“Me manipuló”: En un libro testimonio, una exmonja carmelita narra los abusos sexuales, incluida la violación, de los que acusa a un cura francés.
El papa Francisco reconoció el martes que curas y obispos agredieron sexualmente a religiosas, y expresó su voluntad de “avanzar” sobre este tema.
Esas declaraciones son “una esperanza” pero “hay mucho por hacer”, según Claire Maximova, ex hermana que contó su historia en un libro, “La tiranía del silencio”.
Claire Maximova nació en Ucrania y llegó a Francia con 23 años para unirse a una escuela de evangelización antes de entrar en las carmelitas. En un monasterio que “agonizaba” perdió pie y tenía el sentimiento de que se limitaban todas sus iniciativas.
“Estaba completamente aplastada, perdí mi personalidad”, resumió la mujer.
Maximova conoció entonces a un cura carismático, con quien encuentra un apoyo espiritual. Hasta el día en que intentó besarla, dice.
La mujer cesó entonces todo contacto con el cura, pero dos años más tarde, cuando encontró un trabajo en el exterior, vuelve a verlo.
Vulnerable, aislada, “le llegué en bandeja”, estimó. Según su relato, le impuso entonces agresiones sexuales, hasta la violación, durante un periodo de año y medio. “Cada vez me dijo que era la última vez”.
En sus cartas “leía lo que me convenía y cerraba los ojos sobre lo que no me convenía, simplemente porque no tenía elección”, asegura.
“Entender que estaba bajo su influencia me llevó tiempo”, agregó, estimando que fue “manipulada”.
– ‘Náufraga’ de la Iglesia –
En 2017, consternada por la reacción del superior del cura a quien le contó su historia, la mujer decidió presentar una demanda: se abrió una investigación preliminar, en curso, confirmó a AFP la fiscalía competente. El cura y su responsable, en el extranjero, no pudieron ser contactados el viernes.
También se inició un juicio canónico, pero la ex religiosa no tiene noticias. Desde entonces, el que designa como su agresor, cuyo nombre no revela en su libro, sigue siendo prior, es decir superior de un monasterio.
“Di mi vida a la Iglesia desde los 15 años, me eyectaron, y él, con todo lo que hizo, brilla bajo los aplausos, está protegido”, lamenta.
Con 44 años, hoy maestra, tiene mucha dificultad para ir a misa, y ya no se confiesa.
A pesar de ello no se ve “dejando la Iglesia” en donde “vivió cosas muy bellas”. “Soy un poco como un náufrago que nada alrededor del Titanic y que dice ‘me hubiese gustado volver a subir pero…'”, describe.
Con su libro quiso “aportar luz” a las otras víctimas. Quiso hacerlo a cara descubierta ya que, insiste, “no soy yo la que tiene que tener vergüenza, es él”.
También pide que las cosas se muevan. Entre los fieles “las mentalidades cambiaron”, pero aunque los responsables “empiezan a decir que tomaron consciencia, en lo que concierne los actos, no veo que nada se mueva”.
AFP