Esta semana se cumplen sesenta años de la inolvidable gesta del 23 de enero de 1958. Recuerdo una canción de la época que decía “la fecha en la que el pueblo la verdad clarita vio”. Las circunstancias y la realidad actual son diferentes, pero el espíritu de la nación es cada vez más parecido. Se aspira a un cambio radical, profundo, irreversible, que empieza con la salida de Maduro. Primer paso hacia la sustitución del régimen actual para dar paso a la Libertad y a una verdadera y moderna Democracia.
Nunca he sido partidario de poner fechas para preanunciar lo que aspiramos suceda. Prefiero que las recordemos una vez alcanzados los objetivos. Pero, en fin, todo es secundario en presencia de una tremenda lucha entre la ilusión y el fracaso. El inquietante dilema, tanto para la oposición como para el régimen, no será resuelto este miércoles pero si es un paso más en la ruta para que las ilusiones se conviertan en realidad. Los Cabildos de ese día, además de los ya celebrados en todo el país, reflejan una intensa movilización que cualitativa y cuantitativamente se corresponden con la voluntad general de una población cansada y harta.
Para los días por venir, exigimos a la dirigencia opositora, de todos los sectores, trabajar intensamente sin equivocarse de enemigo. Es fatal la actitud de algunos personeros, incluso agrupaciones políticas, empeñados en disparar hacia los costados con el adversario enfrente. Avanzamos hacia la confrontación definitiva. Dura, quizás terrible, pero inevitable. He dicho muchas veces que de esto no saldremos por las buenas, pero si queremos el triunfo, debemos estar listos para el combate en los peores escenarios. Si no se dan, pues que viva Dios, pero si se presentan que nos encuentren bien preparados para profundizar nuestras responsabilidades. Ojala y me equivoque y todo pueda ser resuelto como suelen dirimirse las diferencias entre gente civilizada y patriota. No es el caso. Todo lo contrario.
Aprovecho estas notas para pedir la mayor solidaridad posible con la Asamblea Nacional en general y con su presidente, Juan Guiado. Dejemos a un lado los intrascendentes debates inducidos, voluntaria o calculadamente, sobre secundarios temas, por la multiplicidad de “constitucionalistas” que aparecen a diario diluyendo la opinión de quienes sí lo son.
Si en el campo opositor hay problemas, mucho más tienen en este momento los gobernantes. Serias diferencias entre ellos. Desesperación entre los responsables primarios del desastre. Prevén el desenlace adverso. No saben qué hacer con sus vidas y fortunas mal habidas. Tienen claro que de las estructuras del narcotráfico y del terrorismo sólo saldrán presos y callados o, simplemente, muertos. Atención a Colombia, México y los juicios e investigaciones en Estados Unidos.
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