Nació con el nombre de Masako Owada pero al incorporarse a la familia imperial nipona perdió su apellido y muchas cosas más: la próxima emperatriz de Japón optó por dejar de lado su independencia y su incipiente carrera profesional para sacrificarse totalmente por el trono.
Masako, de 55 años, la esposa de Naruhito, ha tenido varios sobrenombres, aunque el que más ha calado es el de “La princesa triste”. Lejos está la época en la que en la escuela o en la universidad llegaron a llamarla “cerebrito”.
Y es que quien se convertirá el 1 de mayo en la próxima emperatriz de Japón ha roto varios moldes y superado muchos desafíos, aunque, finalmente, fue devorada por el rígido protocolo imperial nipón, que terminó consumiéndole el espíritu.
Masako es hija de Hisashi Owada, que llegó a ser secretario general del Ministerio de Exteriores de Japón, como parte de una carrera en la diplomacia, en el mundo universitario y en los tribunales internacionales que le forzó arrastrar consigo a su esposa Yumiko y a sus tres hijas.
Es por eso que Masako habla seis idiomas, dos de ellos con gran fluidez (inglés y francés), además del japonés. Pero la vida de expatriada llevó consigo la desconexión con su país, un defecto que ha sido muy utilizado por sus críticos.
A los 18 meses de vida se fue a vivir a Moscú con su familia. Luego pasó por Nueva York, regresó a Tokio, se desplazó a Boston y llegó a cursar estudios en Oxford. Si hay algo que ha definido el pasado de Masako es su constante movilidad.
“Es como el agua en movimiento”, llegó a calificarla su compañera universitaria Yukie Kudo.
Esa vida le permitió a Masako forjar su educación y su cultura en varios países. De niña se imaginó como veterinaria, pero con el tiempo se inclinó por la diplomacia, siguiendo la senda de su padre, y para eso se preparó a fondo.
Se graduó con honores en el Departamento de Economía de Harvard y trabajó en la división de Norteamérica del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde ingresó tras aprobar un examen al que se presentaron 800 personas y que aprobaron 28, sólo tres de ellas mujeres.
Con todo ello, Masako Owada estaba lista para comerse el mundo, pero cuando fue invitada en 1987 a una recepción en honor de la infanta Elena de España, de visita en Tokio, su vida comenzó a dar un giro radical, porque allí conoció a Naruhito.
“Usted debe ser la señorita Owada. Me alegro de que haya venido”, dicen las crónicas que le dijo Naruhito a Masako en el intercambio de uno o dos minutos que tuvieron en esa recepción.
Siguieron siete años de cortejo de parte de Naruhito, con largas interrupciones, porque Masako se negaba en principio a abandonar su carrera para incorporarse a la familia imperial nipona.
Al igual que su suegra, la emperatriz Michiko, Masako no tiene sangre real. Comenzó a destacar en un mundo profesional dominado por hombres, y, por si fueran pocos moldes rotos, tardó tiempo en aceptar convertirse en emperatriz.
No fue hasta el 12 de diciembre de 1992 cuando, finalmente, Masako le dijo “sí” a Naruhito, y la boda llegó el 9 de junio de 1993.
Pero ahí no comenzó un cuento de hadas. Ahí se acabó Masako Owada y empezó “la princesa triste”. Porque la futura emperatriz cayó en las redes del rígido protocolo y de las presiones para que diera pronto un heredero imperial.
Esas presiones llevaron a su progresivo aislamiento en 2003. Primero por una afección cutánea de la que tardó en recuperarse y luego por lo que llegó a calificarse oficialmente como un “desorden de ajuste”, aunque los expertos lo llaman directamente depresión.
Naruhito, que como parte del cortejo había prometido a Masako protegerla del rígido sistema de la Casa Imperial, estalló en una rueda de prensa que dio el 10 de mayo de 2004.
“La princesa Masako ha trabajado duro para adaptarse al entorno de la casa imperial durante los últimos diez años. Pero, por lo que veo, creo que ha quedado completamente exhausta intentándolo”, dijo el futuro emperador.
De mariposa a crisálida, y de crisálida a oruga: poco a poco Masako está apareciendo en público cada vez más, aunque lejos de la intensidad que sus funciones requieren. Los numerosos actos para conmemorar la coronación a partir del 1 de mayo, representarán un nuevo desafío para la futura emperatriz.
Ya lo había anticipado en una tarjeta navideña de despedida que escribió a sus padres antes de que se anunciara oficialmente su compromiso: “Nos esperan tiempos duros, pero espero superarlo”. EFE