Isaías Rodríguez Díaz hace pública su carta – renuncia al cargo de embajador en la República de Italia, suerte de inventario, exhibiendo la creciente miseria espiritual de los satisfechos, exalta su adhesión con alma, vida y corazón a la revolución bonita, ello me permite considerar algunas líneas.
Después de su épico trajinar en la política revolucionaria desde 1.998 le llega el instante ansiado de ejercer el noble oficio de abuelo, el cual había postergado… “por su consagración a una de las causas más bellas de la vida la libertad de mi país” (sic). Se regocija de la tarea cumplida con lealtad, según él, pero que conceptuamos cómplice de crueldades, atropellos y vejámenes a un pueblo escarnecido y humillado sometido a la más dura prueba de indignidad, violentado y perseguido con sitios de reclusión donde se tortura con saña y venganza.
El ex funcionario diplomático “se alista –dice- en la Fuerza Espiritual de Operaciones Especiales para los Nietos” y se solaza pensando en asumir su papel de abuelo bonachón y erudito que sabe todo lo que el nieto pregunte, olvida que no se improvisa ese placentero gozo de vivir en la esperanza de los que nos relevarán, herederos de las buenas acciones, de la conducta intachable que observó ese ser especial que se llama abuelo que lega transparencia y pulcritud, amor respetuoso que se hace patrimonio bendecido para que los nietos no sientan vergüenza y que las malas acciones no sean una sombra implacable que les oscurezca el camino futuro del mal proceder que sembró angustias y pesares y que cualquier afectado le enrostre con valiente actitud.
Siempre es timbre de orgullo la hombría de bien del abuelo en el desempeño de responsabilidades públicas, que en este caso, luce descolorido pues como vicepresidente de la república y fiscal general en períodos críticos de pasiones descontroladas y fanáticas, de expropiaciones y arrebatos de bienes ajenos y de administración de justicia sin espíritu ecuánime y respetuoso de la dignidad humana su actitud, en muchos casos, dejó en evidencia la falta de probidad y la impunidad se hizo ley, imponiéndose la mandonería cuartelaría de los capitostes de turno en decisiones que comprometieron la libertad de inocentes o quienes se vieron forzados a irse del país, para no ser víctimas de condenas sin juicios como acostumbra este socialismo vil y cruel.
Alguien sostiene con firmeza “Isaías jamás podrá desempeñar ese papel de abuelo que aspira. Su cruel y oscuro trabajo con la revolución lo perseguirá por el resto de sus días y no podrá evitar que sus descendientes se enteren de todo lo malo que hizo”.
Este cristal es un desagravio al papel del abuelo que nunca será sosiego y tierna escena para quien oficiando en su transitoriedad de poder y gloria no supo actuar con humanidad. Fue instrumento útil de la ideología del Eje del Mal que tanto daño le ha ocasionado a Venezuela.