En Venezuela estamos en un paraje de quiebre definitivo. No podemos seguir viviendo en este estado de anomalía en un país secuestrado por una recua inmunda que lo que no ha devastado, lo ha deteriorado. Es un momento definitorio. Estamos en una verdadera metaxis platónica. Ya no podemos justificar nuestra falta de claridad y coraje diciendo que no hay liderazgo. Lo hay. Como ya no podemos evadir ni procrastinar nuestra responsabilidad individual y social, lo que optemos en este momento definirá el futuro. Nos definirá lo que decidamos como individualidades, como miembros de una sociedad que constantemente ha preferido lo conveniente a lo ético. Esa es la coyuntura, la metaxis más difícil.
El coraje solo se puede manifestar cuando nos enfrentamos a un peligro real. La entereza solo puede probarse si ha sido tentada. Es fácil decir “yo nunca haría eso” si no has conocido la seducción de un provecho jugoso. ¿Cuántos rechazaron CADIVI por lo que colegía, o un bono petrolero, o uno de los muchos créditos blandos con los que el régimen forzó a ponerse de rodillas a la banca privada, o una beca, o cualquiera de las muchas formas de chantaje? Todas esas cosas (y han sido/son muchas) que “lo está haciendo todo el mundo”, que “si no te aprovechas tú, será para otro”, que resonaban un “hay que vivir un poco”, o “solo así se puede viajar”, y hasta “solo así podemos comer”… son testimonios incontables de vivir el un “país rico”, justificaciones que corroen el alma social. La integridad solo puede ser medida cuando te enfrentas a una acción que sabes es inmoral pero también conveniente, incluso con paradojas en las que negarte a hacerte beneficiario y cómplice del demonio te puede costar el puesto de trabajo, la libertad y hasta la vida. No hablemos de perder el alma.
Claro que el aspecto ético es un lujo barroco en un país “rico” podrido en donde el sector privado, igual que la democracia, ha demostrado ser más ornamental que funcional dado que el andamiaje de la economía no solo ha sido gradualmente estatizado sino sistemáticamente encadenado de manos y pies. Con las empresas y los mercados determinados, ajustados o permitidos, las oportunidades de negocios, de creación de emprendimientos son meras concesiones proto-marxistas…el régimen no los demarca con reglas y los supervisa sino que los mantiene. Ni siquiera las empresas que por razones tácticas tuvieron que ser toleradas y disimuladas pueden testimoniar la ausencia de colaboracionismo. No hay control general más feroz que este nivel de sometimiento. ¿Qué más puede hacer un banquero, un hombre de negocios, un exportador/importador sino someterse ante la superioridad del Estado omnipresente y todopoderoso? Si obedeces y colaboras, las recompensas puede ser (o seguir siendo) muy fructuosas. Mucho.
Atrapados en esta geografía, estamos más allá del bien y del mal, aferrados a lo que nos corrompe y arruina como si fuese una droga maldita que no nos mantiene alucinados y no nos deja ver los beneficios de la libertad.
Todo lo que se extrae de la tierra empobrece, feroz antípoda de todo lo que brota de la tierra, que enriquece. El petróleo corrompe y el oro enloquece. Todo lo que crece, nutre, consagra y equilibra. Tamarindo, apio, cacao, café…la guanábana! Quien extrae minerales trabaja para adueñarse y lucrarse de lo muerto. Quien siembra y cosecha produce y se lucra promoviendo y sustentando la vida. El que desentierra riquezas siempre pende de la suerte, ahora depende de un esfuerzo mínimo a cambio de grandes ganancias. La naturaleza responde pero demanda esfuerzos constantes y respeto perenne. Las ganancias de los minerales son siempre detrimento de los individuos y las sociedades, las ganancias de la naturaleza les dejan beneficios a todos.
Y la tierra, ¿qué dice la tierra de la que se benefician las dos ontologías? Dice, nos grita, que lo primero envenena, arrasa, insulta, y lo segundo respira, embellece, bendice.
Nadie niega que (desde siempre) los individuos hayan evitado la deshonestidad, la infracción o la ilegalidad por razones más prácticas que virtuosas. Las leyes son más efectivas por su valor disuasivo que punitivo, e incluso el efecto punible también tiene su peso ejemplarizante.
Entonces, ¿quién es responsable? No importa quién sea culpable, esa es otra pregunta, otro tema. Platón responde esa pregunta sin rodeos.
El responsable es el educador. Responsables son los educadores. Con esa afirmación quedamos más aturdidos. Y admirados. Platón nos acaba de encerrar en un laberinto de paredes de lamentos. Al punto, Platón (Timæus) nos expone porqué las cosas son lo que son. Nos muestra cómo llegamos hasta aquí. Distribuye la responsabilidad del momento a lo instruido, cultivado, dirigido y aceptado por el organismo social, y por cada individuo. Claro que hay jerarquías, siempre las hay, pero nadie se zafa, nadie se salva. Quien tiene la capacidad de subyugar a los medios de comunicación ciertamente tiene más poder para comunicar y originar que alguien que escribe un artículo en La Patilla, o garabatea unas frases en tweeter. De igual forma, quienquiera comunique alguna idea, educa. Todo lo que posee movimiento, educa. Todos somos tutores, y quienquiera sea parte de alguna asociación, grupo, o algún hogar, incluso cualquiera se estime dueño de sí mismo, es responsable, en lo temporal y en la ontología, del movimiento sensible o ideal, una metaxis, sea mecánica o psíquica, que nos lleve hacia el orden o el caos, es decir, que busque la verdad o promueva la falsedad, o de apoyar un lado de la dualidad real de lo que simplificamos como el bien y el mal. ¿Quién puede negar que el bebé sea tan educador de la madre como lo es la madre del bebé?
La metaxis, es la palabra con la Platón dibujan ese punto de transición, ese lugar intermedio entre polaridades existenciales o reales, justicia o venganza, gestión racional o instintiva, amor u odio, ángel o demonio, hombre o bestia…no hay correcto o errón
eo porque, ya que todo es percepción, y el ser humano es la medida del todo, ningún juicio es más cierto que otro. Se entromete Sócrates (y en una voz alineado con el taoísmo), explica que, sin embargo, si hay mejor y peor en el sentido de haber mejores y peores consecuencias.
@voxclama