Fue Churchill quien dijo, en una frase muy celebrada, que la Unión Soviética era un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma. Es probable que si el viejo león de Woodstock siguiera en activo, tuviera que decir lo mismo sobre la economía de Venezuela. Es un misterio sepultado bajo toneladas de mentiras estadísticas en medio de una ausencia total de transparencia.
Por: Carlos Sánchez | El Confidencial
Hay, sin embargo, algo muy evidente: Venezuela es una auténtica ruina económica. Pero más allá de esta obviedad —ahí están los millones de venezolanos que han tenido que emigrar y la penuria de muchas familias sin recursos para escapar—, lo que está fuera de toda duda es que la verdadera situación financiera de Venezuela se desconoce. Y, en particular, sus compromisos comerciales y financieros con China y Rusia, que no solo son el principal soporte político del régimen, junto a Cuba, sino que se han convertido en sus principales acreedores. Venezuela, de hecho, es su gran proveedor de materias primas.
Todo es tan opaco que desde el año 2005 Venezuela no envía datos al Fondo Monetario Internacional (del que forma parte) de acuerdo con el célebre Artículo IV, que obliga a los países miembros no solo a suministrar información estadística sino que habilita a los funcionarios del FMI a conocer ‘in situ’ la situación entrevistándose con sectores públicos y privados con el objetivo de supervisar el funcionamiento de la economía. Una monitorización fallida que llevó al Fondo el pasado mes de mayo a dar una especia de ultimátum a las autoridades venezolanas. Obviamente, sin ningún éxito.
Lo que se sabe es que China es el principal socio financiero de Venezuela, y después viene Rusia. Aunque los datos sobre la financiación de estos países son escasos, se estima que China ha invertido unos 70.000 millones de dólares (unos 61.000 millones de euros), que deben ser devueltos, principalmente, en crudo y minerales. Es decir, que buena parte de las inmensas reservas venezolanas de petróleo (las más grandes del mundo) están ya hipotecadas a largo plazo, lo que explica el interés de Beijing y Moscú en encontrar una salida. Tan solo China, según el Centro Internacional de Estudios Estratégicos (CSIS, por sus siglas en inglés), posee actualmente alrededor de 23.000 millones de dólares de la deuda externa de Venezuela, por lo que es el mayor acreedor del país.
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