Insistimos con un tema de vital importancia institucional para las universidades, para el país: es obligante que se den de una vez por todas las elecciones para autoridades universitarias. ¿Hasta cuándo esta rumia que arruina?
Más de diez años con las autoridades entregadas, sí, a su labor, digna del más absoluto reconocimiento, sí, también, loas y exaltaciones pronunciadas; pero urge un cambio que oriente pronto a la nación toda por el sendero democrático, desde las casas que deben vencer las sombras.
Ya está desconocido el régimen por la ciudadanía, por la Asamblea Nacional, único ente legítimo del Estado para la toma de decisiones; desconocido, ese régimen dictatorial, igualmente, por buena parte del mundo. ¿Qué le queda a las universidades? Declarar definitivamente su rebeldía, su 350 constitucional, convocando elecciones que permitan la renovación de las autoridades, de los representantes a los cogobiernos universitarios: representantes profesorales, estudiantiles, de egresados, de empleados. ¿Las elecciones están suspendidas? De manera inválida, pues las suspendió hace años un Tribunal Supremo de Justicia ilegítimo y desconocido dentro y fuera del país. Queda empoderar a las universidades de su autonomía constitucional y asumir la responsabilidad de la liberación institucional.
Recordemos, por ejemplo, que varias casas de estudios universitarios están intervenidas hace más de ocho años: Rómulo Gallegos, Simón Rodríguez, UNELLEZ, Francisco de Miranda; mientras otras, como nuestra Simón Bolívar, tienen el quiste de la intervención esperando la oportunidad de hacerse con el rectorado para adueñársela definitivamente el régimen totalitario.
Constituiría, además, este acto de rebelión civil, social, una sumatoria fundamental en estos momentos, una manera valiente de propiciar un liderazgo transformador, propulsor del cambio en todos los sentidos. No dejará de tener escollos: poner de acuerdo a aquellas instituciones cuyas autoridades también se resisten a alejarse definitivamente de la dirección y sus implicaciones de reconocimiento social y valía, considerar el planteamiento esparcido en las instituciones por el régimen acerca del voto en sectores no académicos, pero sí universitarios: obreros y empleados, conjuntar todos los factores intervinientes: profesores, estudiantes, egresados, autoridades, partidos políticos, en función de lograr, al fin, la necesaria transformación institucional universitaria, enrumbarla hacia la libertad.
Es un momento crucial que no debemos desaprovechar para sumar nuestra contribución contra la opresión y el despotismo, políticamente hablando. Abrir la universidad a la democracia es destapar la espita liberadora en el país.
Sirvan estas líneas para recordar, una vez más, ahora públicamente, la inmensa deuda que tiene en ese sentido la Federación de Profesores Universitarios de Venezuela (FAPUV) con las elecciones no efectuadas hace incontables e inconfesables años. Hoy, primer día del paro nacional de las universidades por 72 horas y en rumbo al paro nacional indefinido.
Ninguno de estos planteamientos los hago con aspiraciones a cargos rectorales como puede sospecharse malamente, y como se ha rumorado, a veces, en algunos sectores. Ni siquiera por alguna aspiración dentro de la FAPUV, más allá de ser, como soy, miembro de su Junta Directiva por presidente de la Asociación de Profesores de la USB: se precisa una apertura democrática, lo sabemos; la universidad puede, en ese sentido, brindar una clase verdaderamente magistral. Es un buen momento para la reivindicación. No desaprovechemos esta valiosa oportunidad de apertura a un país que demanda, a gritos y dentelladas, libertad. Hagamos, con nuestras fortalezas institucionales, cívicas, las elecciones rectorales en nuestras casas de estudio superior, cuanto antes.