Por estos días, en Argentina, la despenalización del aborto es tema de primer orden tras las masivas movilizaciones de calle de grupos feministas que exigen al Congreso, por octava vez, esta reforma legal. La lucha en la opinión pública ya la ganaron, resta el voto de los congresistas que hasta el momento han cedido a la indebida presión de grupos religiosos en un contexto republicano, no obstante, la despenalización del aborto en ese país es cuestión de tiempo.
Ya la despenalización del aborto es una realidad en muchos países, ninguno de ellos ha sido castigado con el fuego bíblico, al estilo de Sodoma y Gomorra, al contrario, dicha medida ha permitido reducir la muerte y complicaciones de salud de mujeres que practicaban abortos clandestinos, reducir la tasa de mujeres jóvenes que abandonaban sus estudios por asumir una maternidad no deseada y no planificada y, fundamentalmente, ha logrado ampliar el control de la mujer de su propio cuerpo y su vida.
El conservadurismo, de inspiración religiosa, se opone a la despenalización del aborto al considerarlo un infanticidio. Es esperable esa posición de la iglesia católica dado que también se opone al uso del condón, de los anticonceptivos y el sexo previo al matrimonio. En el caso de las iglesias protestantes, dada su diversidad y heterogeneidad en su liderazgo, no hay una sola posición pública pero comparten su oposición al aborto.
Hay que recordar que uno de los principios fundamentales de los Estados Modernos es la división entre Iglesia y Estado, es decir, los Estados son Laicos. Los Estados pueden y deben, garantizar la libertad de culto, pero el culto de alguien, ni siquiera los de la mayoría, deben tener influencia en la toma de decisiones públicas. Las decisiones públicas deben someterse al escrutinio de la razón, el derecho, la ciencia y la voluntad general antes que a la inescrutable voluntad de dios.
Cuando se retiran los argumentos religiosos del debate, lamentablemente quedan los argumentos machistas que son aún más estúpidos que los primeros. “¿Quién las manda a abrir las piernas? ¡asuman su responsabilidad!” se escucha entre las sombras gritar al gorila macho alfa lomo plateado que se oculta detrás del crucifijo y las bendiciones en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.
Por estos puntos de vista, una persona me dijo alguna vez: “debes agradecer que tu madre no te abortó”. Pues si, es una suerte. Siendo ella enfermera, tendría los conocimientos para practicarse un aborto clandestino, sin embargo, ella deseaba tener un hijo o hija y tuvo un embarazo deseado. Hay quienes aún no logran distinguir entre un embarazo deseado y uno no deseado y las consecuencias vivenciales de uno u otro. Y la expresión “no deseado” puede ser engañosa y escamotear las más explicativas como “económicamente inviable”, “educativamente frustrante” y “familiarmente problemático”.
El milagro de la vida deja de ser milagroso cuando se observa el riesgo del hambre en un bebé. “¿prefiere niños muertos a niños con hambre?” me preguntaron en una ocasión en la Universidad. Ojalá no tuviésemos que ver ninguno de los dos tristes casos, las decisiones personales pueden ser muy complejas de tomar, como la de abortar o no, pero desde la perspectiva del Estado y la decisión pública el criterio es dar la oportunidad a la mujer de ser ella quien decida hoy sobre su propio cuerpo y no decidir por ella amparados en creencias de miles de años de antigüedad. Ese debate debe llegar a Venezuela.
Julio Castellanos / [email protected] / @rockypolitica