En sus declaraciones ante la justicia luego de ser capturado, Diego León Montoya Sánchez (Trujillo, Valle del Cauca, 1958) contó que intentó inscribirse en un seminario para ser sacerdote, pero no tenía edad para ingresar y no lo recibieron. Entonces, cansado de pagar extorsiones a la guerrilla, que poco a poco iban acabando con la herencia que su padre le dejó, decidió comenzar a “traquetear”. Se inició en el narcotráfico en 1988 y entonces se llamó “Don Diego”. Así lo reseña infobae.com
“Don Diego” hace parte de la segunda generación de narcos que surgió en Colombia luego de que los dos principales cárteles de la droga, el de Medellín y el de Cali, desaparecieran con la muerte de Pablo Escobar y la captura de los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela; luego de aprender de estos últimos los secretos del negocio. Así se convirtió en el cabecilla del cartel del Norte de Valle junto a Wílber Varela, alias ‘Jabón’, con quien después se distanciaría.
Con este cartel, “Don Diego” llegó a manejar el 70% del tráfico de droga hacia Estados Unidos, por eso ingresó fácil al listado de los 10 más buscados por la DEA en el mundo, su foto aparecía al lado de la del terrorista yihadista Osama bin Laden. Con su fortuna y el poder que le había dado, pudo vengarse de la guerrilla a la que tanto despreciaba. Sin reparos confesaría que fue él quien financió la llegada del paramilitarismo al departamento del Valle del Cauca.
“Hablé con un grupo de cafeteros y con el respaldo mío, de Iván Urdinola, Orlando Henao y Efraín Hernández, montamos un grupo paramilitar”, afirmó ante la justicia según detalló en su momento la revista Semana. El medio nacional afirma que iniciaron con 30 hombres y terminaron con 600 en un grupo al que llamaron Bloque Calima. Para entonces era llamado el ‘Señor de la guerra’, y no en vano habría adoptado ese apodo, las autoridades le atribuyen más de 1.500 asesinatos.
Fue él quien llevó a cabo una de las peores masacres registradas en la historia del conflicto armado colombiano, que le dieron un nuevo giro de violencia a la confrontación contrainsurgente. Y se trató de una serie de crímenes cometidos en Trujillo, su ciudad natal, entre 1986 y 1994, que dejó más de 342 víctimas a causa de homicidios, secuestros, torturas, desapariciones forzadas y descuartizamientos; llevados a cabo junto a miembros corruptos del Ejército y la Policía.
Fue él, junto a Henry Loaiza, alias el ‘Alacrán’, quien inició por primera vez acciones de “limpieza social” e intimidación contra campesinos para apropiarse de sus tierras; y quien instauró la macabra estrategia de guerra de usar motosierras para mutilar cuerpos de personas mientras estaban vivas, para luego tirarlos al río Cauca para que quedaran expuestos ante la comunidad y generar miedo. También ejecutaba testigos para los crímenes quedaran en la impunidad.
Al final, “Don Diego” le cedió el Bloque Calima a Carlos Castaño, el primer fundador del paramilitarismo en Colombia, quien unió todas las estructuras en una sola agrupación, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Así, esta estructura del Valle del Cauca quedó al mando de alias ‘HH’. Pero el capo decidió crear otro grupo criminal, Los ‘Machos’, con el objetivo de combatir a ‘Los Rastrojos’, la banda creada por su antiguo socio y ya archienemigo ‘Jabón’.
La guerra entre ambos la declararon a finales de la década de los 90. “Don Diego” estaba molesto por los métodos que usaba “Jabón” para eliminar a sus rivales, que los ponían en evidencia ante las autoridades. Pero fue realmente el asesinato de su amigo Miguel Solano, alias “Miguelito”, en una discoteca de Cartagena, lo que desató su ira. “Jabón” acusó a este último de ser un delator, y en la mafia eso se paga con muerte. Esta lucha dejó unos 1.000 muertos más.
En todos esos largos años de guerra y narcotráfico, “Don Diego” también permeó la política comprando altos mandos militares, alcaldías municipales, congresistas, financiando campañas, a lo largo del territorio donde hacía presencia, especialmente en los municipios de Zarzal, Riofrío, Trujillo, Cartago, Sevilla y Tuluá, en el Valle del Cauca. Aunque sus testimonios ante la justicia también vinculan a dirigentes del departamento de Antioquia y del Magdalena Medio.
Muchos nombres de políticos pasaron por declaraciones. Pero quizás lo que mayor escándalo generó en Colombia en ese momento fue que aseguró que financió parte de la campaña presidencial del actual senador Álvaro Uribe Vélez, y aportó dinero a su primo hermano Mario Uribe, condenado por ‘parapolítica’ y señalado de ayudar a las AUC para apoderarse de las tierras de campesinos en los departamentos de Córdoba y Sucre.
En 1993, “Don Diego” sufrió un accidente de tránsito que muchos creen que fue provocado por alguno de los múltiples enemigos que había cosechado, y que le dejó fracturas en varias partes del cuerpo, lo que lo obligó a someterse a varias cirugías y finalmente lo dejó cojo. Unos años después se vendría el fin de su terrible era.
Fin de una era
Con Estados Unidos pidiéndolo en extradición, las autoridades colombianas lograron cooptar a Francisco Javier Vélez Amelines, alias “Tito”, la sombra del capo, el encargado de su seguridad, familiar de 12 militares entrenados por el gobierno Británico, para que colaborara con la justicia a cambio de 5 millones de dólares entregados por el gobierno estadounidense. Así lograron ubicarlo y montaron un operativo de película el 10 de septiembre de 2007 con el Ejército y el CTI de la Fiscalía.
La madrugada de ese día, tres helicópteros con 40 militares llegaron a la hacienda El Pital, en el corregimiento de Vallejuelo, un pequeño poblado de Zarzal, donde se escondía “Don Diego” en una finca casi en obra negra, sin fluido eléctrico ni ningún lujo. El anillo de seguridad del capo abrió fuego contra las tropas mientras lo alertaron para que huyera. Pero el Ejército lo encontró, en ropa interior y metido en un matorral.
“Ustedes ganan”, fueron sus palabras cuando lo encontraron. El general Mario Montoya, entonces comandante del Ejército, contó que “Don Diego” ofreció a los soldados que lo hallaron cinco millones de dólares para que lo dejaran ir. Fue montado enseguida en uno de los helicópteros y llevado a Bogotá a comparecer ante la justicia.
En el allanamiento a la finca, las autoridades también capturaron a tres mujeres, entre ellas su madre, y dos hombres, uno de ellos su escolta principal. En la habitación del capo solo había un televisor y un computador que funcionaban conectados a una planta eléctrica, y una nevera a gas. Tenía varias botellas de whisky, ejemplares del periódico El País, de Cali, y de varias revistas de tiraje nacional.
El 12 de diciembre de 2008, “Don Diego” fue extraditado a Estados Unidos, que lo responsabilizaba de traficar más de 1.000 toneladas de cocaína a ese país asociado a carteles mexicanos y usando el puerto de Buenaventura para sacar la droga de Colombia, y una ruta de Ecuador para llegar a Centroamérica. Un tribunal federal presidido por Stephen T. Brown lo halló culpable de los cargos y lo condenó al pago de una multa de USD 500.000 y a 45 años de cárcel, que aún cumple.
Mientras, en Colombia, las autoridades encontraron el emporio económico más grande de la mafia después del de Pablo Escobar y los hermanos Rodríguez Orejuela. Tuvieron que pedir apoyo de los gobiernos de 20 países, porque los bienes del capo aparecían en tres continentes. En tres cajas llenas de documentos estaba la información de 500 propiedades, aunque no eran ni la mitad.
Entre los bienes estaban 100 lujosas haciendas en el Valle del Cauca, una red privada de carreteras que atravesaban seis municipios de ese departamento, 79 mil metros cuadrados de finca raíz en Bogotá, una gigantesca bodega al lado del aeropuerto internacional El Dorado de la capital, centros comerciales, embarcaciones, lotes, miles de cabezas de ganado y centenares de caballos de raza, embarcaciones, balnearios, empresas, discotecas. Hasta ahí había llegado el gran emporio.