yoani Sánchez
El centro de atención se ha movido bruscamente para las autoridades cubanas. Pocas semanas antes de un complejo referendo constitucional y con una economía que hace aguas por todos lados, ahora La Habana se ha enzarzado en una agria disputa con el Gobierno colombiano. El pulso entre la Plaza de la Revolución y el Palacio de Nariño parece que irá para rato.
Tras el atentado terrorista que dejó 20 muertos y 68 heridos en Bogotá, el presidente Iván Duque ha insistido para que La Habana le entregue a los diez miembros del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de la delegación de paz que permanecen en la Isla. El canciller cubano, Bruno Rodríguez, ha respondido con un tecnicismo que provocó más dudas que certezas.
Según escribió el ministro de Exteriores en su cuenta de Twitter, “Cuba actuará en estricto respeto a los Protocolos del Diálogo de Paz firmados entre el Gobierno y el ELN”, en caso de ruptura de negociaciones. La parte colombiana respondió que “no hay protocolo que ampare el terrorismo” y La Habana añadió leña al fuego asegurando que jamás ha permitido ni permitirá que su territorio sea usado para la organización de actos terroristas.
Pero los precedentes de estas últimas seis décadas niegan esas aseveraciones. Si se revisa la historia de los últimos años es fácil concluir que las autoridades de la Isla evitarán a toda costa entregar a los guerrilleros. Es muy poco probable que este caso ponga punto final a su largo expediente de protección a prófugos y criminales. Resulta impensable que puestos a elegir entre dos fidelidades, terminen optando por complacer a Duque.
En la Isla se han escondido por décadas decenas de etarras involucrados en asesinatos y con un amplio historial delictivo en España. En la capital cubana vive también Joanne Chesimard, conocida también como Assata Shakur, y quien entró a la lista de los terroristas más buscados por el FBI después de matar a un policía. El famoso ladrón Robert Vesco encontró refugio bajo la falda de la revolución cubana después de robar más de 200 millones de dólares.
Esa “solidaridad” con criminales y terroristas parte de dos pilares. El primero de ellos se estableció desde los primeros años en que Fidel Castro llegó al poder y se expresa en el apoyo a cualquier movimiento o persona que comparta ideas anticapitalistas, comunistas o de subversión del orden establecido en su país de origen. El segundo, obedece a la máxima de que “el enemigo del enemigo” es siempre un amigo para el régimen cubano.
Bajo esas dos premisas, las autoridades han acogido a cuanto delincuente internacional hubiera pedido refugio tras mostrar un prontuario de daños contra las instituciones de Estados Unidos, los Gobiernos de América Latina y los cuerpos del orden de los países más críticos con la situación de los derechos humanos en la Isla. Hospedar a esos impresentables ha sido un acto de venganza política, un desafío a la justicia internacional y una burla a las víctimas.
Los malhechores escapados de otros lares no solo han encontrado aquí un sitio para evitar terminar frente a un tribunal, sino que la mayoría ha gozado de un nivel de vida muy superior al de la mayoría de los cubanos. En mansiones, con escoltas y un buen suministro de alimentos, muchos de estos delincuentes en fuga han llevado una vida bien alejada del estrecho calabozo que se merecían.
En el caso del Ejército de Liberación Nacional (ELN) la “hospitalidad” ha llevado a que la prensa oficial todavía, a las 10 de la mañana de este lunes, no haya publicado una palabra sobre la declaración que hizo el grupo guerrillero reconociendo la autoría del atentado terrorista contra la Escuela de Cadetes de la Policía colombiana. No solo les ha dado abrigo, sino que también les ha ofrecido la complicidad de su silencio.
¿Por qué ahora el Gobierno de Cuba actuaría de forma diferente con estos prófugos? Cada vez más aislado en la región, con una generación histórica en franca retirada biológica y un sistema que no logra sacar del atolladero material a 11 millones de personas, La Habana debería responder afirmativamente al pedido de Bogotá para dejar claro que los tiempos de la anuencia con criminales han terminado.
Sin embargo, creer que algo así es posible se equipara a soñar con que el escorpión no picará a la rana que lo ayuda a cruzar el río. Aunque se hunda en las aguas del descrédito y de la soledad diplomática, cobijar terroristas está en la naturaleza del castrismo.