Vivir en socialismo es saber que tu vida se reduce a la escasez. Todo es ruina, mentira y sufrimiento. Tu rostro es sombrío, como un remoto sueño que añora una sonrisa.
Vivir en socialismo es escuchar mentira tras mentira la ilusión de una vida perfecta. El nacimiento del hombre nuevo que nunca vendrá.
Vivir en socialismo es saber que jamás encontrarás nada amoroso en la oficina del Estado. Estás abandonado a tu suerte. Perdido entre seres que gesticulan por televisión, su podredumbre de parásitos sociales. Sabes que vendrán por ti. Te vigilan. Te buscan. Te marcan. Eres apenas un insignificante número sin identidad.
Vivir en socialismo es aprender a vagar buscando comida. Te convierten en un ser temeroso. Te idiotizan con la propaganda oficial. Infinitamente te repiten el estribillo del enemigo externo. Te acostumbran a una guerra que jamás vendrá. La muerte te acompaña de la mañana a la noche. Cierta. Fría y calculada. Aprendes la ruta de tu día. La exacta manera de andar cabizbajo.
Vivir en socialismo es sentir el estremecimiento cuando de madrugada abres los ojos en medio de la oscura noche y te asombra la luz de un bombillo. Ciento seis horas y media sin electricidad. Estás agotado. Por más que duermas te levantas cansado. Tu cuerpo adolorido que no quiere levantarse. Sientes tu almohada húmeda de tanta lágrima derramada en la oscura madrugada.
Vivir en socialismo es desear y no desear que regrese la electricidad, el agua, el gas, el servicio telefónico, la Internet. Saltas de la cama y acaricias el resplandor de la nevera. La enciendes y sabes que pronto beberás agua fría. Entonces piensas en Melquíades y la primera vez que en Macondo vieron el hielo. Cierras los ojos y tus labios se humedecen. Tal vez probarás el agua fría. Dará tiempo para que la nevera congele.
Vivir en socialismo es soñar con un jabón de olor a jazmín. Ducharte y pasar un buen rato mientras sobre tu cuerpo cae el agua tibia. El mundo se reduce a un baño. A una toalla limpia. Tus deseos de ser millonario se reducen a un almuerzo con pasta y sardinas. Un plátano semi podrido, pero que al probarlo deje en tu paladar el dulcísimo sabor caribeño.
Vivir en socialismo es querer abandonarlo todo por volver. Regresar a una vida normal y sin retorno. Los días son largos. Inmensamente tenebrosos. Tienes temor a transitar las calles porque las miradas de los moribundos como tú, tan iguales, tan exactos, te intimidan.
Vivir en socialismo es perder a cada momento masa muscular. Sientes que tu cuerpo se va derritiendo mientras caminas tu pobre pobreza de ciudadano degradado, humillado y vigilado.
Vivir en socialismo es ver los parques, plazas y plazoletas desiertas. Toda huella del pasado histórico borrada, alterada y abandonada. Todo vínculo con la dignidad humana, principios y valores cambiados por la absurda parodia ideológica que gaguea su banalidad por las esquinas.
Vivir en socialismo es pensar continuamente en buscar comida. Estás hambriento de todo. Te hace falta un desayuno de aliento, un almuerzo de sonrisas, una merienda de tertulia, una cena de íntima felicidad. Estas harto, cansado, agotado, quebrado de tanta amenaza.
Vivir en socialismo es ver pasar la vida en cámara lenta. Tu vida cotidiana es una repetición, una sucesión de carencias que se acumulan a un costado de tu alma y pesan como tormentos, azotes de cuero seco, dolores de estómago vacío.
Vivir en socialismo es pensar constantemente en nunca enfermarte. Jamás caer preso. Diosnoloquiera ser paciente psiquiátrico.
En socialismo el enanismo mental te persigue desde el vientre de tu madre. Naces desnutrido y débil. Aprendes a vivir en la anormalidad.
En socialismo irremediablemente tu destino claro, seguro, será la anulación como ciudadano. La tumba sin nombre. Estarás alejado de lo amoroso, de quienes puedan protegerte. Nunca encontrarás señal de amparo institucional. Autoridad policial, militar que te respete. Ellos, los bárbaros y su barbarie son la costumbre. Arrogantes, elegantes y pútridos.
En socialismo tu humanidad, tu ciudadanía y tu inteligencia son un estorbo, una amenaza para el poder.
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