Kevin McAleenan, un veterano de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, en inglés) de Estados Unidos, es el elegido por el presidente Donald Trump para dirigir el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) tras la renuncia hoy de Kirstjen Nielsen.
La noticia fue confirmada por el propio mandatario, quien, al igual que en otras ocasiones, recurrió este domingo a su cuenta personal de Twitter para anunciar el notable cambio de piezas en el tablero de ajedrez que es su gabinete. En esta ocasión, sale Nielsen, entra McAleenan.
Nacido en Hawai, en 1971, McAleenan es la opción de Trump para ocupar -de manera interina- uno de los cargos más controvertidos de su Administración, el de secretario del DHS, una agencia que, entre otras funciones, se encarga de combatir la inmigración ilegal.
Una tarea que no le resultará del todo ajena al sucesor de Nielsen, quien desde 2006 trabaja en la CBP, que es el órgano encargado de la seguridad fronteriza.
Desde 2017, ostentaba el cargo de comisionado de la CBP, en un primer momento en funciones y, ya desde marzo del año pasado, tras jurar el cargo, de forma fija.
McAleenan ha sido una de las voces más activas en defender el discurso de la Administración Trump de que la llegada ingente de inmigrantes a la frontera con México ha puesto a los servicios fronterizos en una situación límite.
El pasado mes de marzo, denunció que la situación había llegado a un “punto crítico” después de que los agentes fronterizos apresaran a 12.000 migrantes en apenas dos días.
“Vamos camino de las 100.000 aprehensiones y encuentros con migrantes, de los cuales el 90 % -unos 90.000- han cruzado la frontera ilegalmente entre los puertos de entrada. Marzo presentará las cifras más altas en más de una década”, afirmó en declaraciones recogidas por los medios.
Entre los retos a los que deberá ahora hacer frente el próximo jefe del DHS, cuyo nombramiento oficial aún no tiene fecha, estará atajar una crisis que unos consideran humanitaria y otros de humanidad.
Por un lado, la Administración defiende que la llegada de migrantes que alcanzan la frontera sur del país tras atravesar México, la mayoría de ellos viajando en familias, pone en peligro sus vidas y les expone a los peligros del tráfico de personas.
Por este motivo, el propio Trump no ha escatimado gestos ni palabras para tratar de disuadir a estas personas, que proceden principalmente de Centroamérica, de que emprendan el viaje.
El último de estos mensajes se produjo esta misma semana, cuando se refirió a los inmigrantes que llegan a la frontera sur como “animales” y les dijo que estaban perdiendo el tiempo con su viaje ya que EE.UU. “no puede aceptar” a más solicitantes de asilo porque “está lleno”.
Por el otro lado, la oposición demócrata y numerosas organizaciones sociales que denuncian que es la falta de humanidad del Gobierno -que corta las ayudas a los países de la región, separa a las familias en la frontera y encierra a menores en instalaciones sin las condiciones básicas- la que pone en peligro las vidas de los migrantes.
Mientras que la Casa Blanca se obstina en hablar de la necesidad de construir un muro, la hasta hoy secretaria del DHS, Nielsen, ha citado en su carta de dimisión la necesidad de lograr “el apoyo del Congreso y de los tribunales para arreglar las leyes”.
Sin duda, este será el mayor reto al que tendrá que enfrentarse McAleenan, si es que quiere ser confirmado: atajar el problema de la llegada de migrantes de una manera que, no obstante, satisfaga a un mandatario que, según muchos, acierta con el diagnóstico del problema pero yerra con el tratamiento.
EFE