Tal como el Viacrucis de Jesucristo que se recuerda en cada Semana Santa, un similar padecimiento es el vivir de los venezolanos quienes se vuelcan a las calles debido a la deficiencia en los servicios públicos, publica Noticia al día.
Por Luis Fernando Herrera
En la Semana Mayor no se escapa de este sufrimiento y con los potes a cuestas, como Jesús con la Cruz hasta la oscuridad del sepulcro, cuando racionan la electricidad el venezolano vive su viacrucis, sin saber cuándo va a terminar.
Primera estación: La corona de necesidades y sus espinas
La escasez de agua, de alimentos, de efectivo, de fármacos y de cientos de productos de primera necesidad así como el racionamiento eléctrico forman la corona de estrés y sus espinas que han ocasionado, de una forma u otra, el deterioro físico y mental de los venezolanos.
La angustia generada por estas debilidades se agudiza día a día en el sentir y vivir del ciudadano. El desgaste emocional es inminente, así como las fallas en los servicios.
Segunda estación: El venezolano carga a cuestas los potes
El calvario de los venezolanos inicia con uno de sus principales problemas: el agua. A raíz de esta problemática los ciudadanos se vuelcan a las calles en búsqueda de un punto en el cual poder llenar sus potes para así calmar la sed y poder realizar las labores del hogar. Esta situación se ha extendido desde hace varios meses.
En algunos lugares es más critico que en otras, a tal punto que muchos se han visto en la necesidad de perforar la tierra en búsqueda de pozos, mientras que otros se han volcado a las principales vías de la ciudad a esperar camiones cisternas que les regale unos pocos litros para al menos lavarse la cara y continuar con su calvario.
Tercera estación: El venezolano busca comida
Tras el segundo apagón más largo de la historia venezolana que duro cuatro días y que es conocido como las “100 horas negras” y el racionamiento eléctrico diversos fueron los saqueos a establecimientos comerciales.
A raíz de esto muchos comercios decidieron cerrar sus puertas y con ellas la posibilidad de al menos tener otra alternativa para conseguir los productos de la cesta básica alimentaria. La proteína animal ha faltado en la mesa del venezolano, quienes han tenido que servir lo primero que tienen a la mano. El menú ya rutinario es compuesto por granos, principalmente: lentejas.
Cuarta estación: El encuentro del venezolano con el “No hay”
Otra de las particularidades de este viacrucis del venezolano es que la gama de medicamentos para curar determinadas patologías se ha convertido en un verdadero calvario. La mayoría recorre diversos puntos farmacéuticos de la ciudad en búsqueda de los mismos.
La habitual respuesta ante la pregunta sobre si existe o no determinado medicamento es: “No hay”. Ya el venezolano se ha familiarizado con la frase, la ha hecho propia y casi que un acompañante diario. Muchos, ante esta problemática han tenido que hacer cola en los puentes internacionales con el fin de viajar y conseguir el medicamento o tratamiento necesario ante determinada enfermedad.
Quinta estación: El azote de los precios
Quienes tras largas jornadas de búsqueda u obtener información sobre lugares en especifico donde hay disponible determinado producto continúa el viacrucis del venezolano. La comparación de precios y la modalidad de pago es otra de las vertientes, pues la deficiencia eléctrica y caída de Internet ocasiona el estatus inerte de los puntos de venta, obligando en muchos casos a pagar con dinero en efectivo tanto en moneda nacional como en extranjera. Esta modalidad se ha extendido a lo largo y ancho de los mercados populares en donde hasta los plátanos han sido comerciados en dólares.
Sexta estación: Las colas de gasolina
Surtir el tanque del vehículo con gasolina también se ha convertido en otras de las variantes de este viacrucis venezolano. Permanecer horas y horas en las inmediaciones de las estaciones de servicio es parte del día a día y también de la noche.
Algunas permanecen trabajando mientras un apagón forma parte de la rutina, otras simplemente extienden sus cadenas y se limitan a ofrecer el servicio.
Séptima estación: Caída del servicio eléctrico
Una de las más trágicas estaciones, se vive a diario. Algunos seis horas, otras 12, 18 y hasta días enteros sin servicio eléctrico, interrumpiendo así la rutina. Las condiciones climáticas no suman apoyo a la problemática, se alejan de ella y es así como el ciudadano padece no sólo de las altas temperaturas sino de la angustia de no saber la hora exacta que durará el racionamiento o si repondrán o no la electricidad.
Congelar los alimentos, tomar agua fría continuamente, descansar las ocho horas con un buen clima proporcionado por aire acondicionado es cosa del pasado. Los abanicos de mano, linternas de teléfonos, agua tibia y dormir a las afueras de las casas se ha convertido no en una contingencia, sino en una forma de vida.
Octava estación: Los que van… Los que quedan
Quienes han vivido las anteriores estaciones y decidieron buscar una alternativa de vida han cruzado al obra de Cruz Diez y los puentes internacionales.
Sus pasaportes han crujido con un sello de otro país donde se han desprendido, algunos, de su título universitario y trabajar en lo primero que encuentren y desde allá ayudar a sus familiares, los que quedan, en medio de un trajín de sentimientos por vivir en carne propia un verdadero calvario.
Fotos: Mysol Fuentes/Carlos Robertson