Mucho se ha escrito y discutido en diversos foros sobre los múltiples problemas que afectan al sistema educativo venezolano y sobre la urgente necesidad de buscarle solución a los mismos, como estrategia fundamental para apalancar el relanzamiento del desarrollo nacional y superar la crítica realidad que impera en el país. Sin embargo, la mayoría de las propuestas planteadas para mejorar nuestra educación se concentran -con visión cortoplacista- en reclamos económicos y salariales, o se recurre a la demagógica política de masificar la oferta educativa, sin considerar la calidad y la pertinencia de esta. Y, lo que es más preocupante, sin darle debida importancia al reto que representan las nuevas realidades globales y su dinámica de cambios que demandan transformaciones profundas en los procesos y métodos de promoción de conocimientos y de desarrollo de habilidades y destrezas para que las sociedades puedan mantenerse actualizadas y competitivas en ese innovador internacional.
No hay dudas que la educación está siendo condicionada en este nuevo milenio por una dinámica de profundas y continuas transformaciones que afectan en la práctica la casi totalidad de los aspectos del quehacer de la colectividad humana, en un futuro que se revela con realidades impredecibles. Es por ello por lo que, tal y como lo señala Yuval Noah Harari, de la Universidad Hebrea de Jerusalén*, un bebé nacido hoy, gracias a los importantes avances de la medicina, probablemente podrá mantenerse activo aún para alrededor de 2100 y quizás hasta comienzos del siglo XXII. Por lo que para dicho académico surgen grandes interrogantes sobre qué tipo de enseñanza y que contenidos educativos deben dársele a ese nuevo ser humano para formarlo con los nuevos conocimientos, habilidades y destrezas que le permitan desempeñarse exitosamente durante su vida activa en las cambiantes realidades de su existencia. A estas alturas no es posible aún tener esos contenidos ni el modelo educativo capaz de satisfacer esa necesaria formación, ya que ahora se ha hecho más difícil que en tiempos pasados predecir el futuro, pues los grandes avances tecnológicos que están facilitando inclusive transformaciones en la anatomía humana, en su cerebro y en su mente, dificultan imaginar las realidades del futuro.
Para Harari, en el tiempo presente es imposible saber qué hará el ser humano para vivir en las próximas tres décadas. Tampoco se puede predecir cómo operará en el futuro la burocracia gubernamental, los sistemas políticos y los ejércitos, y cómo será la relación entre los géneros. En sus interesantes reflexiones sobre el mañana, este académico hebreo estima que mucha gente vivirá un promedio de vida muy superior al actual y que, gracias a los notables avances de la bioingeniería y la informática que están facilitando la interfase entre el cerebro humano y las computadoras, se generarán cambios revolucionarios en las actividades de las personas. Todo lo cual permite concluir que mucho de lo que los niños aprenden en la actualidad será probablemente irrelevante en 2050.
Además de todo lo anterior, no hay dudas que la educación del mañana y las nuevas metodologías, instituciones y sistemas de apoyo al proceso educativo, van a estar determinadas igualmente por el enorme y dinámico flujo de información que se está generando y que está configurando la llamada sociedad de la información y del conocimiento como característica propia del presente siglo. Es así por lo que ya sistemas educativos de avanzada están desarrollando novedosos métodos pedagógicos sustentados en la promoción del pensamiento crítico, el desarrollo de habilidades comunicativas y creativas y las capacidades para sustentar la disciplina del aprendizaje continuo y del trabajo en equipo. Todo ello con el objetivo de acentuar el énfasis en el propósito general del desarrollo de capacidades para el desempeño diario y, en especial para que el ser humano del mañana esté habilitado para reinventarse continuamente y adaptarse permanentemente a la dinámica de cambios futuros y para entender las nuevas circunstancias, en condiciones de poder mantener un balance mental frente a nuevas situaciones que con frecuencia estarán surgiendo.
Se estima que, en menos de tres décadas, la sociedad global deberá enfrentar migraciones al ciberespacio, con nuevas experiencias sensoriales, producto del implante de micro computadoras, la explosión de la inteligencia artificial y de la realidad virtual, la masiva producción industrial con el uso de impresoras 3D, la creciente aplicación de la nano mecánica y la nano robótica en diferentes usos, incluyendo la bioingeniería médica, con la incorporación de depredadores biónicos como poderosas nuevas armas de la biomedicina para combatir micro organismos malignos. Igualmente, está en marcha la tendencia hacia la robotización de múltiples actividades y procesos, con nuevos desarrollos de la cibernética. Todo lo cual está configurando una economía global que ya no está fundamentada en la explotación de materias y recursos naturales, sino en el aprovechamiento del conocimiento. Estos avances científicos y tecnológicos le esta permitiendo a los seres humanos la capacidad de reprogramarse y de generar la reingeniería de su comportamiento vital, lo que va a generar nuevas herramientas y nuevos sistemas de aplicación en la docencia y profundas transformaciones en las instituciones y en las actividades de apoyo al proceso educativo. Definitivamente, como consecuencia de estas nuevas realidades desaparecerán muchas de las profesiones hasta ahora conocidas y surgirán nuevas profesiones y actividades, con menor injerencia del ser humano en la ejecución de estas, y con preocupantes riesgos por el peligro de la destrucción de valores y principios éticos que estos cambios puedan generar distorsionando la conducta individual y el comportamiento humano en la sociedad.
Ante todo lo descrito, en el caso específico de Venezuela y, dada la crisis educativa, el mayor reto que enfrenta el país es el de promover, por encima de las diatribas políticas y los complejos del subdesarrollo, un gran acuerdo nacional para iniciar, con urgencia y con visión de largo plazo, las estrategias y cambios conceptuales, estructurales e institucionales, a fin de reconstruir nuestro sistema educativo con el objetivo fundamental de adaptarlo a las demandas que están surgiendo en el escenario global; pero -lo que nos parece de mayor trascendencia- promoviendo solidos contenidos de educación en valores y principios para preservar nuestra identidad como seres humanos Esas estrategias y cambios deben incluir además alianzas con instituciones educativas de naciones de avanzada en este campo -tal y como lo hicieron en sus comienzos varios de los países de los llamados tigres asiáticos- para acelerar el progreso en el sector e impulsar el desarrollo integral. Es obvio que también debe promoverse el reconocimiento social y la adecuada remuneración para docentes, académicos e investigadores como agentes fundamentales del cambio requerido para cuando el mañana nos alcance. Solo así se podrá impulsar con eficiencia y firmeza la gran transformación que requiere nuestro país para superar las calamidades del presente. Solo así Venezuela podrá incorporarse finalmente, y con paso firme, en el complejo escenario del siglo XXI.
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(*) Yuval Noah Harari, 21 Lessons for the 21st Century, SPIEGEL&GRAU, New York, 2018, y Homo Deus, Penguin Random House Grupo Editorial, Diciembre, 2018.