Venezuela ha sido arrojada a la oscuridad y desesperación por un apagón eléctrico de proporción inédita. Pacientes mueren en los hospitales, medios de comunicación y redes sociales silenciadas, alimentos pudriéndose que tanto esfuerzo requirieron para su adquisición, sin agua ni orientación, pretextos que no se creen como el sabotaje electrónico al cerebro de Gurí, el no reconocimiento de lo que el mundo sí sabe, mezcla revolucionaria de negligencia, cambio de expertos por enchufados ignorantes pero obedientes, robo a mansalva, abandono del mantenimiento, indolencia hacia las necesidades elementales de los ciudadanos.
La revolución bolivariana prometió calidad y mejor vida en un paraíso ideal que sólo el socialismo del siglo XXI podría otorgar, y por mentira que pueda parecer, cumplió en lo que se refiere a la imposición del socialismo, demostrando ser una bofetada a la venezolanidad, receta fracasada para el provenir, pero efectiva y exitosa para la ruina económica, destrucción ética, devastación social, y calamidad para los valores y buenas costumbres ciudadanas.
El papel que desempeña el castrismo cubano en Venezuela es de vital importancia. Ha contribuido de manera primerísima en el hundimiento de lo que hoy es nuestra arruinada y oscurecida nación. La invasión pacífica y consentida de apátridas que se califican de patriotas, es evidente. Buscar el cambio sin salir de los cubanos castristas no luce posible. No descansarán en carcomer los sueños democráticos.
La Cuba de Fidel, Raúl y Díaz-Canel, ese comunismo de La Habana, suministra cobijo al regente y secuaces para que puedan permanecer en el poder. ¿Por qué Cuba ejerce tanta influencia en Venezuela? El chavismo antes -y luego con intensidad mórbida- desde su arribo al poder de inmediato comenzó el coqueteo repugnante y baboso con la ideología castrista, la amistad íntima con elites asquerosamente corruptas, con afinidad natural y sin esfuerzo. Ambos desprecian los derechos de la propiedad privada, ¿recuerdan la chocante prepotencia del ¡exprópiese!? Repudian el estado de derecho y elecciones libres e imparciales; el Poder Electoral es el mejor ejemplo patético de vulgar obsecuencia. Son amantes apaisados de la misma teoría económica fracasada y enfermiza que ha liquidado a Cuba desde el año 1959 y convertido a Venezuela, de la próspera nación de América Latina, en la paupérrima de hoy.
El castrismo venezolano viola habitual los derechos humanos básicos ciudadanos. Asimilaron que la forma para mantenerse en el poder es aliándose con ayudantes complacientes, comprando cómplices, auspiciando cooperantes en el espectro político y otras áreas de influencia a fin de protegerse y asegurarse la permanencia. Y, por supuesto, el interés mutuo de entrega de petróleo a cambio de la experiencia castrista en los servicios de inteligencia y represión, entrenando a la policía secreta, tácticas de tortura, técnicas de espionaje doméstico, mecanismos de represión que la dictadura cubana ha ejercido contra su pueblo durante décadas; infiltrándose en los servicios militares, que logran desplazar a las fuerzas de seguridad venezolanas en una clara infracción de la soberanía.
En estas circunstancias, es necesario comentar, que a Cuba se le ha unido Rusia en su desespero de cobrar los más de 17 mil millones de dólares que le adeuda el madurismo, y otros como Irán, Turquía, China, han iniciado un camino tortuoso, complejo que muy temprano los llevará al fracaso definitivo. Realizando esfuerzos para sostener la muerte y miseria diarias del venezolano común, de a pie, incluidos los militares y sus familias; han ofrecido a la dictadura madurista solidaridad inquebrantable, llamando al presidente interino Juan Guaido, “payaso y títere” de los Estados Unidos. Desinformando, desviando la atención, que, sin embargo, por torpeza e ignorancia de Maduro y su caterva de indoctos e inútiles colaboradores, cuesta demasiado y el trueque se hace más difícil, su recuperación parece lejana y poco probable.
A Cuba, se agregaría Nicaragua, se juegan sus futuros en Venezuela, la continuidad de Maduro es de transcendental importancia. Pero están de salida ya no dan para más, sólo un milagro de pedigüeños colaboracionistas, sinvergüenzas oportunistas, bolichicos y enchufados, malvivientes cómplices e interesados, podrá salvar al régimen dictatorial castrista comunista de un jaque mate, como se exclama con bullicio en el juego de ajedrez cuando es inminente la captura de la reina.
El tejido social se construye con inteligencia, coraje, mediante un plan y estrategia; se hace lo que se tiene que hacer y se logra con entereza, constancia, asiduidad, empeño, trabajo y valentía.
Los ciudadanos que luchan por la libertad y democracia no conciben, enfrentan una estructura mental desconocida, que no se corresponde con la sociedad venezolana. Una vez que se logre comprender y advertir contra quien luchan, estarán en mejor posición para ganar la batalla a la que inevitablemente nos enfrentaremos; una señal, el alocado e insensato llamado a los colectivos. La constitucionalidad genuina se ejerce en favor de la existencia ciudadana. La Fuerza Armada está en la obligación patria y de sagrado juramento en garantizarla. En Venezuela se han quebrantado las normas nacionales e internacionales que rigen los tratados de los Derechos Humanos, sólo que la Comisión de las Naciones Unidas enviada por la señora Michelle Bachelet arribó ciega, sorda y condicionada.
La administración estadounidense respalda sin amagues a Juan Guaidó y barre el piso con Nicolás Maduro, pero no solo Venezuela es el objetivo. Con un costo mínimo y ganancia máxima, se incluye Nicaragua, Cuba, el castro-comunismo, la guerrilla ELN, las FARC disidentes, presencia Hezbollah, narcotráfico, islamismo, Rusia y China reducidas a su ámbito natural y lejos de América.
A los dictadores poco les importa lo que se diga de ellos: saben que, una vez fuera del poder, representan muy poco o nada, serán juzgados del modo más duro y justiciero. Por eso se aferran con desesperación a sus posiciones de mando. Solo por la fuerza ciudadana, internacional e institucional se puede dar al traste a una dictadura, enquistada de tal manera, que no reconoce presión pacífica o legal.
@ArmandoMartini