En medio de un grupito de capitostes, disfrazados de generales, este singular ejemplo de la indignidad militar pronunció semejante frase, mientras los allí reunidos, se miraban de reojo y parecían pensar en los escoces que el ejemplo Carneiro, el uniformado etílico, les ha enseñado: trasportar drogas y celebrar en las cantinas rojas del comisariato.
No sabe este padrino que todo él es ignorancia, que su cadáver es ese que habla, que es un muerto en vida, como son todos los que carecen de ideas. No hace falta enterrarlo, su cadáver debe seguir deambulando para que pague los masivos crímenes que ha dirigido, contra un país que ya sabe que su muerte se quedó a vivir en esa marea nauseabunda que es el chavismo, que fabricó un héroe de cartón, cuyas estatuas hoy ruedan por las pailas de quien les engendró, para que causaran tanto daño y tanta maldad. Pero Dios se impone, ´por muy verde oliva que sean, tendrán que recitar en su vida de muerte, la versión picaresca:
” Es la vida pasajera
y todos pelan el diente
Aquí está la calavera
Del que fue su presidente “.
Lo peor de todo es que este ínfimo Generalato ya padece la “muerte social”, que no es otra que la gran sublevación de un pueblo, que es invencible, que se nota en la calle y que es irreversible, porque ha conformado un liderazgo, que llena cualquier camino, que actúa con determinación y gran responsabilidad, porque sabe que el futuro se impone sobre un grupúsculo que pretendió destruir eternamente un país convertido en colonia, de un comunismo muerto y que espera su entierro en cuba, donde la ceremonia luctuosa está cerca, junto a la de Nicaragua y Bolivia, donde también crecen las olas libertarias.
El chavismo es un muerto viviente que deambula, como lo describió en su tiempo San juan de la Cruz: “pues mi vida espera muriendo, porque no muero”. Padrinos, eso es lo que les aguarda.
Ha dicho el escritor Juan Villoro que el narcotráfico ha terminado con los protocolos sociales. Pues allí está el trasfondo de la resistencia de esta elite dictatorial, que pretende incluir en ese tormentoso saco a todas las fuerzas armadas. Allá el que se deje llevar a ese túnel. Les llegó la hora de levantar la bandera de Venezuela y sacudirse esa nube negra que comanda este déspota y sus cuatro adláteres.
Insignes escritores han dejado huella narrando la ignominia padrinesca. Lope de Vega en Fuenteovejuna, habla de un pueblo enfurecido, que después de sufrir tantos agravios decidió linchar al comendador. El pueblo de Venezuela ya ha linchado la tiranía, la está llevando al altar de los muertos. Allí deben rendir cuentas por tanta ignominia, tanta perversidad, tanto crimen, incontables crímenes. A los que salen a mentir en nombre de un gobierno que ya no existe, les viene al grano “el nocturno miedo “de Villaurrutia:
“El miedo de no ser sino un cuerpo vacío.
Y la duda de ser o no ser realidad”.
Las ojeras son sus ojos.