Cada día, Omar se encadena a la verja de una catedral en protesta por la corrupción en el régimen de Nicolás Maduro, la falta de comida y medicinas. Se declara defensor de la ‘revolución’, pero pregunta: “¿cómo luchar con hambre?”.
Frente a la basílica de Barquisimeto (oeste), con una gruesa cadena rodeándole la cintura, Omar Monrroy dice que iría al frente de batalla para salvaguardar, frente a amenazas externas, el proyecto fundado hace 20 años por el fallecido expresidente Hugo Chávez (1999-2013).
Pero a los pocos metros, añade, tendría que rendirse porque no tiene dinitrato de isosorbide, la medicina que necesita para su enfermedad coronaria. “Quisiera ir a la vanguardia, (pero) no voy a llegar ni a la retaguardia”, dijo Omar a la AFP.
La rutina de este hombre de 70 años cambió desde el pasado lunes, cansado de hacer filas para conseguir sus fármacos. Llega temprano a la moderna catedral, cuelga pancartas y carteles en la reja perimetral y se encadena como método de protesta.
Permanece allí unas ocho horas, durante las cuales peatones se detienen a conversar con él. Muchos creen, al verlo sentado en el suelo, con su barba gris, que está loco. No es así, se defiende Omar, justificando su acción en “una lucha” contra la corrupción que, según dice, rodea los programas sociales del presidente Nicolás Maduro.
Los vecinos de su comunidad, Valles de Uribana, pagaron el año pasado por alimentos que el gobierno distribuye a precios subsidiados en zonas populares, en un programa llamado CLAP (Comités Locales de Abastecimiento y Producción).
Las 400 cajas de comida jamás llegaron y nadie da razón del dinero. “Yo no tengo comida para defender la revolución”, se quejó Omar, con un afiche de la última campaña electoral de Maduro a sus espaldas, sobre el cual escribió su versión del acrónimo CLAP: “Cuerda (grupo) de Ladrones, Arrogantes, Pedantes”. “¡Ni siquiera tengo agua!”, añadió.
Como el resto de las grandes ciudades de Venezuela, Barquisimeto sufre habituales fallas en servicios públicos como agua y electricidad. Organizaciones humanitarias estiman en 85% el desabastecimiento de medicinas en el país petrolero, sumido en una grave crisis económica con hiperinflación de 10.000.000% para 2019 según el FMI.
“La guerra”
En medio de la embestida del líder opositor Juan Guaidó, jefe del Parlamento reconocido como presidente encargado de Venezuela por unos 40 gobiernos, Maduro denuncia un plan de Estados Unidos para invadir al país y ejecutar un golpe de Estado.
El gobernante socialista se niega a aceptar el ingreso por las fronteras de ayuda estadounidense gestionada por Guaidó, en comida y medicinas, por considerarla la “excusa” para iniciar esa intervención militar.
“La guerra no la tiene Donald Trump, la guerra la tenemos nosotros aquí, los chavistas rojo rojitos que estamos enchufados robando”, expresó Omar, refiriéndose a los beneficiarios de la corrupción oficial.
Maduro, quien alerta sobre el peligro de “una guerra civil” si fuese derrocado, se ha declarado harto de la corrupción en varios discursos durante los últimos meses.
Omar le pide pasar de las palabras a los hechos. “Si tú, que estás en (el palacio presidencial de) Miraflores estás obstinado (hastiado), ¿cómo estará tu pueblo?”, manifestó dirigiéndose al mandatario.
No deja de declararse chavista, pero su “guerra” es otra: “Lucho por mis medicinas, lucho por mi comida, lucho contra un Estado indolente (…), burócrata (…), corrupto. Por donde uno se mete, hay corrupción”. Por Ramón Veliz y Esteban Rojas / AFP.