Desluce Maduro en cadena nacional, apelando a mentiras y fantasías cuasi carnestolendas, como en un desvarío, un extravío, un delirio demencial; febril, agónico. Se le van las piernas, para emplear una imagen medio fantasiosa del boxeo; tambalea sin asidero. Proferir a estas alturas que se propende a la “independencia científica y tecnológica del país” es situarse en un discurso demencial, increíble; pretender confundir… ¿a quién? Si prácticamente llevó al esterero a las universidades públicas, a la educación en general. Mayor anclaje en la palabra moribunda de un régimen cayendo es hacerse pasar por ser: “Fiel defensor de la clase obrera y la estabilidad laboral”. Ahora cuando los sueldos y salarios resultan insuficientes para el puro pasaje en bus en procura de un tránsito entre la habitación y el puesto laboral, cuando cualquier mendrugo resulta inasible con el trabajo y se carece en todo el sector laboral de algún atisbo de protección social. Cuando se le sustrajeron al Estado sus bases: el trabajo y la educación.
Choca, esta actual debilidad discursiva del régimen despótico contra las cuerdas, con la firmeza del discurso de la Asamblea Nacional y su ruta antitiránica: fin de la usurpación, transición y elecciones. Ojalá sea un proceso no tardo. Pero no es sólo esta dinámica política afanosa la que enfrenta, sino también la ayuda humanitaria y su posible empujón bélico, aunado a la todavía creciente presión internacional diaria, en una temporalidad sonora, de aceleración de caídas fúnebres.
Además, enfrenta algo peor: la campaña electoral sentenciosa del presidente de los Estados Unidos. Juan Guiadó participa que la ayuda entra por que sí y Donald Trump amenaza con hacerlos ir del poder, cuando menos.
La pegada ha sido certera. La esperanza esta vez no resulta infundada. Saldrán y vendrán renovaciones económicas y democráticas incalculables. Será la sepultura del socialismo macabro. Brindo por eso.
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