Hace pocos años discutía con una notable abogada de la ciudad de Nueva York, sobre las posibilidades que tenía Diosdado Cabello de salir airoso en la demanda emprendida por difamación en contra de The Wall Street Journal, producto del artículo que publicaran en 2015 señalándole de ser responsable de actividades criminales; y su respuesta fue contundente: “Nadie puede reclamar el daño a su reputación sino tiene buena reputación”. Fue así entonces como las cosas terminaron como tenían que terminar, y en una jurisdicción como la norteamericana, donde la libertad de expresión es la columna vertebral de su sistema democrático, sencillamente la demanda de Cabello no prosperó y tuvo una suerte muy diferente a la que por cierto tuvo el mismo caso que emprendió en Venezuela en contra de La Patilla, Tal Cual y El Nacional.
La anécdota del trance Cabello viene al caso precisamente cuando ayer pudimos ser testigos de una más de las desesperadas cadenas de radio y televisión del desgobierno, donde en una exhibición de absoluta pérdida de contacto con la realidad y probablemente bajo los efectos de una lumpia de esas de las que señaló en una oportunidad el hijo ilustre de Curiepe, lanzaron con bombos, platillos, cohetes y fanfarrias, pero además en un escenario decadente que es ejemplo de la desidia “revolucionaria”, la denominada “Marca País”. Y es que viene al caso la anécdota, pues en toda marca, sea comercial para distinguir los productos o servicios de una empresa de los de sus competidores, o en una “Marca País”, donde lo que se busca es diferenciar y posicionar a un determinado territorio como destino atractivo y origen de productos y servicios de calidad, lo esencial y el todo, gira en torno a la reputación y no precisamente a la mala sino a la buena reputación.
Por desgracia, nuestro amado país dista ahora mismo años luz de estar en su mejor momento para promoverlo y construir sobre su reputación una Marca País competitiva que le distinga de forma positiva frente a otros destinos, pues pese a que los majestuosos escenarios y recursos naturales con los que la providencia bendijo a estas tierras están allí mismo donde han estado por milenios, la desdicha involucionaría que ha desgobernado durante los últimos 20 años, se ha dedicado con fervor y ahínco infinito a destruir todo aquello que es inherente a cualquier escenario turístico que pretenda captar a algo más que mochileros. Es así como encontramos que todos nuestros mejores y más paradisiacos escenarios adolecen de la misma y recurrente falla, que es la precariedad de sus servicios públicos. Los Roques por ejemplo, ese Archipiélago que representa al mismísimo paraíso tal como lo idealizamos la mayoría de los mortales, es sencillamente una precariedad donde todo emprendimiento lleva impreso el sello del heroísmo, pues significa luchar contra la falta de luz, de agua potable, de combustible, de recolección de basura, y en fin, de todo cuanto compete a quien está obligado a crear las condiciones favorables para competir contra la oferta de otras latitudes que seguramente no brindarán un escenario tan idílico, pero que sin duda son garantía de confort, seguridad y servicio, lo cual se repite una y otra vez en cada una de nuestras mejores locaciones.
La Marca País va además mucho más allá del posicionamiento en el mapa de destinos turísticos deseados, y hoy día, es una herramienta vital para la atracción de capital extranjero, tarea en la cual por cierto hemos ido en contravía y en la que más bien el desgobierno ha trabajado con el más dedicado fervor en ahuyentar, al crear el ambiente de negocios más oscuro, inseguro e incomprensible del planeta. Por la vía de los hechos, trabajar y emprender en Venezuela es solo para venezolanos y no por nacionalismo, sino porque difícilmente alguien que opere empresarialmente en el mundo moderno, pueda navegar con éxito en una jurisdicción regresiva como la venezolana, donde no solo la precariedad de los servicios públicos está a la orden del día, sino que a ello se le suma la obvia inseguridad jurídica y la agobiante inseguridad personal.
En fin, todo cuanto se haga desde esta nueva iniciativa distorsionada que decidieron llamar “Marca País”, mientras sea conducida por ese accidente histórico de desgobierno que ha estado al frente durante los últimos 20 años, está montado sobre mentiras que solo engañan a ellos mismos, donde lo único cierto son los sublimes escenarios con los que nos bendijo la naturaleza. La verdadera “Marca País” está naciendo y no de la mano del desgobierno, sino de la energía de una abrumadora mayoría ciudadana que decidió salir a reclamar transitemos la ruta para el rescate de Venezuela. De allí saldrá naturalmente y sin mentiras ni falsas afirmaciones, que somos el mejor país y el mejor destino. ¡Estamos cerca!
Cástor González
Abogado
Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC)
@castorgonzalez