Lo que ocurre en Venezuela desde el 5 de enero de 2019, y posiblemente desde hace cerca de 17 años, es un proceso largo, tedioso y muy irregular, de retroceso y avance, de vuelta a la vida institucional de apego a las leyes y al Estado de Derecho.
En concreto. Lo sucedido este 30 de abril es la consecuencia de una serie de acontecimientos que han llevado al quiebre evidente de otra de las instituciones que formaban parte del Estado: los militares.
Esto nos lleva a entender que, independientemente de su éxito o fracaso, es indudable que la fuerza militar venezolana ya no será la misma. Se evidenció su fragmentación. Eso es evidente. De otra parte, mientras el régimen de Maduro se desmorona gradualmente, pierde poder de decisión y él se convierte en personaje incómodo para ser defendido por la izquierda internacional, el presidente Juan Guaidó se fortalece agrupando a su alrededor figuras y grupos de variados sectores. Además, la comunidad internacional va entendiendo que debe insistir con mayor presión político-diplomática y económico-financiera. Mientras la opción militar, apegada a los principios internacionales de corresponsabilidad, y contemplados en la Constitución nacional (Art.187 N.11), se hace cada vez más necesaria como apoyo a una población desarmada y de evidente agresión por grupos paramilitares y del terrorismo internacional y la evidente ocupación militar castro cubana, rusa e iraní.
Como se puede observar y por los documentos que las Ongs presentan periódicamente, las diarias y permanentes protestas ciudadanas, marchas, caminatas, plantones, suman más de 6 mil cada mes, desde hace cerca de 10 años. Sumado a ello los miles de muertos, heridos, desaparecidos, secuestrados, torturados y detenidos. Es incuestionable la participación de la población venezolana, que, en más del 87,04% pide un cambio inmediato del sistema de régimen totalitario de pandillas criminales imperante.
Esta participación mayoritaria de los ciudadanos venezolanos en la calle demuestra que no existen dos bandos enfrentados ni mucho menos un peligro de guerra civil en Venezuela. Lo que realmente sucede es el enfrentamiento entre una mayoría de ciudadanos que están ejerciendo su legítimo derecho a la defensa de sus vidas, contra un régimen de pandillas que viola diaria y constantemente los más elementales derechos humanos de sus ciudadanos.
Por lo tanto es necesario indicar que en Venezuela en estos momentos, no existe una crisis política que lleva a un enfrentamiento por razones ideológicas, de izquierdas y derechas. Esa discusión fue planteada y dejada a un lado hace más de 15 años. Tampoco es una crisis institucional por razones de gobernabilidad para implantar un sistema diferente al tradicional democrático occidental y observado en países europeos o latinoamericanos, incluso de orientación dictatorial.
Lo ocurrido en Venezuela es la desarticulación absoluta del Estado, la desaparición en la práctica de sus tradicionales instituciones y burocracia ejerciendo funciones, por individuos que responden a lineamientos de grupos de pandillas de organizaciones del crimen organizado internacional.
Toda esta organización criminal responde a un engranaje que suma, desde grupos partidistas, empresariales, financieros, corporaciones multilaterales, que se soportan por bandas y megabandas, policiales, militares, paramilitares y del terrorismo internacional.
Semejante organización delictiva y de poderío bélico, nacional e internacional, no es posible enfrentarlo con una ciudadanía que no posee ni formación militar ni armamento tecnológico bélico.
Así las cosas, es urgente que la comunidad internacional no abandone a la población venezolana en su lucha por expulsar a los invasores militares y terroristas y coadyuve en el restablecimiento del Estado de Derecho y la democracia en la república de Venezuela.
La escalada de violencia en la actualidad ha alcanzado un nuevo escenario. Eso implica generar nuevas estrategias de lucha que coloquen en el frente de defensa ciudadana la calle como escenario natural. Ahora serán los hombres de entre 35 a 55 años quienes deben asumir el protagonismo y dar la cara por la defensa de la democracia y la libertad. Sumar a los enfrentamientos otros modos de defensa legítima como derecho a la vida: grupos multitudinarios de ciudadanos quienes hombro a hombro se enfrenten a los esbirros del régimen y los invasores disfrazados de militares venezolanos.
Insistir y volver a insistir en la incorporación de los militares y policías institucionales al reconocimiento y obediencia del legítimo presidente constitucional, diputado Juan Guaidó, como el Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional de la república de Venezuela.
La convicción absoluta de saber que transitamos acatando la constitución y leyes de la república nos indica que será inevitable el quiebre final del estamento militar. La mayoría de militares institucionales triunfará y se pasará a la conformación de un gobierno provisional que establecerá las normas y acuerdos para realizar este mismo año, las tan anheladas elecciones libres y con el acompañamiento internacional de observadores creíbles, donde el liderazgo político amplio, participe con los mejores ciudadanos.
(*) camilodeasis@hotmail.com TW @camilodeasis IG @camilodeasis1