No se entiende si se adelantaron en ofrecerla o que la ayuda humanitaria es lenta, engorrosa e indecisa. Algunos países han ofrecido ayuda y dinero, para una nación devastada que se calcula sólo en importaciones esenciales, requiere cerca de mil millones de dólares mensuales. Y eso porque en esta Venezuela que el madurismo ha destruido con empeño castrista digno de mejor causa, ya nada o poco queda, ni siquiera lo que una vez fue el gran e insustituible motor económico, la industria petrolera arruinada y sobrecargada de personal con minoría de expertos y abrumadora mayoría de carnetizados psuvistas que están, ellos mismos, en bancarrota técnica y económica.
El régimen y sus adversarios se han enfrascado en una discusión entre “ya viene” y “no pasará”, mientras continúan las defunciones por insuficiencia de medicinas y alimentos. La idiotez obstinada del “no pasará” oficialista, proclamado por quien el mundo libre y democrático no reconoce, disfrazado -la foto con un ¿casco? ruso de tanquista es más cómica y deprimente que la más aguda caricatura- es el grito de bandidos saqueadores negando el hambre de quienes mendigan desesperados y mueren por carestía de tratamiento.
El ingreso de ayuda humanitaria es vital y no permite avenencia. Lo que vivimos es inédito y amerita originalidades, con riesgo ciertamente, pero nunca más grave, lamentable y doloroso que los sufridos en estos años de oprobio, abuso, irrespeto y violaciones básicas de los derechos ciudadanos.
Pero la oposición, que ha llamado a los venezolanos a rodearla y darle apoyo, lo cual ha logrado, ¡qué duda cabe!, parece estarse quedando en alardes y promesas, mientras el llamado rojo al orgullo militar se muestra en un burdo bloqueo con un par de contenedores vacíos, y un anticuado remolque. Si la fuerza castrense, que se enorgullece de ser heredera de Simón Bolívar, va a quedarse sólo en eso, hace recordar a los que huyeron hacia Oriente y no a los que avanzaron a pecho abierto, lanza en mano en la llanura de Carabobo.
Cuando se escuchan gritos, convocatorias de parte y parte, se puede imaginar los tiempos terribles de 1814, aciago año de las fuerzas independentistas, o aquél nefasto 1812 que terminó con Miranda preso, Bolívar insultado y la patria aplastada por la fiereza del marino Monteverde. La diferencia es que la Guerra de Independencia duró, con altos y bajos, 14 años si contamos entre la Semana Santa de 1810 y la Batalla Naval de Maracaibo de 1824. Tuvo tiempos de derrotas, ruina y muerte, pero también de gloria y grandes victorias, mientras que el castrismo suma ya 20 años de permanente destrucción y costosas sandeces.
Venezuela pendulea entre promesas y esperanzas de un país que, se agrupa alrededor de un líder joven, novedoso, y un régimen encallecido en el escarnio y la ignorancia del buen gobernar, atornillado entre bayonetas y amenazas, se niega a reconocer lo evidente, la abrumadora mayoría de todos los sectores socioeconómicos y áreas del país que no soportan más, exigen cambio, piden a gritos que se vaya, y el mundo independiente, demócrata los rechaza como gobernantes de una nación, que los señala al igual que cuerpos judiciales y policiales, como delincuentes de la peor calaña.
Comienza a germinar peligrosamente un sentimiento racional de que el tiempo maniobra contra la Venezuela decente, impresión que conveniente e interesada comparte la dictadura indecente y tiránica. Hay que derrotar la errónea impresión.
La ayuda humanitaria que se ofrece cada día y cada amanecer alarga la expectativa, ejemplo trágico de la Venezuela empobrecida y desvalijada que no puede darse el lujo de otra decepción. Se está mermando la confianza para representar posibilidades, la falta de claridad en acciones difíciles que apremian decisión, empiezan a minar el entusiasmo. Sin pesimismos, es lo que se percibe, realidad que incomoda, señalarlo no es de agrado, pero corregirla es vital, antes de que sea tarde.
La nueva dirigencia que se presenta y se precisa renovadora en profundidad, debe entender y aprovechar que, la ciudadanía los acompaña, respalda y está con ellos; pero la paciencia popular no es tan elástica como algunos creen, y los militares no pueden tomar decisiones drásticas si no están convencidos y seguros a favor de quién. Hay motivación, deseo, integridad, principios y valores, pero no hay confianza. Esa es la verdad. ¡Allí el gran dilema, el verdadero conflicto!
Expulsar a los funcionarios cubanos, iraníes y demás alimañas, desalojar a grupos irregulares y delincuenciales en la frontera ligados al narcotráfico y terrorismo, lo evidente de romper relaciones diplomáticas con Cuba y lacras asociadas, el apremio de solicitar protección internacional para que ingrese y sea ordenadamente dispuesta la ayuda humanitaria, aprobar con bemoles la Ley de Transición y dudas razonables la de Amnistía, buscar con insistencia el apoyo militar y conseguir el anhelado quiebre por más del 90% de la población, son tareas de necesario cumplimiento y escaso tiempo disponible; porque el pueblo que sufre y opositores a los cuales los dolientes les ha confiado legitimidad, no son los únicos que piensan y actúan. La llegada de la ayuda humanitaria es un complejo escenario para un Gobierno que no tiene la inteligencia para dejarla ingresar en manos de organizaciones de prestigio reconocido y afirmar con ello generosidad, sino que se empeña en convertirla en un choque bélico que define su victoria en el mantenimiento del infortunio e indigencia.
Es hora de dar por terminado este terrible accidente de la historia, esta pesadilla de terror y espanto, de echar a un lado los obstáculos con decisión, ¡Vamos Venezuela con valentía y coraje!
@ArmandoMartini