El megapagón que padece Venezuela desde hace tres días ha agudizado la ya grave crisis social y económica en el país, que en el pasado pudo ser la nación más rica de Latinoamérica y una de las más prósperas en el mundo, por sus grandes reservas de crudo.
Por: Laura Núñez Marín / EFE
Desde el pasado jueves a las 17.00 hora local (21.00 GMT) cientos de miles de venezolanos se enfrentan a un “apocalipsis”. A la escasez de alimentos, de medicinas, una inflación de 1.300 % se suma ahora la falta de energía eléctrica, que ya ha cobrado sus primeras víctimas, 17 pacientes muertos.
Cuando el chavismo asumió el poder en 1999, Venezuela era una tierra de abundancia, un destino turístico inmejorable, receptor de ciudadanos de otros países que veían que podían tener una mejor vida, sede de grandes empresas y sin mayores problemas sociales o económicos.
Veinte años después, Venezuela es otro país.
Han sido varias las “crisis” a las que se han enfrentado los venezolanos, que cada día ven cómo surge un nuevo problema, que como todo en el país siempre tendrá dos caras: la que cuentan los chavistas de que son “intentos golpistas” y la de la oposición que, no siempre unida, ha buscado sacarlos del poder.
Unos y otros se acusan y buscan responsables de la situación, de todos los males del país, pero en ese va y viene el venezolano del común es que está a “oscuras” en un sin fin de males.
Ya desde antes de que muriera el presidente venezolano, Hugo Chávez, en 2013 a causa de un cáncer, la crisis era evidente.
Durante su Gobierno “el comandante” prometió aplicar un nuevo modelo económico que no dependiera solo del petróleo, para potenciar sectores como la industria, la agricultura y la minería que ya en ese momento registraban problemas y era el principio de la debacle.
Nicolás Maduro recibió el relevo del poder del mismo Chávez, quien en 2012 presintiendo que ya le quedaba poco de vida lo nombró su vicepresidente y le pidió a los venezolanos, que si él faltaba votaran por su “compañero bolivariano”.
En 2013 Maduro fue elegido presidente de Venezuela y en estos seis años todo ha evidenciado que la crisis parece no tener freno.
La inflación, de la que no hay datos oficiales desde hace tres años, va por los cuatro dígitos, cientos de empresas extranjeras se han ido del país por falta de garantías y por no contar con los insumos mínimos para su funcionamiento, otras simplemente han sido expropiadas por el Gobierno.
El Gobierno ha hecho varios aumentos de salarios en los últimos meses, sin embargo, una familia necesita por lo menos 100 salarios mínimos para cubrir los gastos básicos. Se estima que en el país escasean ocho de cada diez alimentos de la cesta básica.
Lo peor de la “tragedia” que se vive en Venezuela es la ausencia de tratamientos médicos para enfermedades crónicas o degenerativas, falta de personal médico, medicamentos, y por si fuera poco hoy la falta de energía eléctrica deja un panorama más complejo.
Las cifras de violencia y delincuencia también están disparadas, muchos venezolanos, sobre todo menores de edad y jóvenes se han tomado las calles para conseguir dinero o alimento, lo que en sus casas ya no hay.
En los últimos cinco años, según cifras de la ONU, unos 3,4 venezolanos han salido del país por tierra, mar y aire con el solo objetivo de tener una mejor vida y ayudar a los familiares que dejan en su tierra natal.
Los roces diplomáticos y el hecho de que el Gobierno de Maduro acuse a EE.UU. y a Colombia, entre otros, de la actual situación del país, también ha llevado a cierres de las fronteras, que en principio fueron parciales, ahora son permanentes.
El Gobierno de Maduro afirma que la compleja situación en Venezuela es el resultado del “acorralamiento” a causa de las múltiples sanciones que EE.UU. y otras potencias extranjeras han aplicado al país y de las acciones “injerencistas” de las que dice buscan darle un golpe de Estado.
En 2018 se anunció la implantación de un nuevo sistema monetario para solventar la devaluación de la moneda local, además, en respuesta a las sanciones financieras de Estados Unidos contra algunos funcionarios chavistas, el Gobierno señaló en 2017 que dejaba de usar el dólar como divisa de referencia y pasó a ofrecer el precio de su petróleo en la moneda china.
Los ingresos en Venezuela han caído más de 60 % en los últimos cinco años con la bajada de los precios del petróleo.
Además, varios altos cargos del Gobierno y familiares cercanos han recibido sanciones de congelación de activos, acusaciones de violación a los derechos humanos, blanqueo de capitales y financiación al terrorismo, entre otros.
La crisis en Venezuela abrió un nuevo capítulo cuando Maduro se impuso en mayo de 2018 en unas elecciones que no fueron reconocidas por buena parte de la comunidad internacional y en las que no participó la oposición, por considerar fraudulento ese proceso.
Como resultado de esos comicios, Nicolás Maduro volvió a tomar posesión de su cargo el 10 de enero, pese a los llamados de la comunidad internacional para que convocara a elecciones de nuevo.
El 23 de enero, Juan Guaidó invocó unos artículos de la Constitución venezolana para reclamar que, como jefe del Parlamento (de mayoría opositora), podía declararse presidente interino del país al considerar que Maduro “usurpa” la Presidencia.
Desde entonces Guaidó, reconocido por unos 50 Gobiernos extranjeros, ha tratado de hacer ingresar a Venezuela ayuda humanitaria, que ha sido rechazada por el Gobierno de Maduro que lo ve como un acto de injerencia, y ha pedido apoyo internacional para que “cese la usurpación”.
Ya hace 20 años del chavismo en el poder y hoy muchos venezolanos pierden la esperanza, pues ven lejos el día en que verán la “luz al final del túnel”.