Es venezolano, pero viste de blanco y rojo. No tiene descendencia peruana ni cantó nuestro Himno Nacional cada lunes en el colegio, pero, cuatro veces a la semana, lleva el logo de Perú en el pecho. A sus 29 años, Antonio Gutiérrez es parte de la preselección de béisbol que se alista para representarnos en Lima 2019.
Por: RPP Noticias
Es arquitecto. Cuando llegó a Lima, en 2014, Nicolás Maduro llevaba un año en el poder y, aunque la crisis en Venezuela ya existía, no era lo que es hoy. Ese no fue su principal motivo para subir al avión. Lo que él quería, a los 24, era estudiar una maestría de arquitectura y sostenibilidad.
Armó las maletas y se despidió del pabellón y la cachapa. Su intención era cambiarlos solo durante dos años por ceviche y causa, pero se alargó un poco más: consiguió trabajo y las cosas en su país empeoraron. Lo que no extrañó, sin embargo, fueron las arepas y el béisbol, deporte estrella que practicó en ligas menores durante su juventud.
“Nunca pensé volver a jugar béisbol”, dice ahora. Pero se equivocó. En 2015, un año después de llegar a Perú, mientras caminaba por la Avenida Benavides, vio a un joven con un bate, de esos que los ‘chamos’ improvisan con palos de escoba desde pequeños. “Eso es sumamente extraño acá. No aguanté la curiosidad, me acerqué y pregunté dónde practicaba béisbol. Me dijo que en la Villa del Callao y en la Videna. Me dio un número de teléfono. Me fui a entrenar, me inscribí en Liga de la Federación (…) Ahora estoy en la preselección, luchando por un puesto en la Selección Peruana”, cuenta.
Aunque los dos años como estudiante no le sirvieron para nacionalizarse, porque no generaba ingresos, los dos siguientes como trabajador en planilla sí. Por eso, cuando supo que tenía chances de jugar en la escuadra nacional, no dudó en iniciar el trámite para sacar su DNI.
Antonio espera a que sean las seis de la tarde, sale del trabajo, regresa a su casa en Surco, se cambia y se dirige a Villa María del Triunfo. Son 30 los peloteros que entrenan todos los martes, miércoles, jueves y sábados en la nueva cancha -una que, por fin, es propia, con la intención de,el 15 de junio, ver su nombre en la lista final de 24.
Vinotinto en la bicolor
De los 30 preseleccionados, nueve nacieron en Venezuela. Sin embargo, la mayoría dejó su país por la crisis social, política y económica que vive hace algún tiempo. Jesús Vargas, de mamá peruana, es uno de ellos. Aunque se dedica al béisbol desde los seis años, y llegó a jugar en una categoría inferior de la vinotinto, llegó a Lima sin la mínima ilusión de seguir practicándolo.
“Yo llegué con la intención de sacar adelante a mi familia. Vine a trabajar, como todo venezolano”, asegura. Pero, mientras cumplía con sus labores, un conocido le contó que, aunque no era como en su país, acá también había lugares para entrenar. Así conoció Hiroshima, un club que, en ese entonces, participaba en la Segunda División. Llegó a entrenar y le pidieron que se quede. Lo hizo y participó de los Juegos Federación que se llevaban a cabo tanto en la Videna como en el Callao. Jesús no solo consiguió el ascenso con el que hasta es su equipo, sino, además, llamó la atención de la propia Federación de Béisbol.
“Entrené y entrené. Me vieron, me llamaron para una preselección, destaqué y quedé entre los 30 que llamaron. Acá estoy, ganándome un puesto para los Juegos Panamericanos Lima 2019”, recuerda. Y, aunque el nivel del béisbol venezolano no es el mismo que el del peruano, confía en hacer un gran papel con su nueva camiseta. “Se ve la diferencia. Sin embargo, Perú tiene jugadores de nivel que han agarrado experiencia. Con la ayuda de nosotros hemos complementado”.
Su compatriota coincide con él. “Con los venezolanos nacionalizados, el béisbol en Perú va a crecer”, dice José Herrera, hijo de un peruano, quien tuvo que dejar su país y a los suyos en él para venir solo a Perú a generar dinero que pudiera enviarles.
En Venezuela estaba en academias. En comparación al fútbol, vendría a ser escuelas formadoras a las que acuden cazatalentos o scouts para reclutar jugadores. Sin embargo, al saber que se mudaría asumió que debía olvidarse de las bases, el bate y la pelota. “Pensé en dejarlo de lado porque allá sabes que tienes que salir. Lo primero que pensé fue ‘tengo que sacar cara por mi familia que se queda'”, recuerda.
Pero lo complicado que significaba vivir lejos de los que más quiere disminuyó un poco cuando supo que, por las noches, luego de trabajar como impulsador durante el día, podía entrenar nuevamente el deporte que tanto le gustaba.
“Supe que había una Liga en el Callao y fui a ver qué posibilidades había. Me dijeron que estaban bajos de peloteros y me preguntaron si quería postular”. Postuló, ingresó y ahora, seis meses después, busca un puesto en Lima 2019 con el deporte que más le gusta, el mismo que no solo lo distrae de los problemas, sino que además le podría permitir reencontrarse con sus seres queridos.
“Veo a varios venezolanos haciendo lo mismo: saliendo de la rutina que es el estrés del trabajo, de mandar dinero a Venezuela… Te sales de ese mundo, llegas al campo y ves a tus amigos divirtiéndose… emociona. Mi familia sigue en Venezuela, pero, si Dios quiere, vendrá en los Panamericanos”, cuenta.
José se refiere, además de los ya mencionados, a Carlos Ludeña, Jonathan Farias, Roberto Huisa, Fray Pretel y Denilson Santoyo. Todos ellos son parte de los llaneros que entrenan cuatro días a la semana buscando una chance en la Selección Peruana.
Sin resentimientos
Julio César Vásquez está en la selección desde que se creó, en 1999. Daniel Shimura, por su parte,pasó por todas las divisiones. Ambos nacieron en Perú y consideran que el objetivo del equipo, puesto 39 en el último ranking mundial y tercer puesto del último torneo internacional que disputó, es quedar en el podio y conseguir una medalla. Además, lejos de sentirse incómodos por la migración, los dos coinciden en que la competencia mejorará.
“Subió el nivel, no hay que mentir. Hay buenos jugadores y somos una familia. No nos importa la bandera, vamos a representar a Perú”,dice Vásquez. “Es el deporte nacional de Venezuela. Vienen muy pequeños y van a hacer su vida aquí. La probabilidad de que mejore es un 100%”, coincide Shimura.
Aunque el país de nacimiento sea distinto, el color de la camiseta es el mismo. Y el compromiso también: cuando no había luz en la cancha del Callao, se reunían en el polideportivo de San Borja para hacer trabajos físicos. Ahora, ya con campo propio, no hay excusas para ponerse a punto. Y aunque no haya sueldo a cambio, su mayor recompensa será gritar, en Lima 2019, Arriba Perú, sea o no la tierra que los vio nacer.