Motivado por la sabia advertencia de Albert Einstein, que definiera la locura como la neurótica porfía en insistir en los mismos fracasados medios, vías y recursos intentando obtener resultados diferentes, propuse hace algunos días la inclusión de nuevos protagonistas en las alturas del gobierno interino presidido por el diputado de Voluntad Popular Juan Guaidó. Me motivaba el propósito de darle un nuevo empuje a su interinato y sacudir las conciencias nacionales y extranjeras, demostrando la buena voluntad y la inteligencia que animan a la oposición venezolana. Pensaba, naturalmente, en quienes representan otra línea de acción política que las del llamado G4, fiel y lealmente representados en la Asamblea Nacional, convertida en gran medida por el respaldo de esos protagonistas distintos que hoy invoco: María Corina Machado, Antonio Ledezma, Diego Arria, Asdrúbal Aguiar, en el factor reconocido por la gran mayoría de naciones democráticas.
Me constan los esfuerzos emprendidos por todos ellos, sin ninguna otra ambición que encontrarle salida a este criminal impasse, frente a las personalidades de renombre internacional que los respetan y consideran importantes actores de nuestra tragedia en la escena mundial – desde el Departamento de Estado del gobierno de Los Estados Unidos de Norteamérica, al Secretario General de la OEA y los presidentes de Brasil, Colombia, Argentina, Chile, por sólo mencionar a algunos de ellos. Para mi es inolvidable el generoso respaldo de María Corina Machado al diputado Guaidó cuando éste decidiera aceptar su proclamación, que ella y los suyos tanto propiciaran, el 23 de enero pasado.
El que dicha iniciativa no haya encontrado ninguna resonancia no le resta ni importancia ni necesidad. Sacudir la parálisis que parece asfixiarnos es tan urgente y necesario, como insuflarles nuevos aires a los esfuerzos anti dictatoriales. Ya reconocido Juan Guaidó por el máximo de democracias posibles, y fracasados sus intentos más notables por quebrarle el espinazo militar a la tiranía – el 23 E, el 30 A y la mesa de diálogo recientemente celebrada en Oslo -, se convierte en una necesidad de vida o muerte destrabar el juego, abrirse a las opciones que nos restan y reorientar nuestros esfuerzos liberadores. En el paulino “tiempo que resta”.
De ellos, uno de los que nos parece más importante sería el de abrirle las puertas del interinato al otro gran factor opositor, sin cuya colaboración leal y efectiva todo esfuerzo por desalojar a la tiranía será vano. Y hacerlo, dando un paso al frente y demostrando con osadía la voluntad de afianzar lo logrado – que indiscutiblemente es mucho y muy valioso – y poner pie en Flandes: comenzar por conformar de una vez por todas un gobierno nacional, de emergencia y transición, apartando de un manotazo toda sospecha de concubinato y contubernio con la tiranía. Y ello, a todos los niveles; civiles y militares.
Dada la emergencia y la mortífera gravedad de la crisis, tales nombramientos no requieren de elección alguna. El consenso palpita en las calles, pueblos y avenidas del país. El 90% de la población exige el desalojo inmediato de la tiranía, aprueba la intervención humanitaria, y agradecería con entusiasmo la aplicación de mano dura de un gobierno de emergencia nacional aplicando la fuerza de la ciudadanía, el poder de calle, la masa crítica contra quienes usurpan el Poder y devastan nuestra Patria. Un esfuerzo sublime de salvación nacional, sin titubeos, sin temores, sin consideraciones de oportunismo espurio y antipatriótico.
De allí mi propuesta al país de asumir con plena responsabilidad un Consejo de Gobierno, que asesore, unifique y le de coherencia a un Gobierno de Unidad Nacional, presidido por el diputado Juan Guaidó e integrado por todos los partidos y sectores más representativos de la sociedad civil: iglesias, academias, sindicatos. En donde quepamos todos, sin discriminación de tendencias ni ambiciones espurias. Más, mucho más representativo que la acción de un hombre solo al frente de una Asamblea electa hace cuatro años.
Desde luego: considero esencial que en dicho Consejo de Gobierno se encuentren personajes fundamentales del presente y del futuro venezolano, que han dado suficientes pruebas de amor por la Patria y de voluntad y decisión por liberarla del yugo castro comunista que hoy la asfixia. Pienso en Antonio Ledezma, en Asdrúbal Aguiar, en Allan Brewer Carías, en Ricardo Hausman, en Luis Ugalde, en Miguel Rodríguez, en María Corina Machado, en Julio Borges, en Leopoldo López Gil, en Maruja Tarre, en Carlos Vecchio, en Henry Ramos Allup, en Andrés Velásquez, en Manuel Rosales, en Henry Falcón. Y así sea incomprendido, también pienso en Luisa Ortega Díaz, en Hugo Carvajal, en Nicmer Evans y Edgar Zambrano. Cuya inmediata liberación debe ser una de nuestras principales exigencias. Son tantos y tan necesarios, que me aflige olvidarlos. Y no me mueve otro propósito que sacudir las conciencias y reflotar los esfuerzos unitarios, libre de chantajes y otros objetivos que no sean los de desalojar cuanto antes la tiranía castrocomunista que devasta a Venezuela.
Ese Consejo debe ser un ejemplo de amplitud, unidad y entendimiento. Bastaría destrabarle las puertas y sacarlo a la luz, para que un rayo de esperanza iluminara a la Patria, hoy sumida en tanta oscuridad. Y nos abriera el sendero hacia las grandes avenidas. Nunca es tarde. Hoy es la hora.