Lorent Saleh fue arrestado en Colombia en 2014 y deportado a Venezuela. Ese día comenzó su calvario como preso político venezolano: ingresó a la cárcel con 26 años y recuperó su libertad recién a los 30. Estuvo dos años y dos meses en la temible Tumba, uno de los centros de tortura preferidos del régimen. El resto de su cautiverio no fue mejor, los pasó en otra cárcel inhumana, El Helicoide. Ahora vive en España, está desterrado por el régimen de Nicolás Maduro, que lo subió a un avión rumbo a Madrid de manera sorpresiva en octubre de 2018.
Durante sus años intramuros llegó a pesar 40 kilos, intentó suicidarse dos veces y soportó y vio de todo, hasta lo inimaginable.
Hace ya seis meses que se siente libre, va a ser padre y dice no sentir rencor. En una extensa entrevista con Daniel Lara Farías, periodista de Panam Post, uno de los reporteros que acompañó a su madre mientras -como él mismo dice- “estaba en una celda bajo tierra”.
Cuenta cómo atravesó el horror y revela los diferentes tipos de “torturador” que creó el régimen chavista para mantener en funcionamiento su aparato represivo. Son cinco: el chavista, el amoral, el consciente, el sádico y el opositor. Aquí la definición de cada uno, en sus propias palabras:
El torturador chavista: “Está lleno de odio y te dice: ‘tu eres un escuálido, apátrida, traidor, desgraciado…’ Y por tortura no hablo de ponerte corriente en los dedos. Sino de meterse con tu familia, humillarlos en la cola, hasta dejarte sin comida un tiempo, o burlarse o sabotearte cosas o generar ruidos para molestarte. Es un torturador militante. Tortura porque es obediente, pero además es chavista”.
El torturador amoral: “Tortura porque es completamente sumiso a las decisiones de su organismo. Una persona obediente que no está pensando si es correcto o no. Ordene y entendido. Una persona fría y sin sentimientos. Punto”.
El torturador consciente: “Es obediente pero tiene conciencia de lo que está haciendo. Y tortura y llora. Maltrata y llora. Lo vi”.
El torturador sádico: “Odia a Maduro, a Chávez, a todo el mundo, y es el que se caía a palos, llegaba rascao y sacaba a los presos de la celda de tortura, los pegaba contra la pared y golpe y golpe, porque estaba rascao (borracho) y era su manera de divertirse”.
El torturador opositor amoral: “Tortura, es opositor y tal pero tortura por dinero. Te agarro, te meto en un calabozo de castigo, te maltrato, sin visitas, tú estás desesperado porque eso se termine… Y te dice: ‘Dile a tu papá que me traiga 4 mil dólares ahí’. Que pueden ser 100 dólares como pueden ser 2 millones de dólares, que es lo que te pueden cobrar por una celda, y ese lo hace por una razón económica, su negocio es la tortura”.