El tema de una posible intervención militar extranjera en Venezuela tiene tres aspectos principales: 1) ¿Cuál sería el propósito, es decir, el fin político? 2) ¿De qué tipo de intervención estamos hablando, en función de ese fin? 3) ¿Es deseable la misma, y cuáles podrían ser sus consecuencias?
Por: Aníbal Romero | ALnavío
Para empezar conviene despejar un punto. Cuando se habla de una posible intervención militar “internacional” en Venezuela, en realidad estamos refiriéndonos a Estados Unidos. Washington es el único actor con las capacidades y la voluntad efectiva de emprender una acción semejante, a gran escala o de naturaleza limitada o “quirúrgica”. Tal hipotética intervención estadounidense podría contar, en un escenario aún conjetural, con la cooperación -más simbólica que concreta- de algunos países del cercano vecindario, y desde luego acarrearía la inevitable condena verbal de los europeos y de buena parte de América Latina. Ni hablar de la ONU y la OEA, cuyos duelos retóricos estallan casi siempre como fuegos de artificio. Estos organismos sirven para los escarceos diplomáticos, pero no para las decisiones de fuerza.
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