Juan Guerrero: Parte de guerra

Juan Guerrero: Parte de guerra

Pensando en una nota que mi amigo Aníbal escribió la pasada semana en Face Book, le llamo por teléfono. –Todo se ve tan complicado, Juan. –Fíjate lo que ahora ocurre con las universidades. Las están ocupando, como el Núcleo de la Universidad de Oriente, en Cumaná (ver en: https://m.youtube.com/watch?v=F7AzjGwHaDl )
Pero mientras me cuenta los pormenores de la ocupación de las instalaciones de esa universidad por parte de un grupo de simpatizantes chaviztas, sigo pensando en esa triste nota de la semana pasada.

Le interrumpo e introduzco el tema. –Es cierto, Juan. Nos encontramos en el Instituto de Previsión Social de la universidad. –Él estaba preguntando cuánto dinero tenía en sus ahorros porque la situación en la que se encuentra ya le es insostenible. –En tres años apenas tenía ahorrado poco más de 30.000 bolívares.

Mientras me lo decía –puntualiza mi amigo, Aníbal. De pronto comenzó a llorar. Me comentó que ese dinero apenas le permitía comprar medio pollo y alguna verdura. –Mira, Juan. Tú conoces a Plutarco. Siempre era tan alegre y solidario. Además de su título de licenciado, tiene dos especialidades, una maestría y un doctorado. –Pero me enseñó sus zapatos con las suelas con huecos, muy demacrado, nervioso y triste. –Me quedé impresionado.





-Yo lo único que hice fue abrazarlo y decirle que se calmara. Que así estamos la gran mayoría de los profesores universitarios en este país. –Fíjate que hasta el profesor Raúl, de quien siempre nos congraciábamos porque venía a dar sus clases de punta en blanco. Con paltó y corbata, y su maletín de cuero. Me comentó entre lágrimas su desesperación porque no tiene con qué comprar comida. –El miserable sueldo de profesor no le alcanza. –Lo mismo pasa con Oswaldo.

Con sus prestaciones de hace años, compró unos camiones y vivía de esa renta y de su jubilación con prima incluida, como vicerrector que fue. –Pues tuvo que vender sus camiones y la está pasando difícil. –No es justo que una persona que llegó a esa posición, con sus estudios doctorales y tantos años en la docencia, tenga que estar casi de mendigo para vivir.

La retahíla de comentarios sobre otros colegas y amigos fue extensa. Tanto, que mi gran amigo se detuvo en un momento de la conversación. –Mira, Juan. –Yo he tenido que mantenerme un poco alejado de esto por mi condición de vulnerabilidad física. Eso porque los eventos de alta emotividad me alteran.

Cambiamos enseguida de tema y buscamos sacar alegrías, aunque fueran de utilería. Privaron las medias palabras, los silencios y después un corto momento para la despedida y los buenos deseos.

-Tenemos que insistir en esto, Aníbal. Nunca rendirnos y seguir insistiendo. –Es importante no dejar solos a nuestros amigos y conocidos que están en estas condiciones tan infrahumanas, sin un centavo para llevarle comida a sus hijos. –Pero tenemos que hacer algo, ya! –Estoy pensando en una colecta para hacer una sopa solidaria, al menos una vez a la semana, me dijo finalmente. Así terminamos esa conversación. –Él, en Puerto Ordaz. Yo, en Barquisimeto. Más de novecientos kilómetros de distancia, pero tan cercanos en esta guerra de desgaste físico. Sea por falta de alimentos, sea por falta de medicinas y tratamiento médico. Sea por tanta desesperanza, incertidumbre y atropello contra quienes damos nuestra vida por la academia y la enseñanza.

¿Por qué tanto maltrato, tanta humillación, tanto vejar al docente universitario venezolano? Las estadísticas de las Ong’s son más que elocuentes. Esos zapatos rotos del profesor representan el 72% de los docentes universitarios venezolanos, quienes tienen entre 1-2 años sin comprar ropa ni calzado. Más del 32% debe ir a pie a su sitio de trabajo.

Duele el país. Duele la Academia. Ya no es tanto la salida de este régimen de pandilleros izquierdistas que han destruido la estructura industrial, de servicios y la totalidad de las comunicaciones y vialidad nacional.

Han lesionado gravemente lo más sagrado que existe en toda nación y pueblo: el recinto académico venezolano ha sido asaltado por la mentalidad marginal, que en nombre de una jauría de fanáticos, ortodoxos y supersticiosos, llamado socialismo-chavizmo, ha cercado presupuestariamente a la institución universitaria venezolana y ahora busca controlarla, usurpando funciones que son propias de la universidad autónoma.

Podrán ocupar los recintos de la universidad venezolana, republicana, democrática y autónoma, pero jamás accederán a su Alma Mater.

(*) [email protected] TW @camilodeasis IG @camilodeasis1