La era de Akihito de Japón llegará a su fin el 30 de abril, cuando el emperador abdicará en su primogénito tras tres décadas en el trono marcadas por su discreción y la modernización del país, y salpicadas por desastres naturales.
Nacido el 23 de diciembre de 1933, Akihito fue nombrado emperador el 7 de enero de 1989 tras la muerte de su padre Hirohito y un día después comenzaría la era de su reinado, denominada “Heisei” y en la que siempre buscó el honor procurando mantener la paz.
Akihito, cuya ceremonia de entronización tuvo lugar más de un año después, el 12 de noviembre de 1990, fue el primer emperador que subió al trono sin el halo divino históricamente característico de sus predecesores y fue consciente de que su labor sería muy instrumental, aunque siempre quiso mostrarse cercano al pueblo.
El comienzo de su reinado se produjo en un momento boyante para el país, inmerso en la burbuja económica que disfrutó hasta finales de los 90, y estuvieron marcados por el desarrollo tecnológico y la explosión de la cultura pop nipona: sus tribus urbanas, su moda particular y la internacionalización del manga y el anime.
En sus primeros años Akihito ya dejó ver su postura vanguardista, convirtiéndose en 1992 en el primer soberano nipón en visitar China, un país invadido bajo el reinado de su padre, y un año después en el primer emperador japonés en reunirse con un papa, Juan Pablo II.
En medio de esa vorágine se produjo la primera gran catástrofe durante su reinado, el Gran Terremoto de Hanshin, que el 17 de enero de 1995 sacudió la ciudad de Kobe y sus alrededores, dejando más de 6.400 muertos, 40.000 heridos y más de 300.000 evacuados.
A este seísmo le seguirían más calamidades, tanto naturales como humanas, entre ellas el ataque con gas sarín perpetrado en el metro de Tokio por la secta Verdad Suprema en marzo de 1995, en el que 6.300 personas resultados intoxicadas, 13 murieron y decenas quedaron en estado casi vegetativo, conmocionando a todo el país.
En julio del año 2000 la erupción de un volcán en la isla Miyake, al sur de Tokio, obligó a evacuar a sus residentes durante más de cuatro años. En 2015 volverían a abandonarla temporalmente por otra.
Caracterizado por su extrema discreción, Akihito protagonizó un insólito mensaje a la nación a raíz de una de las peores tragedias recientes de Japón, el Gran Terremoto de Tohoku (nordeste) y el tsunami del 11 de marzo de 2011, que dejaron más de 18.000 muertos y desaparecidos y desencadenó el accidente nuclear de Fukushima.
Pocos días después, Akihito visitó junto a su esposa, la emperatriz Michiko, un centro de evacuados en el área de Tokio, como ya hiciera con los supervivientes del terremoto de Kobe del año 95.
Ese “contacto humano” del que Akihito siempre intentó hacer gala “era una sorpresa maravillosa para el pueblo japonés”, reflexionaba en una reciente rueda de prensa sobre la figura del emperador el periodista Makoto Inoue, del diario Nikkei, que ha cubierto las informaciones sobre la familia imperial durante 14 años.
Los desastres continuaron a la par que la modernización de Japón.
En septiembre de 2014 más de medio centenar de personas murieron por la erupción del volcán Ontake, el peor desastre volcánico de las últimas siete décadas en el país. El seísmo de Kumamoto en 2016 y el de Hokkaido en 2018 son las inclemencias destacadas más recientes.
Quizá por esto la mayoría de los japoneses eligieron el concepto nipón de “desastre, catástrofe” como el que mejor resume las tres décadas de la era “Heisei”, en una encuesta en línea realizada y publicada a finales de marzo por la aseguradora Sumimoto Life.
“No puedo olvidar los desastres naturales que han golpeado con mayor frecuencia que en años previos”, lluvias torrenciales, seísmos y tifones en los que “mucha gente perdió la vida, mientras otros muchos perdieron la base de su subsistencia”, lamentó en diciembre el soberano en su último mensaje de cumpleaños antes de abdicar.
Aficionado al tenis, reputado experto en el estudio científico de los peces gobios, intérprete de violonchelo y autor de poemas waka, Akihito manifestó su deseo de abdicar por su avanzada edad y salud delicada en un inusual mensaje televisado el 8 de agosto de 2016.
El único mensaje que hasta entonces había dirigido a la nación fue a raíz del mortal terremoto y tsunami de 2011.
Akihito ha sido el emperador 125 de Japón y en sus 30 años en el trono ha convivido con 17 primeros ministros y 25 gobiernos. EFE